Por Luis Ignacio Sáinz

 

Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. El nombre Chac Mool traducido como “gran jaguar rojo” o «zarpa tronante», en maya. Fotografía: Luis Alberto Lecuna / Melograna; 3007.

 

En México solemos entronizar a los viajeros exploradores como si se tratase de auténticos eruditos y filántropos; pero, como suele decirse, “hay de todo como en botica”. Unos son filibusteros y saqueadores como Lorenzo Boturini, Jean-Frédérick Waldeck o Edward Herbert Thompson, quien adquiriese Chichén Itzá por 75 dólares, dragase el gran cenote del sitio y contrabandeara sus hallazgos; otros se interesan por azar, como Teobert Maler, cadete voluntario del ejército imperial de Maximiliano de Habsburgo, quien se revelará como un fotógrafo excepcional y un guardián del patrimonio, que será el expedicionario clave del Peabody Museum; y otros más si forman parte de misiones científicas, Alfred Percival Maudslay y sus seis incursiones a los yacimientos mayas, en especial los de Chichén Itzá, Copán, Tikal, Ixkún, Palenque y Yaxchilán, descrito a detalle por primera vez, invaluable la colección Biologia Centrali-Americana, una edición de 50 volúmenes; Désiré Charnay y sus tres misiones, quien reencontró Comalcalco; Eduard Georg Seler y Cäcilie Seler-Sachs y sus seis estancias en tierras del sureste generadoras de quince libros; Sylvanus Griswold Morley, el epigrafista dedicado a la jeroglífica maya en especial en Chichén Itzá, ciudad que reconstruyó, y Uaxactún en El Petén guatemalteco, patrocinado por el Instituto Carnegie 1, que sorprendiera a propios y extraños por ser espía de la Oficina de Inteligencia Naval; notables botones de muestra de una serie casi infinita de osados y curiosos seres devotos del pasado. 

El bautizo de esta pieza excepcional, que incluso ya entrado el siglo XX obnubilase a Henry Moore, remite al polémico arqueólogo Augustus Le Plongeon, quien exploraba Chichén Itzá desde 1875 (2) buscando las pruebas de la fundación del antiguo Egipto por los mayas, cuando se topó con la escultura de un personaje reclinado con un tronco fuera de proporción, la cabeza altiva y girada, las piernas flexionadas en arco y hospedando un recipiente en el vientre; el conjunto quizá sirviera, al alimón, de piedra de sacrificios y cuauhxicalli, depósito de corazones de los inmolados. Se le nombró Chac Mool, tras emerger de una suerte de banco de materiales en la Plataforma de las Águilas y Jaguares. 

 

Alice Dixon: El Chac Mool en sus primeros registros fotográficos (1875).

 

Entre 1847 y 1901 tuvieron lugar los levantamientos indígenas contra la servidumbre y el vasallaje, se les llamó Guerra de Castas; en su origen los líderes fueron los caciques 3 Manuel Antonio Ay de ChichimiláCecilio Chi de Tepich, y Jacinto Pat hacendado de Tihosuco. La inestabilidad prevaleciente explica que un piquete militar protegiese a esta pareja de simpáticos malandrines. A partir de enero de 1876, en el contexto de la revuelta del maya Teodosio Canto, aliado de Porfirio Díaz y quien fuese encargado del despacho del gobierno de Yucatán en dos ocasiones (1880-1881 y 1885), se les instruyó a desarmar a su cuerpo de seguridad y regresar a Mérida. Cosa que harían tras sacar de Chichén al Chac Mool y ocultarlo, pues pretendían apropiárselo y sacarlo del país con la coartada de exhibirlo en la Exposición Universal de Filadelfia o Exposición del Centenario (10 de mayo al 10 de noviembre de 1876), para lo cual solicitaron la autorización del todavía presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El “descubridor” describe:

 

“Aproximadamente a 400 metros de Pisté, lo cual es lo suficientemente alejado para       poner la estatua fuera del alcance de las diabluras de los soldados, la coloqué en un     matorral aproximadamente a 45 metros del camino. Ahí con la ayuda de la           señora Le Plongeon, cubrí la estatua con prendas llenas de aceite y con cuidado   cerramos con ramas la vereda que llevaba de la carretera al escondite, para que de            esta forma cualquier viajero casual, ignorante de la existencia de tal objeto, ni  siquiera sospecharía que estaba ahí”.

 

De nada valieron tales precauciones. Finalmente arribó la respuesta del Ejecutivo mexicano, que fue negativa, en observancia de la ley de 1827 que declaraba no exportables los bienes arqueológicos, aunque reconocía su propiedad por particulares. Y ante esto, el matrimonio 4 viajó a Isla Mujeres y Cozumel, mientras el director del Museo de Yucatán, Juan Peón Contreras, auxiliado por las fuerzas armadas, recuperó la escultura que, a estas alturas, se había convertido en un símbolo de la identidad peninsular. Hizo su entrada triunfal en Mérida en medio de una auténtica verbena popular, jolgorio y alegría que serían fugaces, pues un par de meses más tarde el Chac Mool agarró camino hacia la capital, para integrarse al acervo del Museo Nacional de Arqueología e Historia 5, por acuerdo del gobernador interino Agustín del Río (1877), quien cedió a las presiones del poder central. Así, el Chac Mool sería transportado en el buque Libertad de la Armada con destino a Veracruz, para desde allí emprender su peregrinaje a la antigua Ciudad de los Palacios, y fijar domicilio en el conjunto inmobiliario de Palacio Nacional, en la que fuera Casa de Moneda, en el centro de su patio.

 

Henry Moore: Reclining Figure (1939) 6, bronce

 

 

Henry Moore: Memorial Figure (1946) 7, piedra

 

A raíz de que Le Plongeon lo encontrara, como por arte de magia comenzaron a brotar sus almas gemelas en los cuatro puntos cardinales de Mesoamérica, recuperándose numerosas representaciones de este personaje en sitios tan diversos como Tula, Tlatelolco, Chichen Itzá y 18 de ellos, incluyendo el que inaugura la serie, hallazgo de Le Plongeon; Tzintzuntzan, Tenochtitlán, Ihuatzio, Cacaxtla y otras urbes. Casi por regla general pueden fecharse entre el clásico terminal (830-950 d. C.) y el posclásico (950-1539 d. C.), algunos especialistas consideran que se trata de una figura de tardía inserción en el panteón sagrado, mientras otros si bien reconocen lo demorado de su aparición, lo califican de gozne entre lo profano y lo sagrado, una suerte de umbral que facilita y acompaña el tránsito entre los trece niveles celestes, el único plano de los seres vivos y los nueve del inframundo.

Sin duda, buena parte de los chac mooles se localizan al pie de los altares, en el quicio de ingreso al juego de pelota o en la boca de los templos 8. Sin embargo, su ubicación no agota el sentido de estos cuerpos girados y recostados; puesto que se nos plantea un dilema: considerarlos seres transitivos vinculantes entre dioses y humanos, cumpliendo el papel del mensajero que deposita ofrendas, plegarias y solicitudes; o servir de superficie para la extracción cardiaca 9 o la decapitación, como variante antropomorfa del techcatl (piedra sacrificial).

 

Glosa y variación de Chac Mool; Morton Subastas (2020), cerámica de alta temperatura; 15 x 11 cm.

 

Fuente: Robert J. Sharer: The Ancient Maya, Stanford, California, Stanford University Press, 1994, 5a edición, 928 pp.

 

1 Establecido en Washington por el escocés de nacimiento Andrew Carnegie (1835-1919), empresario de los ferrocarriles, el acero y el petróleo, el 28 de enero de 1902, con una aportación de 135 millones de dólares.

2 Junto con su esposa Alice Dixon, procedentes de Valladolid, arribaron a Chichén Itzá escoltados por los coroneles Felipe Díaz y Jesús Coronado, más un destacamento de soldados; fijaron residencia en la iglesia de Pisté a dos y medio kilómetros del sitio arqueológico.

3 Término utilizado por los conquistadores para designar a las autoridades políticas indígenas, que no distinguía rango alguno. El poder y la capacidad de decisión de tales personajes era relativa, pues era más común rendir cuentas a las asambleas comunitarias. Joseph de Acosta comenta al respecto: «… muchas naciones y gentes de indios no sufren reyes ni señores absolutos, sino viven en behetría y solamente para ciertas cosas, mayormente de guerra, crían capitanes y príncipes, a los cuales durante aquel ministerio obedecen, y después se vuelven a sus primeros oficios»: Historia natural y moral de las Indias, en que se tratan de las cosas notables del ciclo y elementos, metales, plantas y animales de ellas y los ritos y ceremonias, leyes y gobierno de los indios (1589; edición latina, Salamanca), edición preparada por Edmundo O’Gorman, con un prólogo, tres apéndices y un índice de materias, México, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1962, 1a edición; Libro VI, Capítulo XI: Del gobierno y reyes que tuvieron; CXII + 491 pp. [Behetría: “población cuyos vecinos tenían derecho a elegir su señor”, de acuerdo con el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas.]

4 Desmond, Lawrence y Messenger, Phyllis: A Dream of Maya: Augustus and Alice Le Plongeon in Nineteenth-Century Yucatan, prólogo de Jaime Litvak King, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1988 143 pp.

5 Cuya existencia fuese refrendada por Benito Juárez en 1867 tras la restauración de la República; si bien, al menos como aspiración, desde 1825 a iniciativa de Lucas Alamán el gobierno de Guadalupe Victoria lo había declarado “institución viva”. Véase, Martínez Torres, Mayeli: La construcción del Museo Nacional de Arqueología e Historia (1867-1910), de la colección privada a la pública, tesis de Maestría en Historia Moderna y Contemporánea, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, 202 pp.

6 (13.7 × 25.4 × 8.6 cm.) Tate Gallery, Londres, Inglaterra.

7 (142.2 cm.) Jardines de Dartington Hall, Devon, Inglaterra. En memoria de Christopher Martin, su primer director (1934-1944). El “Experimento Dartington” inició en 1925 gracias a Dorothy and Leonard Elmhirst.

8 Para el complejo tema espiritual y litúrgico, véase: Baudez, Claude-Francois: Una historia de la religión de los antiguos mayas, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM,) Centre Culturel et de Coopération pour lʹAmérique Céntrale (CCCAC), Colección Religión y Cultura, 2004, 427 pp. [https://books.openedition.org/cemca/948]

9 Consúltese, Tiesler, Vera y Cucina, Andrea: “El sacrificio humano por extracción de corazón. Una evaluación osteotafonómica de violencia ritual entre los mayas del Clásico”, en Estudios de Cultura Maya, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas, 2007, volumen XXX, p. 57-78. [Pieza no venal, fuera de comercio]

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