Por René Velázquez de León *

 

Del lat. tardío liturgĭa, y este del gr. λειτουργα leitourgía; propiamente ‘servicio, ministerio’

1. f. Orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones.

2. f. Ritual de ceremonias o actos solemnes no religiosos.

 

Neomexicanismos

En los ochentas del siglo pasado, a Froylán Ruiz le endilgaron el mote de neomexicanista, término despectivo contrario al arte prevaleciente de esa época, la época nice, popis, pirrurris. Los hijos de la revolución ya no querían ser revolucionarios, ni indigenistas, ni costumbristas, su anhelo cosmopolita renegó de la raíz. Desde los cincuentas la generación de La Ruptura, el término con el que fue bautizado el movimiento del arte del México del desarrollo estabilizador, “el milagro mexicano” que luego ya no fue, y que rompió con la estética nacionalista revolucionaria, representada principalmente por los muralistas. Los setentas llegaron y el país había avanzado hacia ese lugar utópico llamado “modernidad”: Los artistas habían cambiado a los pobres, los campesinos y ahora eran intelectuales burgueses sufridores de una realidad que nunca cazaba con sus ideales. Como respuesta a esa visión, el trabajo de Froylán Ruiz, entre otros, se refugió en esa corriente expresionista mexicanista, que abreva en la iconografía popular, pienso en Julio Galán, Nahum B. Zenil, o Enríque Guzmán, entre otros: esta corriente que viene desde José Guadalupe Posada, y pasa por Julio Ruelas, Dr. Atl, Francisco Goitia hasta nuestros días con dignos representantes de este neomexicanismo hoy día como como Daniel Lezama y Carlos Jaurena.

La obra de Froylán Ruiz traza una parábola que va de los pintores costumbristas del siglo XIX (Arrieta, Bustamante, et al) hasta el neo expresionismo mexicano (los ya citados Lezama y Jaurena) es una peregrinación espiritual a través del paisaje mexicano: pájaros, escarabajos, cráneos, muertos, juguetes, que actúan como personajes de una misa, el paisaje es un templo. Ruiz asume la creación como un rito, crea su propia mitología asentada en la tradición vernácula. El conjunto de su obra es un cosmos espiritual, religioso y naturalista, el sincretismo como leitmotiv.

Literalmente, los personajes vuelan en el lienzo, y aunque tienen una corporeidad, son etéreos. Los espacios abiertos dan cabida a sus obsesiones. La estética de Froylán Ruiz es la de la tradición, de la memoria y de la materialidad de los objetos.

 

La desaparición de los objetos

Hoy, 2023, en la era de lo virtual ,la desaparición de los objetos, de las cosas, es el zeitgest de nuestra época. La corporeidad es ya solo una ilusión, una idea in-abstracto sin referencia en la realidad. El filósofo coreano Byung Chul Han reflexiona:

“Las cosas son polos de reposo de la vida. En la actualidad, están completamente recubiertas de información. Los impulsos de información son todo menos polos de reposo de la vida.”

“Las cosas retroceden cada vez más a un segundo plano de atención. La actual hiperinflación de las cosas, que lleva a su multiplicación explosiva, delata precisamente la creciente indiferencia hacia las cosas. Nuestra obsesión no son ya las cosas, sino la información y los datos”.(1)

 

Un zepelin de plomo

La obra de Froylán vuela a contracorriente de esta noción, su gráfica es corpórea, material, pesada pero etérea, vuela en el lienzo. La imagen de algo pesado que vuela, me lleva a recordar la historia de dos jóvenes músicos en los sesentas, Jimmy Page y Robert Plant, virtuosos del blues y el rock, buscaban un nombre para su agrupación, querían que tuviera la resonancia de algo pesado pero que flotara, fue así que se les ocurrió el nombre de Led Zeppelin, (literalmente Zeppelin de plomo–lead) el resto ya lo conocen.

Aquí hago un paréntesis para contar una pequeña historia: Al iniciar este proyecto Carlos Jaurena me pidió que lo ayudará en el diseño de un libro del maestro Froylán Ruíz, como todo proyecto en ciernes, todavía no teníamos una idea clara de cómo abordarlo, pero teníamos claro que tenía que ser algo corpóreo, material, que no fuera fácil de perder y que funcionara como un arte-objeto. Por la diferencia de formatos llegamos a la conclusión que lo mejor es que fuera cuadrado, y el tamaño ideal el de un disco LP de vinilo (30 cm), así fue como nació la idea formal de Tatuajes eternos. El libro es conceptualmente la funda de un disco LP de los setentas, esos discos que todavía deambulan por ahí en mercados de viejo y en baúles perdidos en todas las casas. La era dorada del rock donde las fundas eran verdaderos viajes metafísicos, ya fuera un disco de Chico-che o alguna portada del grupo de rock progresivo Yes.

Todo esto me vuelve a llevar a Led Zeppelin y sus portadas de discos y música mística, y, para mí, encontrar un paralelismo en la obra de Froylán y del grupo inglés. Mientras Zeppelin encuentra su inspiración en las raíces del blues americano y la mitología celta, Froylán Ruiz abreva en la iconografía naturalista vernácula de un México pretérito, pero en ambos casos abordan su trabajo desde una perspectiva espiritual, ritual y naturalista, pero alejada de cualquier concepción religiosa preestablecida.

Termino diciendo que lo qué Froylán Ruiz nos propone a través de su obra es asistir a una misa, a un viaje místico a través de una liturgia personalísima y sui generis, que volemos en sus cuadros y soñemos con pájaros, calaveras, flores, iguanas, escarabajos y que al final del viaje el oficiante Froylán Ruiz nos dé la venia para ir en paz. Propongo que en este viaje, al hojear el libro, escuchar, de Led Zeppelin, Going to California y perdernos en el viaje místico de la música y el arte.

(1) – No-cosas. Byung Chul Han. Ed. Taurus. 2021

* Texto leído por el autor en la presentación del libro FROYLÁN RUIZ, TATUAJES ETERNOS, OBRA GRÁFICA 1953-2021 en el Salón de la Plástica Mexicana, CDMX, agosto 26 de 2023.

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