Cuestión de estilo

Cuestión de estilo

Por Hugo Álvarez Ravelo

Me gustaría abordar un tema que espero resulte de su interés y se trata de el estilo en el diseño y sería bueno empezar por preguntar ¿Un diseñador debería proponerse mantener un estilo propio que sea algo así como la impronta de su trabajo?

Antes que nada veamos cómo se define en el Diccionario de la Real Academia el concepto estilo:

estilo. (Del lat. stilus, y este del gr. στῦλος).

5. m. Manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador.

6. m. Carácter propio que da a sus obras un artista plástico o un músico.

Con estas definiciones como antecedente me pregunto ¿Cuál es la tarea principal de diseñador? A mi parecer, su trabajo debe centrarse en resolver un problema específico, ya sea que se trate de un asunto relacionado con la comunicación, el desarrollo de un aparato o un equipo, el diseño de una colección de temporada, la generación de una estrategia; sea cual sea el área de aplicación, deberá considerar todas las características, condiciones y requerimientos para tratar de brindar la mejor solución que, por supuesto, sea viable, oportuna, adecuada y pertinente y, si es creativa e innovadora, mucho mejor.

Pero qué pasa cuando en lugar de buscar las soluciones apropiadas para cada proyecto, nos empeñamos en diseñar todo en un estilo “hi-tec”, “ecológico”, o “romántico”; o a todo lo que diseñamos le agregamos los elementos que están más “trendy”, utilizando por ejemplo los cuadritos y las bolitas; o estilizamos la figura humana siempre de la misma manera; o incorporamos un elemento como el acero inoxidable a todo lo que hacemos, únicamente porque ese es el estilo que más nos gusta o el que dominamos, o peor aún, porque es el que está de moda. Lo que sucede entonces es que, como diseñadores, no estamos ofreciendo las soluciones más adecuadas, nos estamos repitiendo, no buscamos la innovación y evidentemente no estamos siendo creativos.

En este punto también me pregunto ¿Es correcto anunciar de la misma manera una obra de teatro y una mayonesa? ¿Realizar el diseño de una colección de playa con los mismos elementos que los que utilizamos para un traje formal? Yo digo que no.

No debemos olvidar que un diseño que es viable, oportuno, adecuado y pertinente, mantiene un equilibrio entre la forma, la función y el significado. En otras palabras, siempre se debe buscar la solución que resulte más apropiada para el problema planteado. Pienso que —aunque es posible encontrar condiciones similares entre un problema y otro— los proyectos nunca serán lo mismo, por lo tanto no es posible aplicar las mismas soluciones a todos, ni estilísticas, ni funcionales y mucho menos significantes.

Dejemos el asunto de los estilos para los artistas, pero ese es otro tema y otra discusión.

Un héroe hipocondriaco

Un héroe hipocondriaco

Por Jaime Muñoz de Baena

Martín Mercado era, aparentemente, un hombre común. Vivía con su esposa y su hijo en una modesta casa, todos los días se levantaba a trabajar, y con su sueldo de seis mil pesos mensuales pagaba rentas, colegiaturas, impuestos, luz y predial.

Sin embargo, detrás de esa fachada de ciudadano promedio, se escondía su verdadera identidad: Supermarket, héroe justiciero al servicio de la ciudadanía, con impresionantes poderes como visión de rayos X, fuerza sobrehumana y súper velocidades.

La única persona que conocía su secreto era Carmen, su amorosa, paciente y resignada esposa.

Una noche, Carmen subió apresurada a la habitación. Al abrir la puerta, se encontró a Martín parado frente a un espejo, completamente desnudo y observándose con detenimiento.

Amor dijo Carmen, necesitan tu ayuda en un par de incidentes. El primero es un asalto a una sucursal de Banamex, parece que…

Que se chinguen los de Banamex  interrumpió Martín sin dejar de mirarse en el espejo Me han estado despertando diario a las seis de la mañana para cobrarme la tarjeta de crédito. Por mí que los asalten diario y con intereses.

¿Qué haces?

Estoy usando mi visión de rayos X para detectarme ese tumor que me ha estado molestando.

¡No tienes ningún tumor! replicó Carmen poniendo los ojos en blanco ¿Cuántas veces te has revisado?

Algo tengo. Como que no me he sentido bien últimamente.

Bueno, dijo Carmen resignada, si no vas a ir a ayudar a los del banco, hay también una situación de rehenes en un edificio corporativo en Santa Fe.

Eso suena mucho más interesante.

Martín se metió al baño y en menos de dos segundos reapareció en la recámara enfundado en su flamante traje negro y antifaz rojo.

¿Me regalas un par de aspirinas? le preguntó a Carmen.

¡No! Y vete ya que no me gusta que llegues tan tarde.

Supermarket, capaz de derrotar a cincuenta delincuentes armados él solo, no le discutía a su mujer. Se ajustó la capa, bajó las escaleras de su casa, abrió la puerta y desapareció de manera fugaz.

Veinte segundos después, apareció frente a un enorme edificio de oficinas completamente acordonado por la policía.

¡Supermarket! Exclamó un policía al verlo Qué bueno que llegaste.

¿Cuál es la situación? preguntó Martín con voz ronca.

Hay cuatro hombres armados y tienen secuestrados a siete empleados en el tercer piso. Al parecer quieren algunos documentos confidenciales de la empresa.

Cuando el policía volteó de nuevo, Martín ya había desaparecido.

Al llegar al tercer piso, Martín entró a la oficina y sorprendió a los cuatro delincuentes revisando todos los archiveros.

¡Nadie se mueva! exclamó.

Rehenes y delincuentes voltearon sorprendidos a verlo.

¡Supermarket! gritaron todos.

Señores  les dijo Martín a los delincuentes, entréguenme sus armas por favor y nadie saldrá lastimado.

Los delincuentes se quedaron petrificados unos segundos y finalmente alzaron sus armas para dispararle a Martín.

Usando su súper velocidad, Martín golpeó y desarmó a cada uno de sus rivales sin que nadie pudiera disparar un solo tiro.

Los rehenes aplaudieron y vitorearon emocionados, mientras su héroe sometía a los cuatro delincuentes, y los alzaba en el aire con una sola mano.

Se los advertí les dijo Martín.

Los cuatro hombres forcejeaban y lo maldecían, cuando de pronto, uno de ellos soltó un sonoro estornudo.

Martín cerró los ojos, soltó a los delincuentes, y se cubrió la cara con ambas manos.

¡No contaba con esto! ¡Maldito, me has envenenado con tus gérmenes!

Los cuatro delincuentes y los rehenes lo miraron completamente anonadados.

Martín se revolcó en el suelo durante varios minutos, gimiendo y manoteando, hasta que finalmente, y con cara de aturdimiento se levantó.

Probablemente termine en el hospital dijo todavía tosiendo, pero eso no me impedirá entregarlos a la justicia.

Martín tomo entonces las pistolas de los criminales, y con su súper fuerza las trituró una por una usando sus manos.

¡Supermarket atrás de ti! gritó de pronto uno de los rehenes.

Pero cuando Martín volteó, un quinto delincuente ya le había disparado cinco veces en la espalda.

Todos los presentes miraban en silencio mientras Supermarket se tentaba la espalda y gritaba adolorido.

¡Me penetró una bala!

Eso es imposible Supermarket le dijo uno de los rehenes, estás hecho de acero.

No, esta vez sí entró dijo Martín, lo puedo sentir.

¡Las balas están ahí en el suelo! insistió el rehén ¡Todas te rebotaron!

Pues hubo una que si entró.

No tienes ni una sola herida Supermarket dijo entonces el delincuente que le había disparado Te estás imaginando cosas.

¿Por qué todo el mundo me tiene que llevar la contra? gritó molesto Martín Es mi cuerpo y yo sé cómo me siento.

Y dicho esto, se tumbó en una silla y agregó suspirando:

¿Alguien me regala una aspirina?

Una mujer sacó un bote de Tylenol y se lo entregó a Martín ante la mirada perpleja de todos los presentes.

¡Que pinche día! exclamó Martín antes de tomarse las pastillas.

Todos se miraron con cara de aburrimiento.

Además últimamente he traído unos dolores de espalda brutales continuóY estoy convencido de que soy alérgico a la pasta de dientes y a los ejotes, siempre que me como uno me siento como si…

Perdón Supermarket interrumpió uno de los delincuentes, visiblemente incómodo e impaciente ¿Sería mucha molestia que nos entregaras a la policía?

Sí yo también tengo varias cosas que hacer dijo otro de los rehenes.

¿Podrían bajar a entregarse ustedes solos? preguntó Martín Me quiero quedar aquí un ratito porque creo que se me está bajando un poco la presión y como que me quiere dar migraña.

Los delincuentes lo miraron incrédulos durante varios segundos. Finalmente, ellos mismos desataron a los rehenes y todos comenzaron a salir de la oficina.

Martín acomodó dos sillas, se acostó, y antes de que saliera la última persona dijo:

¿Les encargo que me apaguen la luz? Soy muy sensible a estos focos blancos de oficina.

El último de los rehenes suspiró resignado y apagó la luz, dejando a al heroico Supermarket en total oscuridad.

Lo mejor y lo peor/ Charles Bukowski*

Lo mejor y lo peor/ Charles Bukowski*

Los hospitales y las cárceles

es lo peor

los manicomios

es lo peor

los áticos

es lo peor

los hoteluchos ruidosos

es lo peor

los recitales de poesía

los conciertos de rock

a beneficio de minusválidos

es lo peor

los funerales

las bodas

es lo peor

los desfiles

las pistas de patinaje

las orgías sexuales

es lo peor

la medianoche

las 3 de la madrugada

las 5:45 de la tarde

es lo peor.

Caer del cielo

los pelotones de ejecución

eso es lo mejor

pensar en la India

mirar los puestos de palomitas

ver al toro coger al matador

eso es lo mejor

las bombillas en cajas

un viejo perro escarbando

los cacahuates en una bolsa de papel

eso es lo mejor

pulverizar cucarachas

un par de calcetines limpios

el valor natural que vence al talento natural

eso es lo mejor

de pie frente a los pelotones de ejecución

echar migas a las gaviotas

cortar tomate en rodajas

eso es lo mejor

alfombras con quemaduras de cigarrillos

grietas en las aceras

camareras todavía sensatas

eso es lo mejor

mis manos muertas

mi corazón muerto

silencio

adagio de rocas

el mundo en llamas

eso es lo mejor

para mí.

* CHARLES BUKOWSKI ANTOLOGIA. Prólogo y traducción de textos de Umberto  Cobo. Arquitrave Editores, 2004

JOSE SACAL UN MEXICANO EN DIALOGO CON EL MUNDO

JOSE SACAL UN MEXICANO EN DIALOGO CON EL MUNDO

Por Gregorio Luke

Es difícil concebir un desafío artístico mayor al que se ha planteado José Sacal en sus paráfrasis. Se trata nada menos, de esculturas inspiradas en obras conocidísimas como El Grito de Munch, La Venus de Botticelli o el Guernica de Picasso. Sacal capta la esencia de la original y al dialogar con ella, nos invita a descubrirla de nuevo. Para poder enfrentar un reto así se requiere un ojo experto, manos sabias y la temeridad de medirse con las obras maestras del arte universal.

A través de su carrera Sacal se ha dedicado a redefinir lo que puede hacerse en la escultura, ha hecho esculturas de temas poco explorados como los pies, las rodillas o los corazones. Reconstruye y disecta torsos, experimenta con texturas, hace cuerpos que se entrelazan o se alargan y transforman en formas geométricas. Ha hecho esculturas de animales reales e imaginarios y retratos de personajes históricos, donde incorpora toda clase de objetos. Para Sacal todo es posible, la materia es dúctil y flexible. En sus manos la fantasía se vuelve real y tangible.

Cuando su maestro Francisco Zúñiga vio su obra por primera vez dijo: “este es un escultor nato” y supo guiarlo respetando su independencia. De su maestro, Sacal aprendió la importancia del oficio, el no conformarse hasta que el bronce “respire”. Sin embargo, las diferencias entre maestro y alumno no podían ser mayores. Zúñiga encontró su identidad en lo indígena, retratando una belleza opuesta a la occidental. Sus esculturas son terrenas, enraizadas en su propia tradición. En contraste, Sacal encuentra inspiración en mundos distintos al suyo. Su obra se sustenta no sólo en lo que ve, sino también en lo que sueña e imagina.

Si hay una constante en las obras de Sacal es precisamente el cambio, la experimentación permanente. Sacal nunca se repite, siempre busca cosas nuevas. Como Picasso, entiende que lo importante no es sólo el destino sino el camino. Vale la pena detenerse en el trayecto que ha recorrido.

Paradójicamente, Sacal recibió las primeras lecciones de estética en la tienda de su padre. Era un adolescente tímido. Le costaba trabajo hablar con los clientes y venderles cosas, para evitarse estas faenas, se dedicó a re-hacer los escaparates de la tienda. Experimentaba con los colores y las texturas y usaba toda clase de objetos para desplegar los productos. Aprendió a manipular los elementos visuales para captar la atención y guiar la mirada del público. Diseñar escaparates ofrecía la ventaja adicional de una retro-alimentación inmediata: las cosas se vendían o no.

La familia nunca vio con buenos ojos las inclinaciones artísticas de José, durante mucho tiempo tomaba clases de arte clandestinamente. Para complacer a su padre se inscribió en la carrera de medicina. Pero extrañamente todo contribuía a su formación como artista. En esa época se acostumbraba dar a cada estudiante de medicina un cadáver para practicar disecciones. Sacal pintó su cadáver de distintos colores, definiendo los músculos, las arterias y las venas. El contacto diario con un cadáver le permitió conocer el cuerpo humano de una forma mucho más profunda que en una clase de dibujo convencional.

Al mismo tiempo asistía a la Castañeda y convivía con enfermos mentales. Le impresionaban sus expresiones, el poder aproximarse a los límites gestuales del ser humano. Durante su estancia en La Castañeda conoció rostros y cuerpos desinhibidos, desprovistos de máscaras sociales. Organizó además talleres artísticos para los enfermos mentales y conoció su forma de pensar y ver el mundo.

En 1969 se casó con Silvia Farca, cuya familia tenía tiendas de vestidos de novia. Por años se dedicó a diseñar ropa y adaptar vestidos originalmente diseñados para cuerpos europeos o norteamericanos a cuerpos mexicanos. Si en las clases de medicina había aprendido a conocer los cuerpos por dentro, ahora podía analizarlos con ropa y en movimiento.

Otro aspecto muy importante en su formación han sido sus largos viajes a lugares inexplorados. José y Silvia Sacal han vivido largas temporadas en aldeas chinas de unos cuantos habitantes, convivido con indígenas del Amazonas, con aborígenes en Australia o antropófagos de Nueva Guinea. Han recorrido los polos, las selvas y los bosques. Han observado de cerca la diversidad geográfica y humana.

Como parte de sus viajes Sacal ha pasado largas horas en museos. No hay museo importante que no conozca y los recorre con la misma intensidad con la que estudia el resto de las cosas. La suya es una observación apasionada y vital. Las esculturas de este libro en las que José Sacal hace una recreación o paráfrasis de las obras que ha observado, son el resultado de este diálogo con el arte universal.

Dice Sacal: “Primero observo la obra de arte, trato de entender su dimensión en el espacio, me la grabo en el inconsciente, hago apuntes, a veces hasta la sueño. Pero cuando hago la escultura dejo que fluya el sentimiento libremente, a veces hasta destruyo los apuntes. Durante el proceso creativo nunca veo fotos o dibujos de la obra, pues acabaría copiando.”

La pregunta siempre es: ¿Cuál es la esencia? En el David por ejemplo, lo importante es la belleza y la fuerza. En el Moisés la severidad. En otras ocasiones Sacal crea la obra a partir de un elemento que el artista ha pintado reiteradamente como la Mujer con Iguana de Anguiano o las cosas que interesaron al artista, como es el caso de Diego Rivera, donde la escultura reúne sus dos pasiones: mujer y pirámide.

La resolución es siempre distinta. La esencia de los personajes se encuentra de manera intuitiva, sin saber de antemano como se va a resolver: “El Moisés es en un noventa por ciento pelo y barbas. En La Venus de Botticelli encontré que el viento es fundamental y había que expresar ese movimiento. En Venus hice el rostro muy influenciado por Silvia, mi mujer y dejé que el viento atravesara la escultura”

Algunas paráfrasis son una síntesis de muchas obras, tal es el caso de Modigliani. No está basada en ninguna obra específica, es una forma inventada. Pero a pesar de ello se reconoce de inmediato. Aquí Sacal capta ese alargamiento exquisito del maestro italiano. En otros casos la pintura que se escoge como punto de partida no es lo más conocido del artista, tal es el caso de Georgia O’Keefe, de quien se conocen sus flores pero Sacal escogió sus edificios. En la escultura Sacal maginó el edificio como un cuerpo humano inclusive le hizo alas que recuerdan a la estatua de la libertad.

En Grant Wood la escultura es la expresión de los dos personajes capta lo dominante de él, la frustración y la infelicidad de ella. El tranchete se continúa en el cuerpo cortado de la escultura. Para Sacal los cortes denotan luto y sufrimiento. Otra escultura donde los cortes expresan dramatismo es El Grito de Munch, es tan convincente esta escultura, que nos hace ver el dolor, como si pudiéramos tocar la angustia.

A partir del Guernica de Pablo Picasso hizo dos esculturas: Llorona donde se enfatizan las lágrimas a través de la magnificación de las pestañas y Caballo cuyo sufrimiento se expresa en los cortes y en los dientes. Dice Sacal: “siempre que sufrimos mostramos los dientes. En estas esculturas me sirvió mucho mi experiencia con los enfermos mentales, ellos siempre pintaban ojos y dientes, yo trato de evitarlos porque siento que en ellas hay distorsión mental.”

Hay ocasiones en las que Sacal parece meterse en el cuadro y observarlo por dentro. En las Meninas de Velázquez por ejemplo, la figura cuelga como si la estuvieran ahorcando. Al elevarla la vemos de diferentes ángulos y la desnudamos, nos asomarnos a su intimidad. En otros casos las paráfrasis son retratos del artista. Hay dos esculturas dedicadas a Dalí. Una es personaje construido con formas de cajas, la otra es una figura femenina con la cabeza de ladrillos. Los ladrillos para Sacal significan construcción.

En el caso de Frida Kahlo la escultura está inspirada en el personaje y en la obra. “Son dos Fridas pero no lado a lado como en su famosa pintura, eso hubiera sido una solución aburrida. Puse una Frida atrás de la otra, cada una expresa aspectos distintos del personaje: una la mexicana y otra la europea. La diferencia entre las Fridas se acentúa con la textura del bronce. Dice Sacal: “Zúñiga usaba las texturas para expresar lo indígena, la textura es lo más mexicano en la obra de Zúñiga.”

Lo más emocionante de las paráfrasis de José Sacal es ver cómo un artista mexicano está renovando el lenguaje escultórico universal. Sacal es un artista vibrante, lleno de ideas, Tiene el oficio y la originalidad para abrir nuevos caminos e intentar cosas que no se habían hecho antes. La obra de Sacal es la inteligencia transformada en bronce.

LOS DIOSES CREADORES

LOS DIOSES CREADORES

Por Alfonso Caso*

Dos son los dioses que alternativamente han creado las diversas humanidades que han existido: Quetzalcóatl, el dios benéfico, el héroe descubridor de la agricultura y de la industria, y el negro Tezcatlipoca, el dios todopoderoso, multiforme y ubicuo, el dios nocturno, patrono de los hechiceros y de los malvados. Los dos dioses combaten y su lucha es la historia del universo; sus triunfos alternativos son otras tantas creaciones.

Las tradiciones no están de acuerdo en el orden que deben seguir las diversas creaciones. Según una de ellas, la primera época del mundo o Sol se inicia así:

Tezcatolipoca, el nocturno, el que tiene por nahual o disfraz el tigre, cuya piel manchada semeja el cielo con los enjambres de estrellas, fue el primero que hizo el sol y empezó la era inicial del mundo. Los primeros hombres fueron entonces los gigantes, que habían sido creados por los dioses y no sembraban ni cultivaban la tierra, sino que vivían comiendo bellotas y otras frutas y raíces silvestres. Tezcatlipoca era también la constelación de la Osa Mayor, que a los aztecas se les figuraba un tigre, y cuando gobernaba el mundo como sol que era, su enemigo Quetzalcóatl le dio un golpe con un bastón y cayó al agua transformándose en tigre y se comió a los gigantes, quedando despoblada la tierra y sin sol el universo. Esto ocurrió en el día llamado “4. Tigre”.

Quezalcóatl se hizo entonces sol y lo fue hasta que el tigre Tezcatlipoca lo derribó de un zarpazo. Se levantó entonces gran viento y todos los árboles fueron derribados y la mayor parte de los hombres perecieron, pero algunos quedaron convertidos en monos; es decir, en hombres disminuidos. Esto sucedió en el día “4. Viento”. Los hombres sólo comían entonces piñones de los pinos o acocentli.

Los dioses creadores pusieron entonces por sol al dios de la lluvia y el fuego celeste, Tláloc, pero Quezalcóatl hizo que lloviera fuego y los hombres perecieron o quedaron convertidos en pájaros. Esto sucedió en el día “4. Lluvia”. La comida de los hombres durante esta edad era una semilla llamada acecentli o sea “maíz de agua”.

Entonces Quezalcóatl puso por sol a la hermana de Tláloc, la diosa Chalchiuhtlicue, “la de las faldas de jade”, diosa del agua, pero fue quizá Tezcatlipoca el que hizo que lloviera con tal fuerza, que la tierra se inundó y perecieron los hombres o fueron transformados en peces. Esto sucedió en el día llamado “4. Agua”. Durante esta edad comían cencocopi o teocentli.

El cielo, que es de agua, cayó sobre la tierra y fue menester que Tezcatlipoca y Quezalcóatl lo levantaran para que empezara a aparecer ésta; por eso vemos a Quezalcóatl sosteniendo al cielo con sus manos, en el Códice de Viena.

Siguiendo otras tradiciones, la primera destrucción debía haberse hecho por el agua, y los hombres quedaron convertidos en peces, la segunda por el fuego y los hombres quedaron convertidos en aves, la tercera por el viento y los hombres quedaron convertidos en monos, y la cuarta y última por los tigres que se comieron a los gigantes, quedando entonces despoblada la tierra. En favor de esta tradición tenemos el hecho de que los gigantes, llamados quinametzin, se mencionan ya en las tradiciones históricas habitando la tierra y aun peleando con los hombres, principalmente en la region de Tlaxcala.

Por otra parte, la destrucción por el agua, fuego, aire y tigres, y la conversión de la humanidad en peces, aves, monos y gigantes, parece ya señalar una idea no de evolución, pero si de progreso en los diversos ensayos que hacen los dioses, idea que también se encuentra, como vamos a verlo, en las tradiciones de otros pueblos de Mesoamérica, así que en el primer ensayo la humanidad se transformaría en peces, y en el segundo en aves; en el tercero, el intento de crear a la humanidad resultaría también fallido, pero los hombres ya quedarían convertidos en monos, mientras que en el cuarto intento ya eran hombres, sólo que con características de bárbaros, que no sembraban y que vivían, como dice la tradición, de comer bellotas y raíces.

Del mismo modo las diversas plantas que se citan como comida  de la humanidad van acercándose progresivamente al ideal de alimentación del indio mesoamericano que, casi es inútil decirlo, está representado por el máiz. En efecto, la última planta citada, el cencocopi, no es otra cosa que el teocentli, planta tan semejante al maíz, que se ha llegado a considerar que es el antepasado Silvestre  de esta gramínea, o bien, según las últimas investigaciones, una de las plantas que por hibridación ha engendrado el máiz actual. A veces se citan sólo los nombres esotéricos de los alimentos de las humanidades pretéritas; así las bellotas se llamaban “7. Hierba”; el acocentli se llamaba “12. Serpiente”; el acecentli (Milium) se llamaba “4. Flor” y el teocentli, “7. Pedernal”; mientras que el maíz actual se llamaba “7. Serpiente”.

Había en la idea de las múltiples creaciones, además de ese sentimiento de ensayo divino, que los dioses destruyen por imperfecto, la idea de que los mundos que se van creando se van acercando a la perfección.

Para el azteca, en consecuencia, no todo tiempo pasado fue mejor; la edad de oro no hay que colocarla en el principio de las cosas, sino que son los dioses los que al ir ensayando sus múltiples creaciones lograron encontrar al fin la solución que los lleva a la creación de una humanidad perfecta y un alimento perfecto.

Concuerda en gran parte esta idea de las múltiples creaciones con los mitos que nos han quedado de los quichés, pues en su libro sagrado, el Popol Vuh, se relata que el creador hizo varios intentos antes de realizar su obra perfecta. Así se crearon primero los venados y la aves; pero, como no pudieron elevar al cielo sus plegarias, fueron condenados y sus “carnes serán molidas entre los dientes”. La segunda creación fue de hombres de barro, la tercera de hombres de madera, pero tuvieron que ser destruídos porque carecían de corazón y no podían alabar a los dioses. Sólo cuando éstos emplearon la semilla del maíz para construir el cuerpo del hombre, éste pudo vivir, y los cuatro hombres construídos con maíz pudieron al fin dar gracias a los dioses por su creación.

También aquí encontramos la idea de que los dioses exigen de los hombres un culto constante, y que la creación no es un don gracioso hecho al hombre por el dios, sino un compromiso que implica la obligación de una adoración continua por parte del hombre.

El mito quiché, como el mito azteca, indica además que para estos pueblos los bárbaros que no sembraban máiz y que no tenían el culto organizado de las grandes teocracias centroamericanas eran como remedos de hombres que tenían que ser destruídos, pues no había aparecido para ellos el alba de la cultura, según se expresa en el Popol Vuh, y vemos también que la idea de las creaciones múltiples es, como entre los aztecas, la expresión de ensayos progresivos que hacen los dioses, creando primero los animals y ensayando después materias más y más nobles, hasta dar con el maíz, que es aquí otra vez la sustancia divina de la que está formado el cuerpo del hombre.

Después que se destruyó la última humanidad –sea por el agua como lo quiere una de las tradiciones, o porque los dioses acabaron con los gigantes como lo quiere la otra–, es de todos modos cierto que el Sol se había perdido en la catástrofe, y que no había quien iluminara el mundo. Entonces se reunieron los dioses en Teotihuacán y determinaron que uno de ellos se sacrificara y se convirtiera en Sol.

Dos dioses se prestaron para ese sacrificio, uno de ellos, rico y poderoso, se preparó ofreciendo al padre de los dioses bolas de copal y liquidámbar, y en vez de espinas de maguey, tintas en su propia sangre, ofrecía espinas hechas de preciosos corales. El otro dios, pobre y enfermo, no podia ofrecer más que bolas de heno y las espinas de maguey teñidas con la sangre de su sacrificio.

Cuatro días seguidos ayunaron y se sacrificaron los dioses que iban a intentar la prueba, y al quinto todas las deidades se colocaron en dos filas, al final de las cuales se encontraba el brasero sagrado, en el que ardía un gran fuego, para que se arrojaran los que habían de intentar la prueba y salieran para alumbrar con su brillo el mundo. El dios pobre y el dios rico se prepararon para intentarla. Tocó el primer lugar al rico, como más poderoso, pero aun cuando se lanzó tres veces siempre se detuvo al borde de la hoguera sin atreverse a dar el salto.

Probó entonces el desvalido su valor, y cerrando los ojos dio un salto y cayó en medio del brasero divino que alzó  gran llama. Cuando ésta se apagaba, el rico, avergonzado de su pusilanimidad se arrojó a la hoguera y se fue consumiendo. También el tigre entró en las cenizas y salió con la piel manchada, y el águila también entró, y por eso tiene las plumas de la cola y de las alas ennegrecidas.

Los dioses que se habían sacrificado habían desaparecido, pero el astro no se mostraba aún y las otras deidades inquietas se preguntaban por dónde aparecería. Por fin salió el Sol y casi inmediatamente brotó la Luna, que brillaba tanto como el primero. Los dioses indignados por su osadía le dieron en el rostro un golpe con un conejo, déjàndoles esta señal que aún conserva, pues para el azteca las manchas de la Luna representan la figura de un conejo.

Pero el Sol no se movía; estaba en la orilla del cielo y no parecía dispuesto a hacer su camino. Preguntáronle entonces el motivo las deidades, y la respuesta fue terrible. El Sol exigía el sacrificio de los otros dioses ; es decir, de las estrellas. Uno de ellos, el planeta Venus, le lanzó una flecha para herirlo, pero el Sol la tomó y con la misma flecha lo dejó muerto, siguiendo después los otros dioses y muriendo al final Xólotl, el hermano gemelo de Venus, que es a veces la primera y otras la última estrella que desaparece entre los rayos del Sol. Pero como Xólotl, además de ser el dios de los gemelos y por esta misma razón el dios de los monstruos, era un extraordinario hechicero, su muerte no fue tan sencilla, pues se transformó primero en maguey doble que se llama mexólotl, y en el máiz doble y en muchas otras cosas dobles o monstruosas, y por ultimo se transformó en el axólotl o “ajolote” que vive en el agua, y allí lo mató el Sol.

Pero en el mito azteca de la creación de los soles hay una idea que no encontramos en el libro quiché; la de que este quinto Sol que actualmente nos alumbra también ha de acabar como los otros y que su fin lo han de causar los terremotos en un día llamado “4. Temblor”.

Esta catástrofe se esperaba que ocurriera precisamente al terminar un siglo indígena de 52 años. Llegada la noche de ese día,  se apagaban todos los fuegos en la ciudad y se encaminaban los sacerdotes en procesión, seguidos por el pueblo, hasta un templo que estaba en la cumbre del cerro de la Estrella, cerca de Iztapalapa. Llegados allí,  esperaban hasta la medianoche, y si una estrella, con la que ellos tenían su cuenta, que probablemente era Aldebarán o el conjunto de la Pléyades o “Cabrillas”, pasaba en su curso por lo que ellos consideraban  que era el medio del siglo, quería decir que el mundo no terminaría, y que el Sol saldría a la mañana siguiente, para combatir contra los poderes nocturnos. Pero si Alderabán, llamado Yohualtecuhtli, no hubiera pasado del medio del firmamento en esa noche, entonces las estrellas y los planetas, los tzitzimime, habrían bajado a la tierra y convertidos en fieras espantables devorarían a los hombres, antes que los terremotos arruinaran al Sol.

Por eso cuando Aldebarán pasaba el meridiano, se encendía el fuego y con gran alegría se llevaba a los templos locales y de allí a los hogares, indicando en tal forma que los dioses se habían apiadado de la humanidad y le concedían un siglo más de vida.

Nótese cómo el fin de cada época, en la leyenda de los soles, acaece precisamente en un día que tiene el numeral 4; lo que también sucede con las épocas mayas, pues precisamente la anterior a la actual terminó, según los mayas, con un día de nombre “4. Ahau”, y la época que había precedido a ésta también terminó con otro día que llevaba el mismo nombre.

*Alfonso Caso, EL PUEBLO DEL SOL. Fondo de Cultura Económica, Colección Popular. México, Tercera reimpresión 1978.

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