Vicente Huidobro / Cuatro poemas

Vicente Huidobro / Cuatro poemas

TE AMO MUJER DE MI GRAN VIAJE

Te amo mujer de mi gran viaje

Como el mar ama al agua

Que lo hace existir

Y le da derecho a llamarse mar

Y a reflejar el cielo y la luna y las estrellas

 

LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE

Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia

Hay la espera de mí mismo

Y esta espera es otro modo de presencia

La espera de mi retorno

Yo estoy en otros objetos

Ando en viaje dando un poco de mi vida

A ciertos árboles y a ciertas piedras

Que me han esperado muchos años

Se cansaron de esperarme y se sentaron

Yo no estoy y estoy

Estoy ausente y estoy presente en estado de espera

Ellos querrían mi lenguaje para expresarse

Y yo querría el de ellos para expresarlos

He aquí el equívoco el atroz equívoco

Angustioso lamentable

Me voy adentrando en estas plantas

Voy dejando mis ropas

Se me van cayendo las carnes

Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas

Me estoy haciendo árbol

Cuántas veces me he ido

Convirtiendo en otras cosas…

Es doloroso y lleno de ternura

Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación

Hay que guardar silencio

Esperar en silencio

 

AHORA QUE MIS OJOS VUELAN

Ahora que mis ojos vuelan entre planetas ajenos

Como una botella en alta mar

O en un cielo de todos colores

Sin una sola casa donde entrar en la tarde

Ahora que mis manos escaparon del fuego

En una barca tan rápida como el ocaso

Y casi más que la muerte huyendo del caballo que quiere morderle

Ahora hace frío por el odio que nos tiene la montaña

Hace frío porque se han dicho palabras tristes

Se ha dicho barca ocaso y ojos

Que son una misma cosa

Yo amo el viento que viene de los astros

Envolviendo los rayos cósmicos tan buscados por los hombres

Mientras ellos sólo se interesan por ciertas hierbas

De sabor delicado y olor penetrante

Tan penetrante como ellos mismos

Yo amo los ojos de grandes alas

Y amo el ocaso tan rápido como una barca

Y las manos y la montaña que se deja acariciar

Y una roca llena de amor que desafía al mar

Y un mar que desafía todas las estrellas

Amo el árbol viejo que tiene muchos niños

Un paisaje inmortal mirando nacer sus flores

Un río de cabellos blancos que aún salta entre las piedras

Unos ojos y unas manos lavadas del incendio

Un corazón que late

Como un sapo casi aplastado por una carreta

Y una selva de todos colores

Sin ningún sentido del bien y del mal

Una selva encima de la selva

Para la ternura de los pájaros perdidos

Allá tan lejos de su país natal

 

LA MUERTE QUE ALGUIEN ESPERA

La muerte que alguien espera

La muerte que alguien aleja

La muerte que va por el camino

La muerte que viene taciturna

La muerte que enciende las bujías

La muerte que se sienta en la montaña

La muerte que abre la ventana

La muerte que apaga los faroles

La muerte que aprieta la garganta

La muerte que cierra los riñones

La muerte que rompe la cabeza

La muerte que muerde las entrañas

La muerte que no sabe si debe cantar

La muerte que alguien entreabre

La muerte que alguien hace sonreír

La muerte que alguien hace llorar

La muerte que no puede vivir sin nosotros

La muerte que viene al galope del caballo

La muerte que llueve en grandes estampidos

 

Vicente Huidobro. ÚLTIMOS POEMAS. Material de lectura, serie poesía moderna 43. Departamento de Humanidades. DIRECCIÓN GENERAL DE DIFUSIÓN CULTURAL / UNAM. Selección y nota introductoria de Hernán Lavín Cerda

Odio a los indiferentes

Odio a los indiferentes

Antonio Gramsci

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

11 de febrero de 1917

Notas: [1] Publicado en La Città futura, 1, febbraio del 1917:1-1 [2] Cfr. Friedrich Hebbel, Diario, trad. e introduzione di Scipio Slataper, Carabba, Lanciano 19I2 (“Cultura dell’anima”), p. 82: “Vivere significa esser partigiani” (riflessione n. 2127). Questo stesso pensiero di Hebbel era stato pubblicato nel numero del “Grido del Popolo” del 27 maggio 1916, insieme con le seguenti due “riflessioni” tratte dalla medesima opera: ” 1. Un prigioniero è un predicatore della libertà. 2. Alla gioventù si rimprovera spesso di credere che il mondo cominci appena con essa. Ma la vecchiaia crede anche più spesso che il mondo cessi con lei. Cos’è peggio? ”Traducción: Hugo R. Mancuso

«Gracias» por ser corruptos

«Gracias» por ser corruptos

Benedicto Torres y Soriano ( A.K.A G M de B)

La corrupción es un fenómeno cotidiano en México y lo peor de todo es que parece estar diseñado por las propias autoridades. Se trata de un mecanismo que funciona perfectamente y parece que no hay escapatoria. Me explico: El otro día iba conduciendo mi coche y, por la prisa y la distracción, me di una vuelta prohibida en uno de esos extraños cruces de calles que se han generado a partir de que circulan por la Ciudad de México los Metrobuses; lo que antes era un enorme eje vial de 6 carriles, ha quedado convertido en una extraña y dividida calle en la que hay que ingeniárselas para circular, por lo que casi es necesario ser un experto en cartografía.

El caso es que un par de calles adelante del extraño crucero, me marcó el alto una patrulla. Por supuesto lo primero que pensé fue Chin, la cual es una expresión que nada tiene de esperanzadora. Una vez que me detuve, la patrulla se paró detrás de mi coche y de ella bajó un corpulento policía que lucía una de esas camisas blancas con amarillo fosforescente capaces de arruinar la mejor de las retinas. Se acercó a mi ventanilla y me dijo en tono ligeramente sarcástico: «¿Si sabe por qué lo detuvimos verdad?», por un momento pensé revirar con un «¿para que me muera de envidia porque no tengo un atuendo tan llamativo como el suyo?» Preferí no hacerlo porque eso me podría significar un VTP a las Islas Marías.

Me pidió mis documentos y después de revisarlos minuciosamente, sacó de entre sus ropas un reglamento de tránsito y me señaló una página en la cual se describía la infracción que yo había cometido. No sé si efectivamente era un reglamento vigente y tampoco se si esa referencia era cierta porque en un acto de prestidigitación, le daba vuelta a las páginas. Según el oficial de policía, la infracción cometida ameritaba un montón de días de salario mínimo (que a la hora de sumarlos no era cosa mínima) pues equivalía a más de dos mil pesos, más una penalización de puntos a mi licencia de conducir y perder el privilegio de la licencia permanente.

Asombrado por el enorme costo punitivo de dar una vuelta prohibida en una país donde la impunidad del crimen organizado es galopante, no me quedó más remedio que decirle al policía que por supuesto estaba en un gravísimo problema, no por lo que cometí sino porque no contaba con todo ese dinero y que si sería tan amable de ayudarme «No le entiendo», me dijo; y yo por un momento creí que me había topado con el único policía incorruptible del país «Pues ya sabe, écheme la mano oficial» le dije; «y de cuánto va a ser la ayuda» me contestó; le expliqué que cuando mucho traería doscientos pesos. Por suerte no insistió en que no me entendía y se dirigió hacia su patrulla, cuando regresó hasta mi  coche me pidió que me echara en reversa, que la patrulla me abriría paso para salir de Insurgentes y continuar la negociación en una calle más pequeña… y sin cámaras.

Ya lejos de las indiscretas miradas de las lentes de vigilancia, no me quedó otra que «ponerme la del Puebla» con el policía. Lejos de sentirme enojado y/o ofendido por lo que había sucedido, respire aliviado porque tengo entendido que no sólo se tiene que cubrir el monto de la infracción, sino que es imposible sacar un coche del corralón si hay tenencias o verificaciones pendientes de pago.

Así es, las leyes en México están hechas para que el soborno no genere cargo de conciencia sino agradecimiento, un profundo agradecimiento.

La heterodoxa Crucifixión de Crivelli

La heterodoxa Crucifixión de Crivelli

Por Luis Ignacio Sáinz

I

Las representaciones icónicas de un episodio sacro tan vertebrante, como el de la Crucifixión, del hijo del Creador ni más ni menos, esa ambigüedad magnífica de hombre-Dios-hombre, suelen focalizar su atención en lograr transmitir la belleza del dolor, entendido como valor necesario de la redención del género humano. Vaya vaya, que semejante teoría de la salvación linda con el horror y provoca el pánico; y, sin embargo, es el núcleo de la Pasión, su momento culminante: morir por amor al otro. Volverse prenda de una negociación inconcebible con el Altísimo, vicario (del latín vicarius, suplente, sustituto; su acusativo vicem, “en lugar de”) que encarna a los pecadores en su castigo y /o penitencia. Si eso le ocurre al mismísimo emisario celeste, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, imaginen ¿qué les espera a los fieles de la palabra, acaso briznas del tiempo, soplos mortales y vahos azarosos?

Que fallezca Dios no es poca cosa, y si se trata de una sentencia que tiene como anti-premio la muerte en la cruz, y que ese laudo romano haya sido ratificado por los compatriotas mismos de la encarnación divina, eligiendo al Mesías como víctima propiciatoria, suena monstruoso. Pero aquí no se pone el acento, los cronistas de este sacrificio voltean su mirada hacia otro lado, se detienen en el consuelo del más allá; en la entrega amorosa al límite por redimir de sus pecados a la comunidad de fieles; confiando a plenitud en el apotegma de Isaías (53:5): “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Y a esta figura de la teología se le denomina “expiación sustitutiva”.

Lo aclarará el agustino renovador, Martín Lutero, pues exprimirá la savia de un pasaje de las Escrituras que diese la impresión de manifestarse entre brumas: “Cristo el poder de Dios, justicia, bendición, gracia y vida, vence y destruye a estos monstruos: el pecado, la muerte y la maldición, sin guerra o armas, en su propio cuerpo y en sí mismo” (Gálatas 3: 13-14). Y esta cifra o resumen nos explica el por qué el Calvario deviene esencial en el Nuevo Testamento, ya que sin esa prueba consumada carecería de sentido, como narración y como empeño de gracia. De modo tal que representar dicho misterio será literalmente una epifanía (del griego επιφάνεια, “revelación, manifestación”) crucial (esa instantia crucis que ya aparece en el Novum Organum Scientiarum de Francis Bacon, 1620) en la iconografía de Jesús-Cristo.

Este preámbulo, que se extiende siguiendo la traza de un laberinto, nos conduce, en teoría, a un corolario único: el del inveterado agradecimiento de los píos. Y teniendo en mente las imágenes de la Crucifixión como tópico plástico, concordaríamos en reconocer la arraigada deuda de la expiación. Empero, más que una voz, será un pincel el que se levante para irrumpir en la paz de los creyentes, mostrándonos que, hasta la Virgen María y san Juan el Evangelista (del griego εὐαγγέλιον, “mensaje feliz”), eventualmente y con sutileza, pueden mostrar su desacuerdo, no compartiendo quizá el elevado costo pagado por el mensajero salvífico, aún más, incluso, su negación de la especie metafísica que lo constituye, la condición de ser hijo de Dios.

Que yo sepa nadie se había atrevido a tanto siendo miembro de la comunidad de fieles, y esto es lo que hace Carlo Crivelli en su composición. Obra maestra resguardada en la Pinacoteca de Brera que evidencia el disenso de la madre terrestre del Nazareno y del discípulo al que amaba Jesús, ese que se recuesta en su pecho durante la Última Cena (Juan 13: 25) y a quien confía a María desde la Cruz (Juan 19: 25-27). ​Sorprenden las ausencias de su hermana María, la mujer de Cleofás y de María Magdalena, tratándose del testimonio del apóstol referido.

Ambos protagonistas muestran unos rostros turbados, alterados, que contravienen –como posible lectura de interpretación- la decisión de entregarse al martirio en beneficio de otros. Distancia, incredulidad, enojo, sentimientos apuntados en los ceños fruncidos, la contracción de los músculos de la cara, las miradas inyectadas de rabia o ira, la distancia asumida por la Virgen, la búsqueda de los porqués en la mano extendida y la mueca del semblante del desterrado en la isla de Patmos. Exangüe, el Mesías, se despide con una expresión desde la lejanía, dejo transmundano que ya estimara justo y oportuno su holocausto.

Carlo Crivelli (c. 1435-1495): Crucifixión con la Virgen María y San Juan Evangelista; 1488-90; temple y óleo sobre madera; 278 x 75 cm. Pinacoteca de Brera, Milán.

Ambos protagonistas muestran unos rostros turbados, alterados, que contravienen –como posible lectura de interpretación- la decisión de entregarse al martirio en beneficio de otros. Distancia, incredulidad, enojo, sentimientos apuntados en los ceños fruncidos, la contracción de los músculos de la cara, las miradas inyectadas de rabia o ira, la distancia asumida por la Virgen, la búsqueda de los porqués en la mano extendida y la mueca del semblante del desterrado en la isla de Patmos. Exangüe, el Mesías, se despide con una expresión desde la lejanía, dejo transmundano que ya estimara justo y oportuno su holocausto

La Cruxificción (detalle)

La Cruxificción (detalle)

El universo del veneciano Crivelli se agota en la iconografía religiosa, con encargos de franciscanos y dominicos en Ascoli. Paradójico que imágenes tan perturbadoras y hasta grotescas, no le hayan granjeado conflictos, cercanas a las composiciones de Cósimo Tura (c. 1430 – 1495), su contemporáneo ferrarense, otro relapso seductor. Aquí presente con una versión inusitada. Jesús ha entregado su alma al Creador. En más de un sentido, ha finalizado su prueba, lo que le permite reunirse consigo mismo. Emprende el viaje desafiando la gravedad de las ataduras de su cuerpo profano, flotando o levitando, despojado de los maderos donde fuese sostenido por tres clavos en su martirio, pues tales son físicos y no tienen cabida en la bóveda celeste. Es una cáscara, su propia mortaja, no emite señal alguna, se limita a ascender, dejando evidencia de ello con la estela de humo, gas o luz que desprende su movimiento. La cabeza está provista con un yelmo sin celada que suple a la corona de espinas, y que cuenta con una suerte de aspa como si dicho adminículo, en caso de serlo, fuese responsable de su locomoción. Solía coronar al San Jerónimo penitente.

 

Cósimo Tura (c.1430-1495): Cristo crucificado; 1479; temple sobre madera de álamo (chopo); 22 x 17 cm. Pinacoteca de Brera, Milán.

Cósimo Tura (c. 1430-1495): San Jerónimo penitente; 1479; temple sobre madera de álamo (chopo); 101 x 57 cm. Galería Nacional, Londres.

II

Carlo Crivelli da por sabido que el suplicio de la cruz cobra la vida humana, acaso histórica, de Jesús. No le dedicará tiempo a este hecho, por importante que sea; se centrará a contracorriente en establecer las reacciones y consecuencias de esa muerte: ¿cómo la perciben y la procesan los espectadores del teocidio? Una de las respuestas que ofrece a tan tremendo acertijo, se materializa justamente en La crucifixión con la Virgen María y San Juan Evangelista. Lo atrapa más el psicologismo que la representación verosímil del acontecimiento; otro tanto hará Cósimo Tura.

Ambos podrán divagar sobre este tipo de cuestiones esotéricas gracias a que Andrea Mantegna (1431-1506) ya había ofrecido el análisis forense, tras efectuar el reconocimiento anatómico e identificar las heridas, cerraría el expediente, procediendo a que los deudos recuperasen el cadáver y procediesen a su atención para cumplir el entierro ritual. Lamentación sobre Cristo muerto es un punto de inflexión en el tratamiento de los cuerpos en el espacio, alcanzando una cota insuperable en la aplicación de la perspectiva y el escorzo.

Andrea Mantegna (1431-1506): Lamentación sobre Cristo muerto; c. 1483; temple sobre lienzo; 68 x 81 cm. Pinacoteca de Brera, Milán.

Este monstruo del renacimiento, influencia en Alberto Durero, Giovanni Bellini o Leonardo da Vinci. Y tendremos que esperar hasta 1512-1516 para que irrumpa en el imaginario del martirio de Jesucristo un tratamiento tan novedoso como el del alumno de Francesco Squarcione en su studium de Padua. Me refiero al retablo de Isenheim en Colmar, la Alsacia francesa, ese políptico inagotable concebido al temple y el óleo sobre madera de la autoría de Matthias Grünewald, también llamado Mathias Gothardt Neithardt, en particular el panel central dedicado a la Crucifixión y el Santo Entierro en su predella, donde el hijo de Dios nos convida una morfología exacta de lo que sufre un cuerpo devenido cadáver con todos los síntomas de la “pudrición”, en la voz de Baltazar Gracián

Mathias Grunewald: La Crucifixión, panel central; y el Santo Entierro, predella; 1512-1516; temple y óleo sobre madera; 269 x 307 cm. (Sólo La Crucifixión); Retablo de Isenheim, Museo de Unterlinden, Colmar, Alsacia

El originario de Isola di Cartura sacaría provecho a raudales de las estancias de hacedores de imposibles en Padua: Filippo Lippi y Paolo Ucello, que le aportan el perspectivismo, Donato di Niccolò di Betto Bardi, llamado Donatello, a quien le debe la monumentalidad de sus figuras, en lo que se ha dado en calificar su “estilo pétreo”.

Difícil encontrar una obra capaz de rivalizar en trascendencia con este vademécum de lo que sí se debe hacer a la hora de pintar: Lamentación sobre Cristo muerto. Un continente terreno espera su preparación para el depósito en el sepulcro; habrá sido sometido a un ritual de purificación (tahará), llevado a cabo por cuidadores mixtos (hombres y mujeres) o jevrá kadisá y lo cubrirán con una mortaja funeraria o tachrachim. De existir contenidos sacro y profano, uno migró ya a casa de su Padre para acompañarlo a su diestra en espera del Juicio Final y su prometido regreso, la Parusía; otro se desvaneció en su ser materia, permaneciendo en el orbe doloroso que fuera escenario de su Pasión.

III

La Pinacoteca de Brera es el corazón de un enjambre de instituciones culturales y científicas de la Lombardía en Milán. En el antiguo monasterio de la Orden de los Humillados (s. XIV), disuelta en 1571 por el papa Gregorio XIII, a partir de sus vestigios fue habilitado un colegio jesuita de formación, cuyo rector Pallavicini impulsaría la creación de un Observatorio Astronómico desde 1764, para lo cual logró incorporar a un colega de congregación adscrito a la Universidad de Pavía como titular de la cátedra de matemáticas, el croata Ruggiero Boscovich (Dubrovnik, 171-Milán, 1787) para que se encargase del proyecto, mismo que entró en operación un año más tarde. En 1770 se le conferiría la dirección del sofisticado mirador, aunque tres años después el pontífice Clemente XIV suspendería la Compañía de Jesús, trasladándose su gestión al gobierno imperial, es decir al Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana hasta 1797 cuando las tropas de Napoleón Bonaparte vencieran a la Primera Coalición (Austria y aliados).

María Teresa, reina de Hungría y Bohemia, emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico y archiduquesa de Austria, establecería allí mismo el Museo Astronómico-Orto botánico en 1774, que ahora forma parte de la Universidad de Estudios de Milán; y en 1776 fundaría la Academia de Bellas Artes, en la actualidad una universidad pública de vocación transdisciplinaria; el mismo año la cabeza de la casa de Habsburgo abriría al público la Biblioteca Nacional Braidense, con un acervo de más de millón y medio de manuscritos, códices, libros y documentos. Con el triunfo napoleónico en 1797, surgiría la Academia de Ciencias y Letras, a imagen y semejanza del Instituto de Francia. Vencido el corso, se impondrá la Restauración, hasta que, por fin, se concede que la unificación de Italia se feche en 1861. Incluso Alessandro Manzoni, el autor de I promesi sposi, fue su director; y en su primer aniversario luctuoso, Guiseppe Verdi compuso la Misa de Réquiem (1874).

La Pinacoteca de Brera dañada por los bombardeos de octubre de 1942 y de agosto de 1943. Las bombas destruyeron por completo 26 de las 34 salas que originalmente integraban el edificio.

 

En diciembre de 1948 ya se había realizado la consolidación estructural del inmueble, incluyendo la cubierta de las 34 salas destruidas.

 

El 9 de junio de 1950 Fernanda Wittgens inauguró Brera frente a las máximas autoridades del Estado italiano.

Brera demostrará al cierre del siglo XIX y tras las dos conflagraciones del siglo XX, que su vocación consiste en sobrevivir, actualizarse y representar un modelo de gestión patrimonial y de desarrollo académico: en calidad de enclave de instituciones de investigación y creación científica y cultural diversas; por el crecimiento, restauro y estudio de sus colecciones biblio-hemerográficas y documentales, así como de pintura, estampa y escultura; de artefactos astronómicos, y especies de plantas. Se mantiene vigente con poco más de doscientos cincuenta años de antigüedad, fundando una tradición intelectual vigorosa y dinámica.

Le tocará a Fernanda Wittgens (1903-1957) concluir el sueño compartido de “la Gran Brera” con su mentor y jefe Ettore Modigliani (1873-1947), reintegrado tras la caída del fascismo y la “normalización democrática” en 1946. Le sucederá su discípula y aliada, siendo la primera mujer en dirigir esta Pinacoteca o cualquier museo o galería de importancia nacional.

Fernanda Wittgens (1903-1957).

 

Ettore Modigliani (1873-1947).

Altruismo en tiempos difíciles

Altruismo en tiempos difíciles

Por Gabriela Gorab

Según The Mainichi Shimbun (uno de los periódicos más importantes de Japón) el libro La peste del Premio Nobel Albert Camus (Argelia,1913 – Francia,1960) ha tenido una alta demanda en las librerías del país nipón a partir de que el Coronavirus comenzó a propagarse en esa región a principios de febrero, y la razón es evidente: esta novela, publicada en 1947, narra los problemas que enfrenta la ciudad argelina de Orán al ser azotada por un brote de peste bubónica y en sus páginas profundiza acerca de temas como la solidaridad y las consecuencias que se tienen que enfrentar cuando por razones de un bien superior se hace necesario restringir las libertades individuales para proteger a la comunidad.

Es claro que el surgimiento del COVID-19 se ha extendido por el globo terráqueo sembrando el pánico, sin embargo me parece que, además del comprensible temor por cuestiones sanitarias, gran parte de la población sufre de un miedo aberrante al aislamiento, a la posibilidad de estar con ellos mismos o encerrados con sus seres queridos prácticamente las 24 horas.

En La peste Camus nos presenta algunas de las características esenciales de la naturaleza humana: la paranoia, el terror a lo desconocido, la obsesión por los bienes materiales, la ansiedad por el trabajo sin descanso como una forma de evasión, o la solidaridad que está representada en el doctor Rieux quien es el personaje de la novela que estará siempre dispuesto a arriesgar su vida por los demás.

¿Será que en estos días de Coronavirus, La peste somos nosotros mismos?¿o estamos aterrados sólo de pensar que estaremos encerrados con nuestros pensamientos?

Todo esto me lleva a recordar que existe un óleo sobre lienzo exhibido en el Museo de Louvre de París titulado La Plaga de Ashdod del artista Nicolas Poussin (Francia, 1594 -Italia 1665). El pintor franco – italiano, realizó dicha obra durante la plaga que azotó Italia en el siglo XVII. Esta obra es considerada una rareza ya que durante esa época existía la creencia de que el observar alguna representación de una plaga en una obra de arte, llevaría al espectador a sufrir consecuencias físicas negativas, tan perjudiciales como la plaga misma… Esta idea la podría comparar, en la actualidad, con el hecho de estar atentos a las noticias para mantenernos informados, sin embargo no podemos permitir que nos guíen por la vida como un rebaño de ovejas.

La parte linda o positiva, es que este tipo de situaciones nos obligan a que volvamos a nosotros mismos, a preocuparnos por los demás, a ser empáticos y más considerados (no llevarnos todos los jabones o todo el papel de baño del supermercado sería bueno, por ejemplo); a ayudarnos los unos a los otros — en la medida de nuestras posibilidades — de forma altruista, de forma cooperativa… Ahí es cuando realmente demostramos nuestra humanidad y por consiguiente nuestra educación (Querido lector, no es usted un personaje del montón como los autómatas de Orwell en 1984 ¿o sí?)

Tengo la ilusión de que llegará el día en que dejemos a un lado los miedos y despertemos en un mundo de armonía; en que pensemos diferente y que nos demos cuenta que la podredumbre de la condición humana es causada por el miedo; de igual forma, el hacernos conscientes de que la descomposición de la existencia se hace más patente cuando ésta es invadida por la aprensión. Sin duda el espíritu colectivo, el pensar como especie, nos puede salvar no solamente del COVID19, sino de la vida misma.

Para finalizar, creo que — definitivamente — el mundo necesita un abrazo colectivo, pero la realidad es que está demasiado asustado.

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