Guerreras en el tiempo

Mujeres entretejidas

De Mónica Dower/ Artista visual

Por Luis Ignacio Sáinz

Escritor

En su preocupación por los umbrales y las raíces Mónica Dower reconstruye por un lado su propia genealogía, la odisea de Chorzele – Oaxaca, como su identidad óntica y ontológica 1, la hazaña de ser más allá del género, pero a partir de él, de las mujeres combatientes en los campos de batalla y en los escenarios de la convivencia social. Nuestra creadora, comprometida con la reflexión crítica, se vacía de convicciones fundamentalistas al levantar escrutinio feroz sobre los orígenes, los suyos y los (en apariencia) ajenos. De su pericia en la compulsa de datos y evidencias se impone un principio ordenador: existen las voluntades, no las razas; en consecuencia, devienen defendibles los valores, no los credos. Semejante apertura en el reconocimiento de las otredades permea cada una de sus propuestas icónicas, gajos de historias sublimes e inquietantes, de la serie Guerreras en el tiempo. Mujeres entretejidas. Seres de latitudes encontradas, ignorantes unos de otros, entran en comunión al vincularse en tramas de punto, en hilados cruzados: las mexicanas reposan en tejidos suzanis; las ultramarinas descansan en textiles oaxaqueños. En las palabras de la propia hacedora de utopías igualitarias: “… intento crear correspondencias ocultas, insospechadas y lógicas y al mismo tiempo naturales”.

Textil suzani 2

Textil tehuano 3

No perdamos de vista la confesión esclarecedora de Mónica Dower: “La mayoría de las mujeres que deseo pintar son anónimas; son mujeres que he encontrado en las diversas investigaciones realizadas en mi serie anterior, Chorzele/Oaxaca. Lo que más me ha llamado la atención en estos clavados a los archivos de la web, son las mujeres ataviadas con sus mejores galas, en su gran mayoría listas para complacer, para casarse, aún con ser extremadamente jóvenes. Prisioneras de su condición femenina y de su rol cultural, las quiero traer conmigo, mixturizarlas en este tiempo, tejer con ellas una sutil y hermosa trama que las resitúe en un nuevo registro simbólico y en un primer plano (ya no el segundo), en alianza con visiones y diseños que rebasen la exclusiva mirada occidental. Este nuevo registro recoge las estéticas originales, se inspira en ellas y las prolonga, no ya como elementos limitantes o reductivos, sino como un campo de memoria que las reconoce y les da un lugar” 4.

Charles Etienne Brasseur de Bourgbourg 5 en Voyage sur l’isthme de Tehuantepec (1859-1860) relata la fascinación por la mujer tehuana, indisolublemente ligada a su atuendo. En este preciso caso, la moda pareciera determinar el ethos del sujeto, uno colectivo femenino y dominante. En un pasaje nos convida con pasmo genuino su descripción de una zapoteca (didxhazaà): “Esa noche ella llevaba una falda de una tela a rayas, color verde agua, un huipil de gasa de seda rojo encamado, bordado de oro, su cabello separado en la frente y trenzado con largos listones azules, formaban dos espléndidas trenzas, lo repito, jamás he visto una imagen más impresionante de Isis o de Cleopatra”.

Qiu Jin entretejida con textil oaxaqueño óleo y acrílico sobre tela, 190 x 120 cm, 2020.

Soldadera entretejida con textil óleo y acrílico sobre tela, 190 x120 cm.

La mujer caballero del lago espejo (1875-1907; 搸㸽 kῇ Jiànhú Nǚxiá), poeta, pensadora, combatiente por los derechos de las mujeres: libertad de casarse, educación y abolición de la costumbre del vendado de pies, ejecutada por decapitación a los treinta y un años de edad por delito de insurrección. Personaje elevado en los altares del culto oficial que la transforma en diva cinematográfica, objeto de culto en su propio museo en Shaoxing, evitando su impronta en la vida cotidiana, haciendo de ella una suerte de vaho insustancial dentro de una sociedad autoritaria radical en su misoginia. Su convicción feminista queda de manifiesto en estos versos de 1903:

Mi cuerpo no me permite

mezclarme con los hombres.

Pero mi corazón es más valiente

que el de cualquiera de ellos.

Soldadera anónima, mujer armada que se diferencia de “las soldados” que se enlistaran reglamentariamente en los contingentes revolucionarios, en que participa sin negar u ocultar su condición femenina. Esta imagen procede de una fotografía tardía ca. a 1940 de Rutilo Patiño (Jaral del Progreso, Guanajuato, 1890-1969) que es una pose de estudio. Rasgo que no invalida la importancia de los aportes de las mujeres revolucionarias. De acuerdo con el testimonio de una periodista y guionista estadounidense, Edith O’Shaughnessy, casada con el encargado de negocios de la embajada del vecino del norte:

La heroica mujer que acompaña al ejército,

llevando consigo a sus hijos o cualquier otra posesión

mortal; así como su ganado, canastas, cobijas,

chivos, loros, frutas, etc. Estas mujeres son el

único avituallamiento visible de los soldados. Los

acompañan en sus largas marchas; los cuidan,

los alimentan, los curan y los entierran y si acaso

llega a haber dinero, entonces se les paga. Todo

lo van haciendo sobre la marcha, además de

prestar (…) cualquier otro servicio (…).

Es sorprendente la abnegación con que van por la vida 6.

Semejante paradigma de dignidad se inserta, como dibujo delicadísimo, en una base-soporte floral que glosa un bordado con técnica de cadenilla en máquina de pedal y rematado a mano con diseño antiguo en la pechera, originalmente con la punta de una hoja de maguey: huipil juchiteco, blusa de manga corta en terciopelo o raso, decorado a mano en bastidor, de la naturaleza de los valles y las montañas del entorno; también quexquémitl, especie de jorongo corto, y/o las blusas de Juquila. Emparentado con la modalidad de Tehuantepec el bordado conocido como “hazme si puedes” (punto pepenado de hilván) es originario de la comunidad zapoteca de San Antonio Castillo Velasco, se reconoce por los pliegues de su diseño con flores de colores de la región. Las figuras en punto zurcido, plumeado y en relieve representan la vegetación (plantas, flores y árboles).

En este accidentado y diverso territorio –que además de Oaxaca comprende zonas de Guerrero– habitan amuzgos, chatinos, chinantecos, cuicatecos, huaves, mazatecos, mixes, mixtecos, tecuates, tlapanecos, triquis y zapotecos. En cada región se encuentran atributos distintivos y se calcula que existen unos 300 trajes distintos, tejidos ya sea con algodón, lana o seda. El atuendo de las mujeres se compone por lo común de un huipil (camisa recta, sin mangas), que puede ser más o menos largo: hasta abajo de la rodilla entre los zapotecos y mixes de la sierra norte y algunos mixtecos; arriba de la rodilla para mazatecos y chinantecos, y a la cintura entre los zapotecos del Istmo. Son numerosas las comunidades en que los textiles se fabrican en telar de cintura, y en algunas de ellas aún se utiliza el malacate para hilar. Existen localidades en las que todavía se utilizan tintes naturales –como la grana cochinilla, el añil y el caracol púrpura– para teñir las telas. Por lo general, estos hilados están bellamente decorados con bordados que incluyen motivos derivados de la cosmovisión indígena.

Conforme avance la fábrica de la serie Guerreras en el tiempo. Mujeres entretejidas, apreciaremos el intercambio simbólico entre las visualidades significantes de los textiles oaxaqueños con los suzanis, así como identificaremos continuidades de resistencia de género a lo largo y ancho del planeta. Pese a la carga histórica de las anécdotas visuales, el factor determinante continúa siendo el estético: el ensamblaje de información cribada por la conciencia de la creadora-pintora con los factores de expresión de las culturas y sociedades involucradas en el planteamiento de la temática resumida en la frase “mujeres en defensa de sí mismas”. Con armas o sin ellas se trata de luchadoras que procuran un reconocimiento a su condición vital, cuya rebeldía las orilla a visibilizarse, enfrentándose a los prejuicios que las minimizan, estigmatizan e instrumentalizan. Despertar de seres con deseos, aspiraciones, intereses y derechos.

Mujer de Tashkent entretejida con textil oaxaqueño (7), óleo y acrílico sobre tela, 190 x 120 cm, 2020.

Mujer de Alepo entretejida con textil oaxaqueño (8), óleo y acrílico sobre tela, 190 x 120 cm, 2021.

Asociar la pintura a los frutos del telar y a la imaginación de las artesanas pareciera más que afortunado y, por si fuera poco, derivar de un profundo análisis que entiende y reconoce el nexo entre la cultura textil en mucho propia de mujeres, la insurrección al dominio patriarcal y la simbología botánica metaforizada en genitalidad femenina no erotizada. Pintura inteligente, de pertinencia social, y no sólo de significación estética, capaz de demostrar que la resistencia y la crítica en su armadura de sentido y estructura conceptual no tienen por qué empobrecer la iconografía, sino que la fortalecen y la trascendentalizan.

El contrapunto entre la exuberancia vegetal de fondo, el timbre-significante, con la severidad de los retratos, el tono-significado, marca una disonancia cromática y estilística eficaz, pues nos permite establecer la referencia entre ambas dimensiones: su universalidad y coherencia. Será curioso que el color, en apariencia sinónimo de realidad, devenga atributo imaginario de vitalidad frente al blanco y negro, en apariencia sinónimo de representación de lo real, que huye de su calidad de documento para identificarse con la verdad efectiva.

Despojada de afeites, sin asomo alguno de maquillaje, la pintura se entrevera en el dibujo, cáscara que envuelve a las silenciosas protagonistas para exhumar su relevancia en el tiempo, para inhumar su desdén en la conciencia. Reconocer la valía, erradicar la invisibilidad, catapultar la equidad, para que, entonces, poner el acento en algo tan inasible y móvil como el género resulte innecesario, pues habremos alcanzado el ser a profundidad por encima de la envoltura accidental. Elegir las dichas del espíritu, rechazar los rebatos del prejuicio.

Mujer de Riazán entretejida con textil oaxaqueño (9), 190 x120 cm, óleo y acrílico sobre tela, 2021.

Mujer turca entretejida con textil oaxaqueño (10), 190 x120 cm, óleo y acrílico sobre tela, 2020.

Bacaanda es una palabra zapoteza (be’neza “el pueblo de las nubes”) que significa “sueño”, tiempo germinal, explosión de gozo e ilusión, que considero apropiada para sintetizar el alcance de la obra de Mónica Dower: deslumbrante, armoniosa y atrevida. Hulm (ملح) es una palabra árabe que significa “sueño”, como verbo, pero también paciencia, clemencia, tolerancia, como sustantivos, polisemia más que provechosa para estrujar el arte del retrato de Mónica Dower y beneficiarnos de su diversidad, belleza y pluralidad.

Ojalá estas lecciones en imágenes ayuden a reconocernos como gajos luminosos de otredad.

Valentina Ramírez con Sarape de Saltillo 2023 Intervenido con dibujo sobre papel amate 210 x 140 cm

1 Para Martin Heidegger óntica, sobre los entes, dimensión empírica de la existencia; ontológica, sobre el ser, dimensión metafísica del sentido o esencia.

2 Tejidos por las tribus turcomanas, estos suzani de algodón con bordados de seda son adecuados como colcha, cortina, cubierta de mesa, hecho a mano con el motivo de la granada, símbolo de abundancia y prosperidad. Cada menor urde y trama al menos uno para sus esponsales, formando parte fundamental de la dote y el ajuar respectivo. El suzani es una tela de algodón o lana tejida a mano con hilos de seda que suele representar motivos florales, vegetales o geométricos. Los pigmentos son de origen vegetal. Su origen se remonta al medievo en la antigua Persia, pero actualmente se siguen fabricando de manera habitual en Asia Central, espacio geopolítico integrado por Uzbekistán, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán. Esta voz proviene del farsi “sozan” que significa aguja, y los hilados pueden requerir hasta 18 meses en su manufactura, en una combinación de colores en contraste que solía utilizar el rojo como fondo aplicándole tonos tierra, berenjena, grises o blancos en su superficie.

3 Bordado a mano sobre terciopelo en punto de polca. Textiles de gala y media gala que sirven de arreglo para la interpretación de los sones regionales más conocidos como La Sandunga, La Llorona, La Polka, El Feo y el Son Calenda.Tehuantepec es palabra náhuatl que quiere decir “Cerro de las fieras”.

4 https://monicadower.com/2020/12/15/guerreras-en-el-tiempo-mujeres-entretejidas/

5 A este notable comentarista (1814-1874) se le debe la recuperación de los textos y la traducción al francés del Popol Vuh y el Rabinal Achí; rescató, además, en Madrid, los escritos sobre Yucatán del obispo fray Diego de Landa (1524-1579), amante del tormento y destructor de la casi totalidad de los manuscritos mayas, y los códices [Faustino Galicia] Chimalpopoca, desaparecido, y [Juan Tro y Ortolano] Troano, en Madrid, con su sistema gráfico y lingüístico. Véase, Voyage sur l’Isthme de Tehuantepec, dans l’État de Chiapas et la République de Guatémala, exécuté dans les années 1859 et 1860, Forgotten Books, London, 2018, 218 pp.

6 Cfr., Huerta y la Revolución vistos por la esposa de un diplomático en México, 1914, México, Diógenes, 1971, p. 145.

7 Capital de Uzbekistán; en turcomano “Ciudad de Piedra”. Paso obligado de la Ruta de la Seda, gozne entre Asía y Europa.

8 La urbe más poblada de Siria. Khalpe o Beroea para los antiguos griegos y Halep para los turcos. Asentamiento mutante, pues ha sido hitita, amorita, persa, asiria, romana, árabe, mongol, bizantina y otomana.

9 Territorio ruso, una de las 47 óblast, situada entre el bosque y la estepa, entidad sub-nacional equivalente a “región” o “provincia”. Fundada al menos desde 1129 como capital del Principado del mismo nombre que resistió los embates de jázaros, pechenegos, cumanos y mongoles.

10 Imperio que se extendió desde Budapest hasta Bagdad, y desde Argelia hasta Irán, con sede del poder político en Anatolia, la actual Turquía. Las mujeres selyúcidas y otomanas siempre destacaron por su valor.

 

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