Un cuadro de Renata Gerlero (Los Angeles, 1964) en la XVIII Bienal de Pintura Rufino Tamayo
Por Luis Ignacio Sáinz
El arte se empeña en construir su propia realidad, en postularla y dotarla de pertinencia y visibilidad. Deviene entonces, material, espesa y sorpresiva la mirada del creador que emula a los dioses, pues con los elementos a su alcance –lejos del romanticismo de un origen virginal, ex nihilo– fabrica tanto como inventa, acaso, contrariando la tozudez del cosmos, descubre. Combinaciones insólitas, de ingredientes cuando se trata de pócimas o ungüentos destinados a su aplicación, de componentes cuando se trata de mecanismos y ensamblajes hacedores de volúmenes, variantes que tatuarán las geografías del deseo de quien no soporta la molicie y el tedio provocados por la mera contemplación.
Renata Gerlero es de tal estirpe, esa que sueña con relieves en movimiento, formas vicarias de la corteza terrestre, tridimensiones a muro siendo “cuadros” o tridimensiones reclusas en celdas vítreas o acrílicas siendo “esculturas”; calas estratigráficas o masas. Unas y otras dueñas de identidades encalladas en el misterio, en la profundidad de la discreción. Composiciones, las que incuba esta hacedora en su taller-laboratorio, cuyo estilo se identifica con una elegancia suma, radical, que en el fondo trasciende o prescinde de los adjetivos. Alquimista plástica, rumbo a la invisibilidad.
En el homenaje que le tributa a Robert Ryman (1930-2019) (1), pieza seleccionada en la XVIII Bienal de Pintura Rufino Tamayo, muestra esa rara habilidad para asombrarnos, cuando al mezclar fosfato monoamónico (MAP) y aluminio (Al) obtiene nano-cristales en forma de prismas tetragonales que generan una doble refracción de las ondas de luz. Territorio estético donde ocurren accidentes de la substancia molecular, dada su contorsión y aglomeración, autárquicas hasta cierto punto, pues su distribución pone en entredicho o altera la regularidad, no siendo del todo predecible. Esto en lo que se refiere a una objetividad táctil, reconocible en sus rugosidades, texturas sin fin; debiendo añadírsele otro tipo de objetividad, de partículas subatómicas que pareciera tienden a su inmaterialidad, reconocible en sus efectos ópticos y lumínicos, en especial a través de las sombras. Subrayo que, de cualquier modo, las substancias implicadas continúan trabajando, de tal suerte que, al paso acostumbrado del tiempo, tienden a oxidarse inevitablemente, a menos que la pieza fuese “empaquetada al vacío”.
Anoto datos básicos sobre los componentes. El MAP es un cristal ampliamente utilizado en el campo de la óptica debido a sus propiedades de birrefringencia que consiste en desdoblar una onda de luz incidente en dos rayos linealmente polarizados de manera perpendicular entre sí como si el material tuviera dos índices de refracción distintos: el primero, rayo ordinario; el segundo, con velocidad y alteración variables, rayo extraordinario. Su fórmula estructural y molecular se manifiesta en prismas tetragonales. Por su parte, el aluminio es un metal no ferromagnético. Su color es blanco y refleja bien la radiación electromagnética del espectro visible y el térmico. En estado puro se aprovechan sus propiedades ópticas para fabricar espejos domésticos e industriales, como pueden ser los de los telescopios reflectores. Se disuelve en ácidos y bases, siendo un elemento abundante en la naturaleza, aproximadamente el 8% de la corteza terrestre, solo aventajado por el oxígeno y el silicio.
En el catálogo de la XVIII Bienal de Pintura Rufino Tamayo que contempla 48 obras, la compositora de compuestos químicos cristalinos reflexiona sobre su fábrica icónica trayendo a colación otra longitud de onda, esa que suele referirse en alguna de sus tonalidades al santo monarca francés Luis IX Capeto (1214-1270), canonizado por el pontífice Bonifacio VIII en 1297 y consagrado plásticamente por el pincel de El Greco entre 1592 y1595 (Museo del Louvre, París):
En los últimos dos años he experimentado con el sulfato de cobre para lograr un tono de azul con la misma intensidad que el IKB [International Klein Blue], utilizando sólo el compuesto químico y sus posibilidades de transformación. Mediante el crecimiento de cristales aludo al mismo tiempo a los procesos de transmutación de los materiales (necesariamente un proceso temporal), a la trascendencia histórica del azul ultramar o la piedra de lapislázuli (utilizado desde hace siglos para referirse al plano espiritual) y en último lugar, a la consciencia del papel del hombre frente a la naturaleza. En mi trabajo, exploro la relación de las propiedades físicas y las transformaciones químicas de los materiales, ya sean orgánicos o inorgánicos, con el objetivo de presentar los procesos de transformación presentes en la naturaleza como acontecimientos artísticos en sí mismos. Un tipo de ready-made en donde mi papel se limita a facilitar y enmarcar estos procesos, equiparando la acción de la naturaleza con el trabajo del artista. (2)
Se afana en revelar las similitudes y los paralelismos que guarda el quehacer enunciativo del artista con los procesos y resultados de la naturaleza. Seductora en sí misma como intención, de autovalidación intrínseca y consustancial, la propuesta sugiere e insinúa una necesidad de la fábrica estética como bodega de ilusiones, que si bien suele cumplirse en la génesis de la historia pareciera debilitarse en la actualidad de un presente que desearía emanciparse del pasado por completo: me refiero al desarrollo del oficio, en calidad de conocimiento técnico de los materiales y los procedimientos de composición, que permite y alienta la vitalidad y el dinamismo en la praxis artística.
Renata Gerlero comparece alada, rara avis que sobrevuela sus dominios, armada con el báculo de Asclepio, el cáliz de Higía y el caduceo de Hermes, símbolos ampliados del saber, pues sus talentos no se constriñen a la salud, la farmacopea y la fortuna, sino que desafían todo límite y toda frontera, a la curiosidad intelectual y la sensibilidad ilustrada. Científica de la belleza que nutre el entendimiento de sus espectadores y la capacidad de placer de sus voyeurs, ratificando que la armonía de lo hermoso reposa más en la mente que en las impresiones de los sentidos. Victoria del espacio y en consecuencia del objeto en contexto, de allí que resulta lógico aludir al suprematismo, el constructivismo y al Movimento Spaziale…en su delectación por la sobriedad enigmática del blanco, que llegaría a ser motivo incluso del pronunciamiento de Lucio Fontana (1899-1968) (3)
Sin proponérselo, la producción de Renata Gerlero amanceba escultura y pintura, tal vez porque está consciente de que la bidimensionalidad es un artificio de la representación, simplificador de la corporeidad distintiva de lo existente. En este tópico converge con Fontana, la voluntad monocromática los enlaza también; en especial su afirmación: “Nos negamos a pensar que ciencia y arte sean dos hechos distintos, es decir que los gestos realizados por una de las dos actividades puedan no pertenecer también a la otra. Los artistas anticipan gestos científicos; los gestos científicos provocan siempre gestos artísticos” (4). Nuestra artista no castiga los soportes de sus obras con buchi y tagli (agujeros y cortes); primero, por no necesitarlo; segundo, por recurrir o prohijar una texturización natural -de tipo queloide, en alusión a las cicatrices que superan la superficie original de las lesiones, del griego χηλέείδές: “algo parecido a la pata de un cangrejo”-, desencadenada por la reacción química de las sustancias en reacción. Empero, sí coincide de fondo con esa proclama de acercamiento e identidad relativa entre el mundo de la experiencia y los datos con el mundo de la interpretación y los hechos. Razones y sensaciones, ideas y emociones, objetividades y subjetividades, que recorren la obra de esta filósofa de la naturaleza.
Renata Gerlero reivindica su derecho a procrear un blanco propio, color acromático de claridad máxima, lejos de los estereotipos: el albayalde, el blanco de o carbonato básico de plomo [(CO3)2(OH)2Pb2], el óxido o blanco de zinc (ZnO), el blanco o dióxido de titanio (TiO2) o el marcador absoluto de su pureza representado por el sulfato de bario (BaSO4); y lo logra con creces –para ella y desde ella, hacia nosotros- porque los milagros ya habían tenido lugar…
(1) Pintor estadounidense identificado con los movimientos de la pintura monocroma, el minimalismo y el arte conceptual. En 1952 se mudó de Nashville a Nueva York para seguir su vocación jazzística como saxofonista, un año después se desempeñaba como guardia del Museo de Arte Moderno (MoMa) y es cuando comienza a pintar. En 1967 tuvo su primera exposición individual en la Paul Bianchini Gallery. La mayoría de sus obras presentan una pincelada influida por el expresionismo abstracto en pintura blanca sobre lienzos cuadrados o superficies metálicas. En 1993 y 1994 el MoMA (Nueva York) y la Tate Gallery (Londres) organizaron una gran retrospectiva itinerante de su obra, que incluyó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Museo de Arte Moderno de San Francisco y el Centro de Arte Walker (Minneapolis), así como los recintos sede de las instituciones promotoras.
(2) XVIII Bienal de Pintura Rufino Tamayo, presentación de Sylvia Navarrete y coordinación editorial de Victoria Cornejo, México, Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, 2019, p. 64. Sylvia Navarrete participó en el jurado de selección con los pintores José Antonio Farrera y Francisco Valverde (ganador de la XVII) y en el de premiación con José Villalobos y Emi Winter (ganadora de la XV).
(3) El manifiesto blanco, opúsculo publicado por los alumnos de Lucio Fontana en la Escuela de Arte Altamira, Buenos Aires, 1946. Este rupturista nacido en Rosario, Argentina, es el padre del espacialismo, participando en la redacción de los manifiestos: Movimento Spaziale en 1948 y Television Manifesto en 1952.
(4) Primer Manifiesto del Espacialismo, Milán, 1947, firmado por Kaisserlian, Joppolo, Milani y Fontana.
ANEXOS
Primer Manifiesto del Espacialismo
Lucio Fontana, Giorgio Kaisserlian, Beniamino Joppolo, Milena Milani, Milán, diciembre de 1947-enero de 1948.
El arte es eterno, pero no puede ser inmortal.
Es eterno en cuanto su gesto, como cualquier otro gesto acabado, no puede no seguir permaneciendo en el espíritu del hombre como raza perpetuada. Así, el paganismo, el cristianismo y todo lo que ha pertenecido al espíritu, son gestos acabados y eternos que permanecen y permanecerán siempre en el espíritu del hombre. Pero el ser eterno no significa para nada que sea inmortal. Más aún, el arte nunca es inmortal. Podrá vivir un año o milenios, pero siempre llegará la hora de su destrucción material. Permanecerá eterno como gesto, pero morirá como materia. Ahora bien, nosotros hemos llegado a la conclusión que hasta hoy los artistas, conscientes o inconscientes, siempre han confundido los términos de eternidad y de inmortalidad, buscando por lo tanto para cada arte la materia más adecuada para hacerla perdurar más largamente; es decir que fueron víctimas conscientes o inconscientes de la materia, hicieron decaer el gesto puro y eterno en el gesto duradero con la esperanza imposible de la inmortalidad. Nosotros pensamos desligar el arte de la materia, desligar el sentido de lo eterno de la preocupación de lo inmortal. Y no nos interesa que un gesto, acabado viva un instante o un milenio, porque estamos profundamente convencidos de que, una vez llevado a cabo, el gesto es eterno.
Hoy el espíritu humano tiende, en una realidad trascendente, a trascender lo particular para llegar a lo Unido, a lo Universal, a través de un acto del espíritu desligado de cualquier materia. Nos negamos a pensar que ciencia y arte sean dos hechos distintos, es decir que los gestos realizados por una de las dos actividades puedan no pertenecer también a la otra. Los artistas anticipan gestos científicos, los gestos científicos provocan siempre gestos artísticos. Ni la radio ni la televisión pueden desprenderse del espíritu del hombre sin una urgencia que de la ciencia va al arte. Es imposible que el hombre desde la tela, el bronce, el yeso, la plastilina, no pase a la pura imagen aérea, universal, suspendida, como fue imposible que del grafito no pasase a la tela, al bronce, al yeso, a la plastilina, sin negar para nada la validez eterna de las imágenes creadas a través del grafito, el bronce, la tela, el yeso, la plastilina. No será posible adaptar a estas nuevas exigencias imágenes ya detenidas en las exigencias del pasado.
Estamos convencidos de que, después de este hecho, nada del pasado será destruido, ni medios ni fines; estamos convencidos de que se seguirá pintando y esculpiendo también a través de los materiales del pasado, pero estamos igualmente convencidos de que estos materiales, tras este hecho, serán tratados y mirados con otras manos y otros ojos, y estarán llenos de una sensibilidad más afinada.
Segundo Manifiesto del Espacialismo
Gianni Dova, Lucio Fontana, Beniamino Joppolo, Giorgio Kaisserlian, Milena Milani, Antonino Tullier,
Milán, 18 de marzo de 1948.
La obra de arte es destruida por el tiempo.
Cuando, en la hoguera final del universo, también el tiempo y el espacio dejen de existir, no quedará memoria de los monumentos erguidos por el hombre, aunque no se habrá perdido ni un pelo de su frente.
Pero no nos proponemos abolir el arte del pasado o detener la vida: queremos que el cuadro salga de su marco y la escultura de su campana de vidrio. Una expresión de arte aérea de un minuto es como si durara un milenio, en la eternidad. Con esta finalidad, con los recursos de la técnica moderna, haremos que aparezcan en el cielo: formas artificiales, arco iris de maravilla, carteles luminosos. Transmitiremos, por radiotelevisión, expresiones artísticas de un nuevo tipo.
Si, en los comienzos, encerrado en sus torres, el artista se representó a sí mismo y a su asombro, y vio el paisaje a través de los vidrios y, tras haber descendido de los castillos a las ciudades, derrumbando los muros y mezclándose con los demás hombres, vio de cerca los árboles y los objetos, hoy, nosotros, artistas espaciales, hemos huido de nuestras ciudades, hemos roto nuestro recubrimiento, nuestra corteza física y nos hemos mirado desde lo alto, fotografiando la Tierra desde los cohetes en vuelo.
Con esto no exaltamos la primacía de nuestra mente en este mundo, sino que queremos recuperar nuestro verdadero rostro, nuestra verdadera imagen: una mutación esperada por toda la creación, ansiosamente.
Que el espíritu difunda su luz, en la libertad que nos ha sido dada.
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