Luis Ignacio Sáinz

Hemos olvidado el arte de escuchar las voces profundas de la naturaleza y entre ellas los susurros de la materia orgánica, que jamás comparece inerte. Antonio López, rehén innovador de la volumetría, nos convida un secreto en el desfile de sus fantasías cuajadas: su oído funciona como bocina del alma, permitiéndole dialogar con los elementos que devasta o talla. En tan sutiles conversaciones la madera, por caso, una que no ha sido talada sino recuperada, manifiesta su destino: irrumpir en x identidad formal (pues sabemos que los géneros no se definen por la genitalidad), y hacerlo con y más z rasgos (impuestos por la morfología del soporte, por ejemplo que una veta reviente y marque el seno de una figura, casi extirpándolo por encima de su botón). La escolástica tiene razón: adaequatio rei et intelectus. La verdad tomista como correspondencia entre el lenguaje y el mundo efectivo.

Astas, talla en jacaranda con cornamenta de ramas de encino, 160 x 66 x 60 cm, 2021-2022.

Nuestro compositor tridimensional se ajusta a las posibilidades inmanentes de las masas utilizadas, a partir de las cuales su gramática constructiva forjará una significación irrepetible. Se crea, entonces, realidad desde factores o ingredientes que se resisten a perecer, siendo vestigios de vida latente. Así, la jacaranda empleada viene de un árbol provecto sembrado en la calle de Corina en Coyoacán, hasta que una fuerte tormenta lo derribó, mientras que los troncos y las ramas de encino y pino se recolectaron, no podaron, en otros rumbos de la megalópolis. Lucro del azar, reciclaje de la fortuna… que brinda la ocasión, pero que sólo la virtud la aprovecha. Compositor de bulto, notable en su refinamiento, que parte de elucidar las posibilidades de las substancias, homónimo del manchego de Tomelloso (1936) que afirma: “el realismo es maravilloso porque es donde todo tiene cabida”.

Mujer y hombre del homónimo español (1936)…

Quehacer en soledad, puesta a prueba de la fuerza y precisión del escultor que se redescubre en los pliegues de los bastimentos que elige para presentificarse a través de sus ideas-embriones-fetos-partos. Antonio López evidencia su fertilidad al preñar los intersticios, esos “dentros” de los troncos, donde se asomarán tarde que temprano rostros y cuerpos jadeantes, necesitados de aire, que al nutrir sus pulmones reinciden en su calidad de sueños en vigilia. Extraña pócima, el talento del artista, que insufla la conciencia del despertar y el despertar de la conciencia, haciendo de los seres de madera auténticas criaturas, exitosos gólems. A un tris de que ocurra el milagro se revela una mujer hecha y derecha, aunque permanezca todavía enroscada en sí misma, en posición fetal, si bien ya fue expulsada del útero.

Nido, talla en jacaranda sobre nido de ramas de pino, 90 x 90 x 35 cm (arriba); mágica en bronce (centro y abajo), 2021-2022.

La neo-nato se aferra a los orígenes, reposa en un lecho varejudo, de sarmientos, vástagos y mugrones. Aún no espabila, como si dudase que ya debe valerse por si sola. Semeja a Oroburus, la serpiente que se muerde la cola, ese símbolo integral donde se confunde el principio y el final…

Antonio López instalará su comunidad de fieles en una de las crujías del que fuera Convento de Nuestra Señora de la Expectación de la Orden de San Jerónimo. Sus cuatro magníficas obras, tres femeninas y una varonil, se aposentarán en esta arquitectura deslumbrante en operación desde 1623, objeto de un sinfín de modificaciones al caer natural del tiempo, incluyendo la torre barroca proyectada por el alarife Cristóbal Medina Vargas Machuca (1665). Soy la raíz muestra a un personaje macizo, duro, de complexión robusta, que pareciera jactarse del dibujo estriado que sella su anatomía de pino, cuya cabeza se entrevera con un ornamento gigante, a mitad de camino entre una celosía precaria y un antifaz pifiado. Se intuye una textura impermeable, que le otorga un aire solemne, hasta hierático, a este fundador de estirpe y linaje.

Soy la raíz, talla en pino con intervenciones de ramas de pino, 124 x 40 x 26 cm, 2021-2022.

Alegoría del principio que funciona como “dador de simiente”, asumiendo una calidad contradictoria, pues raíz viene del latín radix que refiere al crecimiento subterráneo que proporciona estabilidad a una planta en oposición al tallo que se desarrolla aéreamente, en este caso el atributo no se hunde en la tierra, sino que desafía la gravedad, lanzándose en pos de la bóveda celeste. Será ello una característica de su avidez trascendental, parecido tal vez a Banquo quien no sería soberano, pero si fuente de monarcas (“su descendencia serán reyes”: una profecía del aquelarre [las profecìas de las tres brujas] en William Shakespeare, Macbeth, Acto I, Escena III).

Esta cuadrilla estaría coja si careciese de alguien dedicado a salvaguardar a sus miembros, es decir de un Guardián (sustantivo m. y f. del alemán antiguo wardjan) o todavía mejor dada su fisonomía “ángel custodio” o “ángel de la guarda”. Las religiones nucleadas en Abraham le conceden particular relevancia a dicho ente protector. Empero, será en la Summa duodecim quaestionum donde Honorius Augustodunensis o de Regenburg (1080 – ca. 1137) vinculará los senderos humanos con los angélicos, en tanto hechuras del primer motor [1]*. De la espalda le brotan unas alas abreviadas hasta su mínima expresión, sin cubierta de plumas, el armazón de ramas deshojadas, peculiaridades que contrastan con la evidente anatomía sexual femenina, si bien fortalecen la idea misma de la maternidad en tanto defensa a ultranza.

Guardiana, talla en cedro blanco con alas de ramas de encino, 77 x 130 x 55 cm (izq. y der.); mágica en bronce (centro), 2021-2022.

Piquete angélico que siembra el azoro por su belleza y que en la transgresión del realismo dogmático se legitima en la pureza del oficio y la profundidad de la expresión. Gracia plena.

 

[1]* Sic Deum, qui est lux, vita et gaudium angeli et homines similiter habere poterunt;  quem soli non habebunt, qui visum mentis ab eo avertunt. Igitur homines non pro angelis restittuntur, sed pro seipsis Deo, aeterna luce, aeterna vita, ac aeterno gaudio perfruuntur: Así podrán tener a Dios, que es la luz, la vida y el gozo de los ángeles y de los hombres; a quien solamente no tendrán, los que tienen la visión de la mente se alejan de él. Por lo tanto, los hombres no son restaurados a los ángeles, sino por sí mismos a Dios, disfrutan de la luz eterna, la vida eterna y el gozo eterno. Véase, Liber Duodecim Quaestionum, De Scriptoribus Ecclesiae Relatis, en Documenta Catholica Omnia, volumen MPL172, columna 1186.

 

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