El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito.

En el sueño eterno, la eternidad es lo mismo que un instante. Quizá yo vuelva dentro de un instante.

Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.

El sueño que no se alimenta de sueño desaparece.

Creen que moverse es vivir. Y se mueven, no para vivir. Se mueven para creer que viven.

El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana.

Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.

Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo.

Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y toda, es silencio.

Nada no es solamente nada. Es también nuestra cárcel.

Hay dolores que han perdido la memoria y no recuerdan por qué son dolores.

Nada termina sin romperse, porque todo es sin fin.

Más llanto que llorar es ver llorar.

El dolor no nos sigue: camina adelante.

Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece.

Cuando todo está hecho, las mañanas son tristes.

Con algunas personas mi silencio es total: interior y exterior.

El dolor está arriba, no abajo. Y todos creen que el dolor está abajo. Y todos quieren subir.

ANTONIO PORCHIA, Material de Lectura, serie Poesía Moderna, núm. 133 de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. Cuidado de la edición: Alejandro Toledo.

 

 

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