Rendición de México-Tenochtitlán

Rendición de México-Tenochtitlán

Introducción

Tres son las fuentes indígenas de las que provienen los textos aducidos en este capítulo, acerca de la rendición de la gran capital mexica. El primer testimonio, de los informantes indígenas de Sahagún, menciona un último presagio que pareció anunciar la ruina inminente de los mexicas. Según este texto indígena, fue Cuauhtémoc quien por su propia voluntad se entregó a los españoles. La tragedia que acompañó a la toma de la ciudad, nos la describe a continuación el documento indígena de manera elocuente.

El segundo documento inducido proviene de la ya varias veces citada XIII relación de Alva Ixtlilxóchitl . Es en este texto donde se relata cuáles fueron las palabras que dijo Cuauhtémoc a Cortés, cuando ya prisionero, tomando la daga que traía el conquistador, le rogó pusiera fin a su vida, como había puesto ya fin a su imperio. Es interesante notar las palabras textuales de Ixtlilxóchitl, que afirma que durante el sitio de México-Tenochtitlan murió “casi toda la nobleza mexicana, pues que apenas quedaron algunos señores y caballeros y, los más niños y de poca edad”.

El tercero y último texto que se presenta en este capítulo, proviene de la VII relación de Chimalpain, y en él se describe la forma como Cortés requirió por todas partes y aún sometió a tormento a los señores mexicas para obtener de ellos el oro y los demás tesoros que poseían ellos desde tiempos antiguos.

En la Relación de 1528, debida a un indígena anónimo de Tlatelolco, de la cual se publica íntegra la sección referente a la Conquista, en el capítulo XIV de este libro, se ofrece uno de los cuadros más patéticos en el que se pinta el éxodo de los vencidos y las vejaciones sin número de que fueron objeto, al ser sometida la capital mexicatl.

 

 

 

Los últimos presagios de la derrota

Y se vino a aparecer una como grande llama. Cuando anocheció llovía, era cual rocío la lluvia: En este tiempo se mostró aquel fuego. Se dejó ver, apareció cual si viniera del cielo. Era como un remolino; se movía haciendo giros, andaba haciendo espirales. Iba como echando chispas, cual si restallaran brasas. Unas grandes, otras chicas, otras como leve chispa. Como si un tubo de metal estuviera al fuego, muchos ruidos hacía, retumbaba, chisporroteaba. Rodeó la muralla cercana al agua y en Coyonacazco (1) fue a parar. Desde allí fue fuego a medio lago, allá fue a terminar. Nadie hizo alarde de miedo, nadie chistó una palabra.

Pues al siguiente día nada tampoco sucedió. No hacían más que estar tendidos, tendidos estaban en sus posiciones nuestros enemigos.

Y el capitán (Cortés) estaba viendo constantemente hacia acá parado en la azotea. Era en la azotea de casa de Aztautzin, que está cerca de Amáxac. Estaba bajo un doselete. Era un doselete de varios colores.

Los españoles lo rodeaban y hablaban unos con otros.

 

La decisión final de Cuauhtémoc y los mexicas

Por su parte (los mexicas) se reunieron en Tolmayecan y deliberaron cómo se haría, qué tendríamos que dar como tributo, y en qué forma nos someteríamos a ellos.

Los que tal hicieron eran:

Cuauhtémoc y los demás príncipes mexicanos…

Luego traen a Cuauhtémoc en una barca. Dos, solamente dos lo acompañan, van con él. El capitán Teputztitóloc y su criado, Iaztachímal. Y uno que iba remando tenía por nombre Cenyáutl.

Y cuando llevan a Cuauhtémoc, luego el pueblo todo le llora. Decían:

—¡Ya va el príncipe más joven, Cuauhtémoc, ya va entregarse a los españoles! ¡Ya va entregarse a los “dioses”!

 

La prisión de Cuauhtémoc

Y cuando lo hubieron llevado hasta allá, cuando lo hubieron desembarcado, luego vinieron a verlo los españoles. Lo tomaron, lo tomaron de la mano los españoles.

Luego lo subieron arriba de la azotea, lo colocaron frente al capitán, su jefe de guerra.

Y cuando lo hubieron colocado frente al capitán, éste se pone a verlo, lo ve detenidamente, le acaricia el cabello a Cuauhtémoc. Luego lo sentaron frente al capitán.

Dispararon los cañones, pero a nadie tocaron ya. Únicamente, dispararon, los tiros pasaban sobre las cabezas de los mexicas.

Luego tomaron un cañón, lo pusieron en una barca, lo llevaron a la casa de Coyohuehuetzin, y cuando allá hubieron llegado, lo subieron a la azotea.

 

La huida general

Luego otra vez matan gente; muchos en esta ocasión murieron. Pero se empieza la huida, con esto va a acabar la guerra. Entonces gritaban y decían:

—¡Es bastante!… ¡Salgamos!… ¡Vamos a comer hierbas!…

Y cuando tal cosa oyeron, luego empezó la huida general.

Unos van por agua, otros van por el camino grande. Aún allí matan a algunos; están irritados los españoles porque aún llevan algunos la macana y su escudo.

Los que habitaban en las casas de la ciudad van derecho hacia Amáxac, rectamente hacia el bifurcamiento del camino. Allí se desbandan los pobres. Todos van al rumbo del Tepeyácac, todos van al rumbo de Xoxohuiltitlán, todos van al rumbo de Nonohualco. Pero al rumbo de Cóloc o al Mazatzintamalco, nadie va.

Pero todos los que habitan en barcas y los que habitan sobre los armazones de madera enclavadas en el lago, y los habitantes de Tolmayecan, se fueron puramente por el agua. A unos les daba hasta el pecho, a otros les daba el agua hasta el cuello. Y aun algunos se ahogaron en el agua más profunda.

Los pequeñitos son llevados a cuestas. El llanto es general. Pero algunos van alegres, van divirtiéndose, al ir entrelazados en el camino.

Los dueños de barca, todos los que tenían barcas, de noche salieron, y aun en el día salieron algunos. Al irse, casi se atropellan unos con otros.

 

Los españoles se adueñan de todo

Por su parte, los españoles, al borde los caminos, están requisionando a las gentes. Buscan oro. Nada les importan los jades, las plumas de quetzal y las turquesas.

Las mujercitas lo llevan en su seno, en su faldellín, y los hombres lo llevamos en la boca, o en el maxtle.

Y también se apoderan, escogen entre las mujeres, las blancas, las de piel trigueña, las de trigueño cuerpo. Y algunas mujeres a la hora del saqueo, se untaron de lodo la cara y se pusieron como ropa andrajos. Hilachas por faldellín, hilachas como camisa. Todo era harapos lo que se vistieron.

También fueron separados algunos varones. Los valientes y los fuertes, los de corazón viril. Y también jovenzuelos, que fueran sus servidores, los que tenían que llamar sus mandaderos.

A algunos desde luego les marcaron con fuego junto a la boca. A unos en la mejilla, a otros en los labios.

Cuando se bajó el escudo, con lo cual quedamos derrotados, fue:

Signo del año: 3-Casa. Día del calendario mágico: 1-serpiente.

Después de que Cuauhtémoc fue entregado lo llevaron a Acachinanco ya de noche. Pero al siguiente día, cuando había ya un poco de sol, nuevamente vinieron muchos españoles. También era su final. Iban armados de guerra, con cotas y con cascos de metal; pero ninguno con espada, ninguno con su escudo.

Todos van tapando su nariz con pañuelos blancos: siente náuseas de los muertos, ya hieden, ya apestan sus cuerpos. Y todos vienen a pie.

Vienen cogiendo el manto de Cuauhtémoc, a Coanacotzin, a Teplepanquetzaltzin. Los tres vienen en fila…

 

 

 

Cortés exige que se le entregue el oro

Cuando hubo cesado la guerra se puso (Cortés) a pedirles el oro. El que habían dejado abandonado en el canal de los Toltecas, cuando salieron y huyeron de México.

Entonces el capitán convoca a los reyes y les dice:

—¿Dónde está el oro que se guardaba en México?

Entonces vienen a sacar de una barca todo el oro. Barras de oro, diademas de oro, ajorcas de oro para los brazos, bandas de oro para las piernas, capacetes de oro, discos de oro. Todo lo pusieron delante del capitán. Los españoles vinieron a sacarlo.

Luego dice el capitán:

—¿No más es ese el oro que se guardaba en México? Tenéis que presentar aquí todo. Busquen los principales.

Entonces habla Tlacotzin:

—Oiga, por favor, nuestro señor el dios: todo cuanto a nuestro palacio llegaba nosotros lo encerrábamos bajo pared. ¿No es acaso que todo se lo llevaron nuestros señores?

Entonces Malintzin le dice lo que el capitán decía:

—Sí, es verdad, todo lo tomamos; todo se juntó en una masa y todo se marcó con sello, pero todo nos lo quitaron allá en el canal de los Toltecas; todo nos lo hicieron dejar caer en el agua. Todo lo tenéis que presentar.

Entonces le responde el Cihuacóatl Tlacotzin:

—Oiga por favor el dios, el capitán:

La gente de Tenochtitlán no suele pelear en barcas: no es cosa que hagan ellos. Eso es cosa exclusiva de los de Tlatelolco. Ellos en barcas combatieron, se defendieron de los ataques de vosotros, señores nuestros. ¿No será que acaso ellos de veras hayan tomado todo (el oro), la gente de Tlatelolco?

Entonces habla Cuauhtémoc, le dice a Cihuacóatl:

—¿Qué es lo que dices, Cihuacóatl? Bien pudiera ser que lo tomaran los tlatelolcas… ¿Acaso no ya por esto han sido llevados presos los que lo hayan merecido? ¿No todo lo mostraron? ¿No se ha juntado en Texopan? ¿Y lo que tomaron nuestros señores, no es esto que está aquí?

Y señaló con el dedo Cuauhtémoc aquel oro.

Entonces Malintzin le dice lo que decía el capitán:

—¿No más ese es?

Luego habló Cihuacóatl:

—Puede ser que algunos del pueblo lo hayan sacado… ¿Por qué no sea de indagar? ¿No lo ha de hacer ver el capitán?

Otra vez dijo Malintzin lo que decía el capitán:

—Tenéis que presentar doscientas barras de oro de este tamaño…

Y señalaba a medida abriendo una mano contra la otra.

Otra vez respondió el Cihuacóatl y dijo:

—Puede ser que alguna mujercita se lo haya enredado en el faldellín. ¿No se ha de indagar? ¿No se ha de hacer ver?

Entonces habla por allá Ahuelítoc, el Mixcoatlailótlac. Dijo:

—Oiga por favor el señor, el amo, el capitán. Aun en tiempo de Moctecuhzoma cuando se hacía conquista en una región, se ponían en acción unidos mexicanos, tlatelolcas, tepanecas y alcohuas. Todos los de Acolhuacan y todos los de la región de las chinampas.

Todos íbamos juntos, hacíamos la conquista de aquel pueblo, y cuando estaba sometido, luego era el regreso: cada grupo de gente se iba a su propia población.

Y después iban viniendo los habitantes de aquellos pueblos, los conquistados, venían a entregar su tributo, su propia hacienda que tenían que dar acá: jades, oro, plumas de quetzal, y otra clase de piedras preciosas, turquesas y aves de pluma fina, como el azulejo, el pájaro de cuello rojo, venían a darlo a Moctecuhzoma.

Todo venía a dar acá, todo de donde quiera que viniera, en conjunto llegaba a Tenochtitlan: todo el tributo y todo el oro”. (2)

 

La relación de Alva Ixtlilxóchitl

Hiciéronse este día (cuando fue tomada la ciudad), una de las mayores crueldades que sobre los desventurados mexicanos se han hecho en esta tierra. Era tanto el llanto de las mujeres y niños que quebraban los corazones de los hombres. Los tlaxcaltecas y otras naciones que no estaban bien con los mexicanos, se vengaban de ellos muy cruelmente de lo pasado, y les saquearon cuanto tenían.

Ixtlilxúchitl (de Tetzcoco y aliado de Cortés) y los suyos, al fin como eran de su patria, y muchos de sus deudos, se compadecían de ellos, y estorbaban a los demás que tratasen a las mujeres y los niños con tanta crueldad, que lo mismo hacía Cortés con sus españoles. Ya que se acercaba la noche se retiraron a su real, y en éste concertaron Cortés e Ixtlilxúchitl y los demás señores capitanes, del día siguiente acabar de ganar lo que quedaba.

En dicho día, que era de San Hipólito Mártir, fueron hacia el rincón de los enemigos. Cortés por las calles, y Ixtlilxúchitl con Sandoval, que era el capitán de los bergantines, por agua, hacia una laguna pequeña, que tenía aviso Ixtlilxúchitl cómo el rey (Cuauhtémoc) estaba allí con mucha gente en las barcas. Fuéronse llegando hacia ellos.

Era cosa admirable ver a los mexicanos. La gente de guerra confusa y triste, arrimados a las paredes de las azoteas mirando su perdición; y los niños, viejos y mujeres llorando. Los señores y la gente noble, en las canoas con su rey, todos confusos.

 

La prisión de Cuauhtémoc

Hecha la seña, los nuestros embistieron todos a un tiempo al rincón de los enemigos, y diéronse tanta prisa, que dentro de pocas horas le ganaron, sin que quedase cosa que fuese de parte de los enemigos; y los bergantines y canoas embistieron con las de éstos, y como no pudieron resistir a nuestros soldados echaron todas a huir por donde mejor pudieron, y los nuestros tras ellos. García de Olguín, capitán de un bergantín que tuvo aviso por un mexicano que tenía preso, de cómo la canoa que seguía era donde iba el rey, dio tras ella hasta alcanzarla.

El rey Cuauhtémoc viendo que ya los enemigos los tenía cerca, mandó a los remeros llevasen la canoa hacia ellos para pelear; viéndose de esta manera, tomó su rodela y macana, y quiso embestir; más viendo que era mucha la fuerza de los enemigos, que le amenazaban con sus ballestas y escopetas, se rindió.

 

Cuauhtémoc frente a Cortés

García de Olguín lo llevó a Cortés, el cual lo recibió con mucha cortesía, al fin como a rey, y él echo mano al puñal de Cortés, y le dijo —¡Ah capitán! Ya yo he hecho todo mi poder para defender mi reino, y librarlo de vuestras manos; y pues no ha sido mi fortuna favorable, quitadme la vida, que será muy justo, y con esto acabaréis el reino mexicano, pues a mi ciudad y vasallos tenéis destruidos y muertos… Con otras razones muy lastimosas, que se enternecieron cuantos allí estaban, de ver a este príncipe en este lance.

Cortés le consoló, y le rogó que mandase a los suyos se rindiesen, el cual así lo hizo y se subió por una torre alta, y les dijo a voces que se rindieran, pues ya estaban en poder de los enemigos. La gente de guerra, que sería hasta sesenta mil de ellos los que habían quedado, de los trescientos mil que eran de parte de México, viendo a su rey dejaron las armas, y la gente más ilustre llegó a consolar a su rey.

Ixtlilxúchitl, que procuró harto de prender por su mano a Cuauhtémoc, y no pudo hacerlo solo, por andar en canoa, y no tan ligera como un bergantín, pudo sin embargo alcanzar dos, en donde iban algunos príncipes y señores, como eran Tetlepanquepanltzin, hijo de Motecuhzoma su heredero y otros muchos, y en la otra iban la reina Papantzin Oxómoc, mujer que fue del rey Cuitláhuac, con muchas señoras.

Ixtlilxúchitl los prendió, y llevó consigo a estos señores hacia donde estaba Cortés: a la reina y demás señoras las mandó llevar a la ciudad de Tezcoco con mucha guarda y que allá las tuviesen.

 

La duración del sitio

Duró el cerco de México, según las historias, pinturas y relaciones, especialmente la de don Alonso Axayaca, ochenta días cabalmente. Murieron de parte de Ixtlilxúchitl y reino de Tezcoco, más de treinta mil hombres, de más de doscientos mil que fueron de la parte de los españoles, como se ha visto; de los mexicanos murieron más de doscientos cuarenta mil, y entre ellos casi toda la nobleza mexicana, pues que apenas quedaron algunos señores y caballeros, y los más niños, y de poca edad.

Este día, después de haber saqueado la ciudad, tomaron los españoles para sí el oro y plata, y los señores la pedrería y plumas y los soldados las mantas y demás cosas, y estuvieron después de estos otros cuatro en enterrar los muertos, haciendo grandes fiestas y alegrías. (3)

 

 

 

La relación de Chimalpain: lo que siguió a la toma de la ciudad

Y después que fueron depuestos los atavíos de guerra, después que descansó la espada y el escudo, fueron reunidos los señores de Acachinanco. El primero Cuauhtémoc, señor de Tenochtitlan, el segundo Tlacotzin, el Cihaucóatl, el tercero Oquiztzin, señor de Azcapotzalco Mexicapan, el cuarto Panitzin, señor de Ecatépec, el quinto de nombre Motelhuihtzin, mayordomo real, éste no era príncipe, pero era un gran capitán de guerra.

A estos cinco hizo descender el capitán Hernando Cortés. Los ataron y llevaron a Coyoacan. Tan sólo Panitzin no fue atado. Allá en Coyoacan fueron encerrados, fueron conservados prisioneros. Allá se les quemaron los pies. Además a los sacerdotes Cuauhcóhuatl y Cohauyhuitl, Tecohuentzin y Tetlanmécatl se les inquirió acerca del oro que se había perdido en el canal de los Toltecas (cuando huyeron los españoles por la Calzada de Tacuba, perseguidos por los mexicas). Se les preguntó por el oro que había sido reunido en el palacio, en forma de ocho barras y que había quedado al cuidado de Ocuitécatl, que era mayordomo real. Cuando murió éste —lo mató la epidemia de viruela— sólo quedó su hijo, y de las ocho barras tan sólo aparecieron cuatro. El hijo huyó en seguida.

Y salieron entonces de la prisión quienes habían sido llevados a Coyoacan. El capitán Hernán Cortés (les habló a) aquellos cinco mexicas a quienes había combatido, los señores mexicas, Cuauhtémoc, Tlacotzin, el Cihaucóatl, Oquiztzin, Panitzin, Motelhuihtzin; a éstos les habló el capitán Cortés allá en Coyoacan, se dirigió a ellos por medio de los intérpretes Jerónimo de Aguilar y Malintzin. Les dijo el señor capitán:

—Quiero ver cuáles eran los dominios de México, cuáles los de los tepanecas, los dominios de Aculhuacan, de Xochimilco, de Chalco.

Y aquellos señores de México enseguida entre sí deliberaron. El Cihaucóatl Tlacotzin luego respondió:

—Oh, príncipe mío, oiga el dios esto poco que voy a decir. Yo el mexicatl, no tenía tierras, no tenía sementeras, cuando vine acá en medio de tepanecas y de los de Xochimilco, de los de Aculhuacan y de los de Chalco; ellos si tenían sementeras, si tenían tierras. Y con flechas y con escudos me hice señor de los otros, me adueñé de sementeras y tierras.

Igual que tú, que has venido con flechas y con escudos para adueñarte de todas las ciudades. Y como tú has venido acá, de igual modo también yo, el mexícatl, vine para apoderarme de la tierra con flechas y con escudos.

Y cuando oyó esto el capitán Cortés, dijo con imperio a los tepanecas, a los acolhuas, a los de Xochimilco y de Chalco, así les habló:

—Veníd acá, el mexícatl con flechas y con escudos se apoderó de vuestra tierra, de vuestra pertenencia, allí donde vosotros le servíais. Pero ahora, de nuevo con flechas y con escudos, os dejo libres, ya nadie allí tendrá que servir al mexícatl. Recobrad vuestra tierra… (4)

 

1 “En la oreja del adive” topónimo de un sitio de la ciudad.

2 Informantes de Sahagún, Códice Florentino, lib. xii, cap. xxxix-xli (versión Ángel Ma. Garibay K).

3 Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, XIII relación “ De la venida de los españoles y principios de la ley evangélica”.

4 Chimalpain, Cuauhtlehuanitzin, Francisco de San Antón Muñón, Séptima relación. Versión del Náhuatl: Miguel León Pportilla (Véase bibliografía). Como puede verse, Cortés se empeñó en consolidar su dominio sobre los mexicas ganándose para esto las simpatías de los otrsos pueblos que hasta entonces habían estado sometidos a los mexicas.

 

VISIÓN DE LOS VENCIDOS. RELACIONES INDÍGENAS DE LA CONQUISTA, Introducción, selección y notas MIGUEL LEON-PORTILLA. Versión de textos nahuas ANGEL MARÍA GARIBAY K. / MIGUEL LEON-PORTILLA. Ilustraciones de los códices ALBERTO BELTRÁN. Biblioteca del estudiante universitario 81. UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO. México 2000

Chac Mool

Chac Mool

Por Luis Ignacio Sáinz

 

Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. El nombre Chac Mool traducido como “gran jaguar rojo” o «zarpa tronante», en maya. Fotografía: Luis Alberto Lecuna / Melograna; 3007.

 

En México solemos entronizar a los viajeros exploradores como si se tratase de auténticos eruditos y filántropos; pero, como suele decirse, “hay de todo como en botica”. Unos son filibusteros y saqueadores como Lorenzo Boturini, Jean-Frédérick Waldeck o Edward Herbert Thompson, quien adquiriese Chichén Itzá por 75 dólares, dragase el gran cenote del sitio y contrabandeara sus hallazgos; otros se interesan por azar, como Teobert Maler, cadete voluntario del ejército imperial de Maximiliano de Habsburgo, quien se revelará como un fotógrafo excepcional y un guardián del patrimonio, que será el expedicionario clave del Peabody Museum; y otros más si forman parte de misiones científicas, Alfred Percival Maudslay y sus seis incursiones a los yacimientos mayas, en especial los de Chichén Itzá, Copán, Tikal, Ixkún, Palenque y Yaxchilán, descrito a detalle por primera vez, invaluable la colección Biologia Centrali-Americana, una edición de 50 volúmenes; Désiré Charnay y sus tres misiones, quien reencontró Comalcalco; Eduard Georg Seler y Cäcilie Seler-Sachs y sus seis estancias en tierras del sureste generadoras de quince libros; Sylvanus Griswold Morley, el epigrafista dedicado a la jeroglífica maya en especial en Chichén Itzá, ciudad que reconstruyó, y Uaxactún en El Petén guatemalteco, patrocinado por el Instituto Carnegie 1, que sorprendiera a propios y extraños por ser espía de la Oficina de Inteligencia Naval; notables botones de muestra de una serie casi infinita de osados y curiosos seres devotos del pasado. 

El bautizo de esta pieza excepcional, que incluso ya entrado el siglo XX obnubilase a Henry Moore, remite al polémico arqueólogo Augustus Le Plongeon, quien exploraba Chichén Itzá desde 1875 (2) buscando las pruebas de la fundación del antiguo Egipto por los mayas, cuando se topó con la escultura de un personaje reclinado con un tronco fuera de proporción, la cabeza altiva y girada, las piernas flexionadas en arco y hospedando un recipiente en el vientre; el conjunto quizá sirviera, al alimón, de piedra de sacrificios y cuauhxicalli, depósito de corazones de los inmolados. Se le nombró Chac Mool, tras emerger de una suerte de banco de materiales en la Plataforma de las Águilas y Jaguares. 

 

Alice Dixon: El Chac Mool en sus primeros registros fotográficos (1875).

 

Entre 1847 y 1901 tuvieron lugar los levantamientos indígenas contra la servidumbre y el vasallaje, se les llamó Guerra de Castas; en su origen los líderes fueron los caciques 3 Manuel Antonio Ay de ChichimiláCecilio Chi de Tepich, y Jacinto Pat hacendado de Tihosuco. La inestabilidad prevaleciente explica que un piquete militar protegiese a esta pareja de simpáticos malandrines. A partir de enero de 1876, en el contexto de la revuelta del maya Teodosio Canto, aliado de Porfirio Díaz y quien fuese encargado del despacho del gobierno de Yucatán en dos ocasiones (1880-1881 y 1885), se les instruyó a desarmar a su cuerpo de seguridad y regresar a Mérida. Cosa que harían tras sacar de Chichén al Chac Mool y ocultarlo, pues pretendían apropiárselo y sacarlo del país con la coartada de exhibirlo en la Exposición Universal de Filadelfia o Exposición del Centenario (10 de mayo al 10 de noviembre de 1876), para lo cual solicitaron la autorización del todavía presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El “descubridor” describe:

 

“Aproximadamente a 400 metros de Pisté, lo cual es lo suficientemente alejado para       poner la estatua fuera del alcance de las diabluras de los soldados, la coloqué en un     matorral aproximadamente a 45 metros del camino. Ahí con la ayuda de la           señora Le Plongeon, cubrí la estatua con prendas llenas de aceite y con cuidado   cerramos con ramas la vereda que llevaba de la carretera al escondite, para que de            esta forma cualquier viajero casual, ignorante de la existencia de tal objeto, ni  siquiera sospecharía que estaba ahí”.

 

De nada valieron tales precauciones. Finalmente arribó la respuesta del Ejecutivo mexicano, que fue negativa, en observancia de la ley de 1827 que declaraba no exportables los bienes arqueológicos, aunque reconocía su propiedad por particulares. Y ante esto, el matrimonio 4 viajó a Isla Mujeres y Cozumel, mientras el director del Museo de Yucatán, Juan Peón Contreras, auxiliado por las fuerzas armadas, recuperó la escultura que, a estas alturas, se había convertido en un símbolo de la identidad peninsular. Hizo su entrada triunfal en Mérida en medio de una auténtica verbena popular, jolgorio y alegría que serían fugaces, pues un par de meses más tarde el Chac Mool agarró camino hacia la capital, para integrarse al acervo del Museo Nacional de Arqueología e Historia 5, por acuerdo del gobernador interino Agustín del Río (1877), quien cedió a las presiones del poder central. Así, el Chac Mool sería transportado en el buque Libertad de la Armada con destino a Veracruz, para desde allí emprender su peregrinaje a la antigua Ciudad de los Palacios, y fijar domicilio en el conjunto inmobiliario de Palacio Nacional, en la que fuera Casa de Moneda, en el centro de su patio.

 

Henry Moore: Reclining Figure (1939) 6, bronce

 

 

Henry Moore: Memorial Figure (1946) 7, piedra

 

A raíz de que Le Plongeon lo encontrara, como por arte de magia comenzaron a brotar sus almas gemelas en los cuatro puntos cardinales de Mesoamérica, recuperándose numerosas representaciones de este personaje en sitios tan diversos como Tula, Tlatelolco, Chichen Itzá y 18 de ellos, incluyendo el que inaugura la serie, hallazgo de Le Plongeon; Tzintzuntzan, Tenochtitlán, Ihuatzio, Cacaxtla y otras urbes. Casi por regla general pueden fecharse entre el clásico terminal (830-950 d. C.) y el posclásico (950-1539 d. C.), algunos especialistas consideran que se trata de una figura de tardía inserción en el panteón sagrado, mientras otros si bien reconocen lo demorado de su aparición, lo califican de gozne entre lo profano y lo sagrado, una suerte de umbral que facilita y acompaña el tránsito entre los trece niveles celestes, el único plano de los seres vivos y los nueve del inframundo.

Sin duda, buena parte de los chac mooles se localizan al pie de los altares, en el quicio de ingreso al juego de pelota o en la boca de los templos 8. Sin embargo, su ubicación no agota el sentido de estos cuerpos girados y recostados; puesto que se nos plantea un dilema: considerarlos seres transitivos vinculantes entre dioses y humanos, cumpliendo el papel del mensajero que deposita ofrendas, plegarias y solicitudes; o servir de superficie para la extracción cardiaca 9 o la decapitación, como variante antropomorfa del techcatl (piedra sacrificial).

 

Glosa y variación de Chac Mool; Morton Subastas (2020), cerámica de alta temperatura; 15 x 11 cm.

 

Fuente: Robert J. Sharer: The Ancient Maya, Stanford, California, Stanford University Press, 1994, 5a edición, 928 pp.

 

1 Establecido en Washington por el escocés de nacimiento Andrew Carnegie (1835-1919), empresario de los ferrocarriles, el acero y el petróleo, el 28 de enero de 1902, con una aportación de 135 millones de dólares.

2 Junto con su esposa Alice Dixon, procedentes de Valladolid, arribaron a Chichén Itzá escoltados por los coroneles Felipe Díaz y Jesús Coronado, más un destacamento de soldados; fijaron residencia en la iglesia de Pisté a dos y medio kilómetros del sitio arqueológico.

3 Término utilizado por los conquistadores para designar a las autoridades políticas indígenas, que no distinguía rango alguno. El poder y la capacidad de decisión de tales personajes era relativa, pues era más común rendir cuentas a las asambleas comunitarias. Joseph de Acosta comenta al respecto: «… muchas naciones y gentes de indios no sufren reyes ni señores absolutos, sino viven en behetría y solamente para ciertas cosas, mayormente de guerra, crían capitanes y príncipes, a los cuales durante aquel ministerio obedecen, y después se vuelven a sus primeros oficios»: Historia natural y moral de las Indias, en que se tratan de las cosas notables del ciclo y elementos, metales, plantas y animales de ellas y los ritos y ceremonias, leyes y gobierno de los indios (1589; edición latina, Salamanca), edición preparada por Edmundo O’Gorman, con un prólogo, tres apéndices y un índice de materias, México, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1962, 1a edición; Libro VI, Capítulo XI: Del gobierno y reyes que tuvieron; CXII + 491 pp. [Behetría: “población cuyos vecinos tenían derecho a elegir su señor”, de acuerdo con el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas.]

4 Desmond, Lawrence y Messenger, Phyllis: A Dream of Maya: Augustus and Alice Le Plongeon in Nineteenth-Century Yucatan, prólogo de Jaime Litvak King, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1988 143 pp.

5 Cuya existencia fuese refrendada por Benito Juárez en 1867 tras la restauración de la República; si bien, al menos como aspiración, desde 1825 a iniciativa de Lucas Alamán el gobierno de Guadalupe Victoria lo había declarado “institución viva”. Véase, Martínez Torres, Mayeli: La construcción del Museo Nacional de Arqueología e Historia (1867-1910), de la colección privada a la pública, tesis de Maestría en Historia Moderna y Contemporánea, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, 202 pp.

6 (13.7 × 25.4 × 8.6 cm.) Tate Gallery, Londres, Inglaterra.

7 (142.2 cm.) Jardines de Dartington Hall, Devon, Inglaterra. En memoria de Christopher Martin, su primer director (1934-1944). El “Experimento Dartington” inició en 1925 gracias a Dorothy and Leonard Elmhirst.

8 Para el complejo tema espiritual y litúrgico, véase: Baudez, Claude-Francois: Una historia de la religión de los antiguos mayas, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM,) Centre Culturel et de Coopération pour lʹAmérique Céntrale (CCCAC), Colección Religión y Cultura, 2004, 427 pp. [https://books.openedition.org/cemca/948]

9 Consúltese, Tiesler, Vera y Cucina, Andrea: “El sacrificio humano por extracción de corazón. Una evaluación osteotafonómica de violencia ritual entre los mayas del Clásico”, en Estudios de Cultura Maya, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas, 2007, volumen XXX, p. 57-78. [Pieza no venal, fuera de comercio]

Oculudentavis khaungraae o…

Oculudentavis khaungraae o…

el misterio de la creación

A propósito del nano-dinosaurio hallado en Myanmar

[Xing, L., O’Connor, J.K., Schmitz, L. et al. Hummingbird-sized dinosaur from the Cretaceous period of Myanmar. Nature 579, 245–249 (2020). https://doi.org/10.1038/s41586-020-2068-4]

Por Luis Ignacio Sáinz

El espécimen, encontrado en Birmania (la actual Myanmar), llamado Oculudentavis khaungraae, de rasgos primitivos de pájaro, quedó atrapado en un trozo de ámbar de 31.5 milímetros de extensión, fechado hacia la mitad de la era Mesozoica (entre 251 millones y 65 millones de años) . Se le atribuyen 99 millones de años de edad, que corresponderían al principio de la etapa del Cretácico. Su cráneo medía 7 milímetros, tamaño que rivaliza con el colibrí abeja, el volátil más pequeño de la actualidad, y que lo convierte en el dinosaurio más diminuto conocido de esa Era.

Provisto de una mandíbula poblada por un centenar de dientes y con ojos laterales, como los de los lagartos; parecería ser un depredador minúsculo de insectos. Las órbitas de los ojos eran muy grandes y tenían un anillo esclerótico grueso, con una pequeña pupila, lo que indica que era un animal diurno. Entre una diversidad de vertebrados, siete especímenes que han preservado vestigios de esqueleto de las enantiornitas, aves extintas…

Del griego arcaico: ἐνάντιος, opuestos y όρνιθες, pájaros. Término acuñado por el curador de pájaros fósiles del Museo Nacional de Historia Natural de Londres, el paleontólogo británico Cyril Alexander Walker (1939-2009):

Quizás la diferencia más fundamental y característica entre los Enantiornithes y todas las otras aves se encuentra en la naturaleza de la articulación entre la escápula […] y el coracoides, donde la condición ‘normal’ se invierte completamente.La escápula es el hueso plano y triangular donde se encuentran la clavícula y el húmero, con la presencia de la apófisis coracoides, orientadas de forma opuesta al de las aves modernas…

 

Escaneo de la tomografía computarizada que muestra un modelo en 3D

 

Fotografía, escaneos de tomografias computarizadas y dibujos de interpretación del HPG-15-3 holotipo (ejemplar base, marcador de la nomenclatura) del Oculudentavis khaungraae.

Acercamientos a la cabeza, el ojo y la pupila del HPG-15-3.

 

Si bien el Período Cretácico lo conocemos fundamentalmente por la extinción de los dinosaurios, también habría que subrayar que fue entonces cuando aparecieron inauguralmente insectos como abejas, hormigas, polillas.

Es el último periodo de la Era Mesozoica, que integra además, en orden ascendente de antigüedad al Jurásico y el Triásico. Las etapas del Cretácico son: Cretácico Inferior, que contempla dos momentos: Neocomian y Aptian-Albian; arrancando hace 145 millones de años y cerrando hace 125 millones de años; y Cretácico Superior, que contempla dos momentos: Alto Cretácico y Bajo Cretácico, arrancando hace 125 millones de años y cerrando hace 65 millones de años.

El momento climático –o mejor aún anticlimático-, que lo es además de la Era Mesozoica, consiste en el denominado Evento K/Pg (Cretácico-Paleógeno) [1], del que se cree fue la colisión de un gigantesco meteorito en la Península de Yucatán que al impactar con la corteza terrestre habría generado un enorme cráter de alrededor de 180 km. de diámetro, Chicxulub (en lengua maya, “cola del diablo”), causando la extinción de la mayor parte de los seres vivos: los dinosaurios, los reptiles voladores (pterosauros), la mayor parte de los reptiles acuáticos (plesiosauros, pliosauros e ictiosauros) y los ammonites.

Dinosaurios del periodo Cretácico

[1] http://www.lpl.arizona.edu/SIC/impact_cratering/Chicxulub/Discovering_crater.html

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