Por Héctor Ramírez
Si hiciéramos caso de lo que dice la teoría del color, encontraríamos que tal como se demuestra en cualquier arcoíris, el negro no se encuentra en el espectro visible del color. Todos los demás colores son reflejos de luz, excepto el negro. El negro es la ausencia de luz.
Ahora que, si pensáramos en el lenguaje y sus diferentes acepciones, la definición de negro puede estar sujeta a un par de adjetivos que – en relación al color – lo vinculan a la oscuridad total o a su semejanza con el carbón; o bien, cuando se refiere a un cuerpo, lo define como algo que no refleja ninguna radiación posible.
Jorge Ismael Rodríguez desafía las teorías y las definiciones titulando su más reciente exposición De la nitidez del negro y , desde ahí, nos hace una promesa, nos invita para que lo acompañemos en un viaje que estará lleno de enigmáticas experiencias. Y lo hace porque sabe bien de lo que habla ya que, durante décadas, ha explorado los mundos secretos y misteriosos de la obsidiana, compartiéndonos parte de sus hallazgos en las once magníficas piezas que componen esta muestra.
En La nitidez del negro caben infinidad de posibilidades: nos podemos encontrar en el reflejo de un espejo de agua o en las sombras de una ciudad fantasmal con un horizonte que no siempre será el mismo; seremos el fragmento devastado o el centro perfecto; navegaremos flotando entre corazones enormes que nos invitan a sentir sus negros latidos; seremos testigos de la esfera que, trémula, apenas guarda el equilibrio entre dos sólidos bloques que simulan escaleras que conducen, paradójicamente, a esa fragilidad esférica; podremos acariciar la materia ígnea en su estado primigenio y ser testigos de su bruñida transformación; estaremos en silencio o dialogaremos con nuestro callado reflejo; en instantes podremos pasar de los mundos cóncavos a los convexos para escapar —si así lo deseamos— de una realidad convencional que a esas alturas ya resulta sumamente tediosa.
Gracias a interminables y extenuantes horas de trabajo en el taller, Jorge Ismael Rodríguez ha adquirido una visión muy nítida de la obsidiana que ahora nos invita para que la hagamos nuestra con sus obras. Esa visión le ha permitido entender que el material siempre es sorprendente y que es la posibilidad de un juego interminable, sin embargo también ha comprendido que la obsidiana reclama siempre sus privilegios como materia sagrada y que, para relacionarse con ella, tiene que asimilar qué es lo que la roca ígnea trae dentro, qué es lo que quiere decir y en ese sentido se convierte en una especie de intérprete de “lo negro” que en ocasiones quiere manifestarse en gris, o con tonos rojizos, o mostrar una cara brillante, o permanecer discretamente opaco.
De la nitidez del negro es una demostración de que el negro no es necesariamente ausencia de luz, porque la obsidiana nos ofrece reflejos de una luminosísima claridad, que en sus entrañas negras hay universos donde se puede encontrar de todo menos oscuridad y que cuando un artista se lo propone, irradiar magia es posible.
La exposición se presenta durante los meses de mayo y junio de 2022 en Chicontepec 70, colonia Hipódromo Condesa CDMX, en un espectacular edificio de la década de los años cuarenta restaurado por el propio artista.
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