Por Héctor Ramírez *

Primero que nada me gustaría agradecer la amable invitación de Carlos Jaurena para participar en esta mesa, en un espacio tan significativo y tan relevante para el maestro Froylán Ruiz en lo que a su trayectoria artística se refiere.

Si me lo permiten, antes de entrar en materia de la magnífica publicación de TATUAJES ETERNOS, FROYLÁN RUIZ, OBRA GRÁFICA 1953 – 2021 que es el motivo que nos reúne hoy, me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones e inquietudes que me surgieron en el momento mismo de empezar a preparar esta alocución.

Froylán Ruiz, como artista, está ubicado en la corriente ochentera del Neo-mexicanismo, término acuñado en el periódico unomásuno (según dicen) por quien parece ser la madrina de los movimientos artísticos en México, me refiero por supuesto a la maestra Teresa del Conde, quien ejerciendo esa facultad del madrinazgo bautizó así esta tendencia de recuperar símbolos e íconos mexicanos, con interpretaciones muy particulares por parte de los artistas que producían obra en esa época; todo esto sin un manifiesto de por medio de parte de los autores, así igualito como sucedió con los llamados artistas de la Ruptura y de muchos otros movimientos.

Lo primero que se me presentó fue la idea de entrar en ese laberinto que desde hace mucho nos hemos planteado, ante la improbable posibilidad de entender y explicar lo que es el SER MEXICANO. Lo quise hacer desde dos perspectivas, la del filósofo michoacano Samuel Ramos, quien es autor del deslumbrante libro EL PERFIL DEL HOMBRE Y LA CULTURA EN MÉXICO, publicado en  1934 [dieciséis años antes de que Octavio Paz escribiera su ensayo EL LABERINTO DE LA SOLEDAD] y la segunda, desde la del cineasta mexicano Alejandro Galindo.

En el prólogo de su libro, Ramos explica que la idea del libro “germinó en la mente del autor por un deseo vehemente de encontrar una teoría que explicara las modalidades originales del hombre mexicano y su cultura”. Para empezar, hace una serie de interesantes disertaciones acerca de lo que el llama “el sentimiento de inferioridad” y de cómo este afecta de muchas maneras el modo de ser y de conducirse de las personas, y en particular de los mexicanos.

Entre las varias razones que da para que se desarrolle este sentimiento, está el hecho de que, si es muy grande la desproporción que puede existir entre lo que lo que el individuo considera que es capaz de realizar, y lo que realmente puede hacer, esto desembocará en el fracaso y eso se traducirá en una sensación de incapacidad, una actitud pesimista y en desconfianza en sí mismo. Ramos habla de Jung cuando se refiere a que la sobrevaloración de sí mismo es el terreno más propicio para que se desarrolle el sentimiento de inferioridad y que la tensión entre uno y otro sentimiento se hace a veces tan violenta que acaba transformándose en neurosis y muchas veces la única salida que se ofrece a todo esto es abandonar el terreno de la realidad para que el individuo termine refugiándose en la ficción.Y dice “vive, pues, una mentira, pero sólo a este precio puede librar su conciencia de la penosa idea de su inferioridad.” Todo esto asociado, desde la perspectiva de Samuel Ramos, con los obstáculos que desde hace mucho tiempo tiene que enfrentar el mexicano para comprender su forma de ser y su realidad frente al mundo.

Aquí dejamos un momento al filósofo y pasamos al cineasta.

Alejandro Galindo filma en 1946 CAMPEÓN SIN CORONA, basada en la biografía de Rodolfo “El chango” Casanova. En ella Roberto “El Kid” Terranova, interpretado por David Silva, es un vendedor de nieves en La Lagunilla que siempre está escoltado por “El Chupa”, su fiel escudero interpretado por Fernando Soto “Mantequilla”. El “Kid” Terranova representa a ese mexicano que, a pesar de no tener educación, cuenta con portentosas habilidades para los golpes, lo cual lo lleva a ser un destacado y exitoso boxeador que alcanza fama y dinero. Por supuesto enloquece y pierde el piso; se olvida por un tiempo de su origen humilde, de su entorno, de su familia y de sus amigos para convertirse en otro que ya nadie reconoce. La historia es extraordinaria y las características del personaje central son tan humanas, como reales y muy mexicanas; es la representación viva de lo que Samuel Ramos describe como el sentimiento de inferioridad. En la película esto adquiere un tono absolutamente dramático cuando el contrincante del Kid le empieza a hablar en inglés y éste se siente desesperadamente abrumado, pierde la concentración y es derrotado en el ring y vulnerado en su autoestima, lo que lo lleva a caer, ¿dónde más?, en las garras del alcohol. La cinta tiene ese tradicional “final feliz” en el que Roberto regresa a su vida y actividades anteriores: se olvida de la fama, del dinero de las giras internacionales y retoma su tranquila vida como nevero en el barrio que lo vio nacer y que seguramente lo verá morir.

En este punto, me gustaría referirme a dos películas más del genial Galindo: ESQUINA BAJAN de 1948 y su saga HAY LUGAR PARA DOS de 1949. En ellas Gregorio del Prado y Constantino Reyes Almanza, alias “Regalito” son interpretados, otra vez, por David Silva y Mantequilla, respectivamente. Se trata de un chofer de camión en la ciudad de México y su cobrador. Más allá de las peripecias de los personajes, me gustaría referirme a lo sorprendente que es el hecho de que en más de 70 años las cosas han cambiado muy poco en lo que se refiere al transporte público: muchos choferes siguen llevando un ayudante o cobrador, aunque está prohibido; los camiones siguen siendo insuficientes y prácticamente a todas horas vemos a gente colgada y viajando en los estribos; aunque no hay sindicatos, las rutas siguen siendo muy codiciadas y controladas por unos cuántos; los choferes siguen haciendo de las suyas, echando carreritas y atormentando de muchas maneras a los sufridos pasajeros. Mucho de lo que plantea Alejandro Galindo en sus cintas sigue ocurriendo, contradiciendo a la maestra Del Conde en su señalamiento de neo en cuanto a su acepción de elemento compositivo como “nuevo”.

Y precisamente en relación al concepto de “nuevo”, Samuel Ramos dice: “Al reflexionar sobre el arte mexicano, por una asociación inevitable nos viene el recuerdo del espíritu egipcio, que se caracteriza por la Rigidez, una rigidez inhumana, extrahumana y que es el signo de esa cultura.” A esta relación o similitud entre las dos culturas Ramos la llama “egipticismo”, ya que más adelante explica:

“Como por un influjo mágico, el ‹‹egipticismo›› indígena parece haberse comunicado a todos los hombres y cosas de México, que se oponen a ser arrastrados por el torrente de la evolución universal. Lo nuevo nos interesa solamente cuando es superficial como la moda. Para la edad que tiene México, ha cambiado muy poco. Nuestros cambios son más aparentes que reales; son nada más disfraces diversos que ocultan el mismo fondo espiritual.” Sin duda son interesantes los conceptos del filósofo, casi pitoniso, si pensamos que México tardó sesenta años, después de que publicara el libro con estas ideas, en realizar un tratado de libre comercio, o de cómo en la actualidad existe una clara intención de regresar a un nacionalismo en plena era globalizada.

Samuel Ramos plantea una especie de fórmula matemática en la que se puedan equilibrar las cosas y que ésta dé como resultado una personalidad que reúna “lo específico del carácter nacional y la universalidad de sus valores”, lo cito de nueva cuenta para entrar ahora si en materia del libro TATUAJES ETERNOS del maestro Froylán Ruiz:

“Si el lector quiere formarse una idea más clara de lo que queremos decir (se refiere a la fórmula), recuerde los casos del arte ruso, el arte español, etc., en los cuales precisamente cuando el artista acierta a captar las notas más individuales de su raza, en ese mismo instante su obra adquiere una trascendencia universal. “

Y ya hablando de la publicación TATUAJES ETERNOS, FROYLÁN RUIZ, OBRA GRÁFICA 1953 – 2021 ésta nos recibe con una fotografía del maestro en la que parece estar invitándonos a conocer y viajar a través de su trabajo. Si no fuera tan evidente que se trata de la ventana de una vivienda, uno podría asegurar que está abordó de la locomotora, o en el barco, o en el carrito con bandera que están con otros muchos elementos en el grabado titulado  Autorretrato niño de 2016.

Además de esta amable y cordial imagen, nos entrega un breve texto en el que nos convida parte de su historia, demostrando que sólo quien sabe realmente quién es, resulta capaz de sintetizar en unas cuántas líneas una larguísima y productiva trayectoria artística, que seguramente está repleta de anécdotas y de momentos que dieron origen a ideas que se convirtieron en obras. Froylán se contenta con confesarse creyente y especialmente devoto de la virgen de Guadalupe, con la conciencia —seguramente— de que lo importante es estar bien con los altos mandos.

El texto de Esteban García Brosseau aborda la obra de Froylán Ruiz desde la óptica de la nostalgia, hace referencia al Neo-mexicanismo en el que se sitúa al artista y hace mención de otros artistas que se ubican en ese mismo periodo, pero señala, que a diferencia de ellos la obra de Ruiz está desarrollada a partir de un espíritu “con un alcance más colectivo”, lo cual me hace mucho sentido pensando en la fórmula de Samuel Ramos, en lo que tiene que ver con el acercamiento que es necesario que tenga la obra para que ésta se coloque en el plano de las formas universales, aunque se trate, en principio, del microcosmos de “lo mexicano”. García Brosseau se refiere también a ese “doloroso desmembramiento” entre el pasado y la modernidad en el que parece que nos ubicamos permanentemente los mexicanos: cuando algún presidente nos hizo creer que estábamos en los umbrales del primer mundo, estalla un levantamiento armado de indígenas y nos sacude una espantosa crisis económica; cuando se está hablando de inteligencia artificial y de cómo nos afecta o nos beneficia, se descubre en el Centro Histórico un enorme tzomplantli con cientos de cráneos. La relación que hace en su texto describiendo algunos de los grabados, hace evidente que la obra de Froylán Ruiz es tan diversa como vasta y para todos los gustos, pues García centra su atención en imágenes y detalles que quizá para otros no resulten tan determinantes o pasen hasta desapercibidos.

Por su parte, en su texto, Carlos Jaurena hace referencia a algunos de los datos biográficos del artista y utiliza un término que me llamó poderosamente la atención: creación simbólica, ya que esto define con mucha certeza el trabajo del maestro Ruiz, pues él se vale de los símbolos que nos son perfectamente cercanos e identificables para crear imágenes que, de alguna u otra manera, nos son tan entrañables como reconocibles; sin embargo, también se convierten en una renovada forma de recuperar eso que nos da identidad como mexicanos, porque como dice Jaurena, es la forma en la que Froylán termina apropiándose de la cultura popular mexicana. Me parece que el trabajo de selección de las obras que realizó Carlos para este libro es magnífico y debe haber sido arduo, dado lo prolífico de este artista. Él mismo Ruiz nos confiesa en su texto de presentación: “Soy un apasionado del trabajo, me gusta transitar mi día a día con calma y disciplina, gracias a ello mi producción es muy vasta sin que demerite en calidad” Ante la enorme avalancha de piezas que debe significar revisar las carpetas de Froylán Ruiz, Jaurena tuvo a bien reunir y presentarnos en este libro un buen racimo de obras que muestran no sólo diversas técnicas y diferentes periodos de creación, sino los más variados intereses que han movido la mano y la sensibilidad de alguien que, por su trabajo, hace evidente la inmensa pasión que tiene por el arte y su orgullo por ser pre, neo y post mexicanísimo.

Me gustaría finalizar con una cita más de Samuel Ramos que me parece está totalmente vinculada con la vida y la obra del maestro Froylán Ruiz que dice:

“He querido desde hace tiempo, hacer comprender que el único punto de vista justo en México es pensar como mexicanos. Parecerá que ésta es una afirmación trivial y perogrullesca. Pero en nuestro país hay que hacerla, porque con frecuencia pensamos como si fuéramos extranjeros, desde un punto de vista que no es el sitio en que espiritual y materialmente estamos colocados. Todo pensamiento debe partir de la aceptación de que somos mexicanos y de que tenemos que ver el mundo bajo una perspectiva única, resultado de nuestra posición en él”

* Texto leído por el autor en la presentación del libro FROYLÁN RUIZ, TATUAJES ETERNOS, OBRA GRÁFICA 1953-2021 en el Salón de la Plástica Mexicana, CDMX, agosto 26 de 2023.

 

 

 

 

Abrir chat
¿En qué lo puedo ayudar?
Bienvenido
En qué podemos ayudarte