Luis Ignacio Sáinz
Fabiola Tanus es una artista obsesionada con el movimiento en su versión de itinerario-desplazamiento vinculado con la migración. Su alma es peregrina. Este sería el origen de su interés en los mapas. Instrumentos de viaje que le permiten recrear la odisea de su propia familia que atravesara el Mediterráneo hace más de un siglo para, un poco por azar, establecerse en México. Greca móvil (2022) es una composición tridimensional (códex-acordeón-biombo) en papel que da cuenta de a expedición con todo y sus escalas. Evoca el poema 126 (“El viaje”, III) de Las flores del mal de Charles Baudelaire (1821-1867):
¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos
leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.
¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!
Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.
Decid, ¿qué habéis visto?
Étonnants voyageurs! Quelles nobles histoires
nous lisons dans vos yeux profonds comme les mers!
Montrez-nous les écrins de vos riches mémoires,
ces bijoux merveilleux, faits d’astres et d’éthers.
Nous voulons voyager sans vapeur et sans voile!
Faites, pour égayer l’ennui de nos prisons,
passer sur nos esprits, tendus comme une toile,
Vos souvenirs avec leurs cadres d’horizons.
Dites, qu’avez-vous vu ?
Obra que integra dos dimensiones conceptuales, temporales y estilísticas: por un lado, el frente es un testimonio de la matria/patria abandonada, especie de tarjeta postal que captura el puerto de embarque, el inicio del éxodo: vista del pasado en el presente; por otro, la vuelta es un portulano que detalla los indicadores climáticos y atmosféricos, de corrientes marinas y accidentes subacuáticos (arrecifes, naufragios, yacimientos mineros, obstrucciones orgánicas) favorecedores de la navegación: ruta del presente al futuro.
Eratóstenes de Cirene (276 a. C. – 194 a. C.) conjeturó la esfericidad de la tierra y bajo el influjo de su “esfera armilar” Ptolomeo y sus herederos, en particular el egipcio Ibn Fadl Allah al-‘Umari que levantara un plano náutico a detalle del Mar Medi Terraneum (“mar en el medio de las tierras”) o Ak Deniz (en turco, “mar Blanco”, por situarse al sur; en oposición al llamado mar Negro por localizarse al norte) entre 1330 y 1348, desarrollaron la geografía moderna. Exploradores del espacio no revelado, huéspedes del caos, que por obra y gracia de su imaginación, esa voluntad creadora que desconoce límites o fronteras, permitieron los intercambios de mentalidades al mudarse a latitudes que se ilusionaron fueran más amables que las abandonadas, por miseria, por persecución, por aventura.
La creadora ordena “hágase la luz”, y al instante las tinieblas retroceden, el caos desaparece y la vida sienta sus reales, con suavidad, seductoramente. Nada ni nadie la frena. Impone su propio ritmo. En la ida del haz y el regreso del envés, el papel alcanza la condición monumental en su representación del detalle magnificado. Origen y génesis de un jirón de realidad, que es naturaleza, sentimiento y esperanza. La migrante de sí misma comparece a través de su espíritu y su conciencia, sus vísceras y sus emociones, allí están todos sus atributos, aireándose al sereno, soportando la mirada de quienes no han sido convidados a los esponsales del cielo y de la tierra. Y mandando un mensaje en clave, secreto morse, nutre a destinatarios hipotéticos o quizá anónimos, reiterando que prefiere escribir su desnudez en silencio que hablarla en voz alta.
Lejos del tiempo lineal, donde se confunden los planos del ser, atentos a los accidentes, esos tributos del azar, atisba una voluntad tímida para elegir un destino al parecer de naturaleza cósmica, de esos que todo lo cambian, metamorfoseando las tentaciones en realidades. Allá, por detrás del firmamento, la mujer hacedora se afana en conciliar el sueño y la vigilia con el imperativo de dotar de realidad semejante errancia, para que no sea sin fin y que se ajuste a las latitudes, altitudes, longitudes, coordenadas, del camino elegido, la ruta de la emancipación plena del espíritu.
Pues de eso se trata, de la conquista de la libertad, de su construcción ladrillo por ladrillo, o en este caso de diseñadora-artífice-pintora-escultora-interventora-ceramista y escultoraconceptualista e instaladora, línea por línea, trazo por trazo, volumen por volumen… Tanto tiempo transcurrido, tal como acostumbra, y continúan siendo útiles las estratagemas de la invención de constelaciones inverosímiles para saciar las ansias de que la vida sea de otra forma, más personal, acaso incontrolable, cero previsible, pero armoniosa, pacífica en su oferta de sorpresas, dichosas ristras de ánimos exaltados y carcajadas a tambor batiente. Se vale, ¿si no para qué trasladarse de un continente a otro, y aunque se dude implicando moverse de un mundo a otro?
La heredera de los pilotos fenicios se mueve sin cesar, en busca de su tiempo oportuno, en el ejercicio irrestricto de su pasión: crear ex nihilo, sí, desde la nada, equipada única y exclusivamente con los artilugios de sus sentidos y percepciones. Ser testimonio de una vitalidad encendida, esa que se merece el calificativo de entusiasta; voz proveniente del griego de la que se nos ha olvidado su significado: ἐνθουσιασμός, el furor de las sibilas al emitir sus oráculos, éxtasis por portar a dios de inspiración venerable. Los migrantes, quienes leen estos mapas, confinados en la esperanza deberían o podrían tener la gracia de poder desdeñar la solemnidad paralizante, la que nos asigna responsabilidades esclavizantes como si se tratase de penitencias. Sonrientes, los pasajeros anidan en el corazón y se manifiestan a dentelladas y alaridos festivos: han zarpado en busca de utopía… En tanto la piloto en alerta permanente, inventándose uno y mil quehaceres, ignora lo que es el cansancio y su remedio la molicie.
Los partos de Fabiola Tanus son cartografías protectoras de territorios emocionales y geográficos más desplazamientos tierra adentro y océanos de por medio, que evocan el primer atlas conocido el Theatrum Orbis Terrarum (70 mapas y 87 referencias bibliográficas) concebido en 1570 en Amberes por Abraham Ortelius y los portulanos de la escuela mallorquina del Trecento, como el Mapamundi de Abraham Cresques de 1375. Los viajes líquidos semejan los vaivenes del sueño y arman una bitácora de corrientes marinas y vientos en su majestad el Mediterráneo: Mistral, Tramontana, Levante, Siroco, Gregal, Bora, Khamsim, Meltemi, que favorecieron las migraciones y por ellas los mestizajes y las colisiones de civilizaciones alucinantes. Testimonio de una posible diáspora en navíos llamados gaulós que levaran anclas en los puertos de Tiro, Sidón, Biblos y Beirut. Evoca sus raíces y lo hace con una técnica mixta sobre papel de algodón, donde suben y bajan las marcas de los caminos, instalados sobre la Rosa de los vientos, el artilugio de Pedro Reinel (1504) y sus moradores: Septentrión, Tramontana, Bóreas, Aquilón, Gregal, Cecias, Vulturno, Argestes, entre muchos otros.
Julia Kristeva sentencia: «Au fond, le voyage vers les origines est plus important que les origines elles-mêmes» (En el fondo, el viaje hacia los orígenes es más importante que los orígenes en sí mismos). La creadora convertida en brújula lo sabe y por eso es una constelación de preguntas en busca de respuestas, el verdadero signo de la inteligencia. Vaga y deambula recolectando pistas, resolviendo acertijos, formulándose paradojas, resolviendo esos rompecabezas emocionales, filosóficos, vocacionales, que la cercan de tanto en tanto…
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