Muerte y resurrección de Paul Gauguin.
Por Raúl Gasque Sansores
De algo estoy seguro….he muerto y he revivido como pocas personas.
De esto hablaré esta tarde, de esas veces que he visto las nubes voladoras del infinito, que he sentido el vello lacio del pubis angelical de Afrodita en las Antillas, y de ese frio majestuoso del océano que me ha abrazado y escupido con ternura a estas playa que fueron mi hogar.
Soy hijo de Clovis Gauguin, un periodista antimonárquico, y de Aline Marie Chazal. Cuando contaba sólo con un año, mi familia tuvo que huir a América. Durante el viaje mi padre murió, por eso podría definir que acababa yo de nacer cuando ya me sucedía mi primera muerte. Morí junto a mi padre que no fue capaz de soportar los malestares que producía alejarse de la tierra de los moules, el foie gras, ¡El pastís! ¡La ilustración recién inventada! Ahora nos trasladábamos a Perú, país donde el colonialismo impera aun cuando ya hace más de 50 años que decidieron independizarse. ¡Carajo, tengo apenas un año y ya estoy exiliado! la sociedad quiere mi muerte y yo moriré… ¡Pero resucitaré!
He regresado a Francia, o quizás he llegado a Francia, “cierro los ojos” y ahora soy un joven a punto de subirme al corbeta Jerôme Napoleón, todo esto para revivir la muerte que sufrí de niño, la vivo, la toco, la acaricio, sus muslos de mujer negra en Jamaica, conozco el color del Trópico y el sudor de miel de las mulatas, resucitó, es así como muero, resucito, resucito y muero.
“Cierro los ojos” y cuando los abro estoy trabajando como agente de cambio para la empresa Bertín en la Bolsa de París, tengo éxito en mis negocios. Llevó una vida burguesa y acomodada junto a mi mujer Mette-Sophie Gad y mis cinco hijos.
Mi tutor, Gustave Arosa, hombre de negocios y gran amante del arte, me presenta a los impresionistas. Ahí conocí la obra de Camille Pissarro, después la obra de Manet, Cézanne, Monet. ¡Tengo que morir nuevamente, tengo que arrancarme las ropas de burgués! ¡He conocido el color! ¿Ha quebrado la Bolsa de París? ¡Jajajajaja la vida me ha entregado la muerte otra vez!, pintaré, desquebrajaré el color, trazaré los púrpuras como nadie y reinventaré la manera de ver las cosas, soy libre, vivo en otra resucitación.
Cierro los ojos y siento la brisa de mar, han pasado muchas cosas, el frio de la Bretaña, el amor no correspondido, sacarme una muela con una cuchara, la sífilis, dejar el rico coñac para ahora beber el néctar de la miel, siento la brisa salada del mar, el calor de la humedad, una erección tropical, siento el olor a óleo y sexo femenino en la parte superior de mi bigote, abro los ojos, y veo que la muerte y la vida están enfrente de mi: Mi creación mi sombra y mi luz, un lienzo hermoso de nombre Manao Tupapau, muestran a una de mis mujeres viéndome con miedo, como quien aparece y desaparece en un mismo instante, esta mujer está cubierta de miedo, recostada desnuda con las nalgas paradas como si fuesen montañas, esperan a que la penetre, la he penetrado, el viaje mental y neuro metafísico ha pasado a bañar este lienzo de líquidos de colores, todo para reencarnar en esta pintura la vida y muerte que me preceden.
Esta vez cerraré los ojos y ahora que los abro de nueva cuenta, me encuentro en un cielo profundo y húmedo, en el interior todo aparece como en mi obra: “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?” Los amarillos, morados, y azules surcan los aires, mujeres yacen sin ropa en el edén y me miran, se difumina todo… y ahora estoy viéndome de frente, tengo las uñas largas como las de las gárgolas de Notre Dame, aparecen dos mujeres que me calentarán las noches, dos ninfas que me acompañarán en el viaje por el infinito, regalo de los dioses de la Polinesia en agradecimiento por mandar a la mierda los cánones occidentales para inmortalizar a los espíritus del sur del océano Pacífico, una de las ninfas tiene el pelo rojo, casi anaranjado, la otra negro como las manchas del plátano maduro, la mujer de pelo rojo lleva unas flores en el cabello, las flores del Jardín de Giverny de mi querido amigo Monet les bañan los muslos y las preciosas cabelleras, del otro lado como en un espejo me miro y veo que abro la boca lentamente para decir: “Contes Barbares”.
El murmullo del morado mar susurra: “Cierra los ojos, Paul Gauguin… has muerto otra vez para resucitar perpetuamente a través de los cielos infinitos de tus trazos”.
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