Luis Ignacio Sáinz *

El arte es el perfeccionamiento de la naturaleza. (…) todas las cosas son artificiales, pues la naturaleza es el arte de Dios.

Thomas Browne: Religio medici, 1643.

María José Lavín es fiel a la imaginación de la materia. Se expresa en esos ires y venires de unos sólidos en proceso de serlo. Van y vienen en búsqueda de su identidad las formas y sus sentidos, sometiéndose a la creadora que, con pasmosa naturalidad, ejerce su ministerio desde la nada, convocando a las intuiciones para que se materialicen y vayan, con cadencia sinuosa e inquietante, habitando el mundo, apoderándose de él mediante sus representaciones. Seres, entes, artilugios, urgidos de manifestarse.

Despliegue que nos remite a una zaga repetida hasta la saciedad en el arte: la lucha por la expresión, ya no el oficio que está más que conocido, domeñado, sino a la significación y sus interrogantes: ¿qué? ¿cómo? ¿para qué? ¿por qué? Sentimientos que son volúmenes e ideas que son volúmenes. La imaginación constructiva desborda y hasta rechaza la mímesis, no se sujeta al mundo como tal, esa physis (Φύσις, en griego crecer o brotar) que conocemos con la voz natura naturata (ser creado) 1.

Artificio de la estética que perfecciona, justo, la naturaleza. Fijar en el tiempo, disponer en el espacio, energías propias del crear y el parir que son o pueden devenir condición biológica, cualidad simbólica, preferencia deseada, elección voluntaria. Nuestra hacedora de imposibles está atrapada en su propio laberinto: el de la concepción. Es fértil aún si no lo desea; en su ADN está depositada tal lógica de la fragmentación. Y vaya que desde dentro le brotan hechuras sin fin, extravíos de la conciencia en tropel…

Cronista de gozos y agravios, anhelos y desasosiegos, a través de la bondad de los sólidos. Los materiales que, en su flexibilidad y dureza, protegen la impronta de sus percepciones, emociones o simplemente de sus raptos reflexivos. Escultora aferrada a los elementos que permiten estabilizar su cosmovisión, esa su beatífica intuición de lo real: acaricia la luz, acecha los átomos, obedece el dictado de la piedra, el metal o la madera. Todavía más: invoca y convoca el movimiento de soportes tan caprichosos. Esos que provienen casi de la nada en aparente desafío a la divinidad. Todo en esta mujer imparable es presagio y profecía, mientras flota en su elegancia, refugiada en una lejanía que la blinda de las asechanzas de la vida cotidiana. Belleza incandescente. Espejo que deglute las imágenes. Cuenta cuentos, agorera de su leyenda íntima. Eso son sus testigos del amanecer y el crepúsculo. Maquinaciones volumétricas que abran y clausuran el tránsito de los días. Lo sabe el poeta: “La luz es médula de sombra” 2.

En Las zahúrdas de Plutón Francisco de Quevedo asevera desenfadado: “Los sueños las más veces son burla de la fantasía y ocio del alma”. Su heredera lejana en el tiempo, próxima en el humor y a ratos la angustia, María José Lavín, entre la pluma 3D y filamentos en miscelánea, el corte laser aplicado a un desfile de materiales, la porcelana, el mármol blanco y el papel, la cerámica de alta temperatura, un bronce extraviado, la felpa y las vendas de yeso, más el tropel de las resinas, teje flotando, contra la gravedad, a favor del vuelo, inmersa en un vaho de la conciencia, ese batiboleo de estar y la ausencia…

Allí se encuentra a sus anchas esta tremenda autora de aventuras inconcebibles. Mujer onírica y sus partos, díscola por momentos, exigente de almohadas suaves y recias, níveas y hechas de luces anuladas… Necio, el de las antiparras a las que bautizara su apellido en plural, el espadachín con las hojas afiladas y también los versos filosos insiste en abrumarnos con su locura exacta, su lujo constante, sus ansias nunca apagadas. Y lo hace hermanado con la mujer en tránsito de perfección, su alma gemela, la que se ahorró el del nazareno en su propio nombre:

 

A fugitivas sombras doy abrazos;

en los sueños se cansa el alma mía;

paso luchando a solas noche y día

con un trasgo que traigo entre mis brazos.

Cuando le quiero más ceñir con lazos,

y viendo mi sudor, se me desvía;

vuelvo con una fuerza a mi porfía,

y temas con amor me hacen pedazos.

Voyme a vengar en una imagen vana

que no se aparta de los ojos míos;

búrlame, y de burlarme corre ufana.

Empiézola a seguir, fáltanme bríos;

y como de alcanzarla tengo gana,

hago correr tras ella el llanto en ríos.

 

María José Lavín, triunfante y gozosa, pone fin al tormento del insomnio porque: “La esperanza es el sueño de los despiertos”, en la poética apreciación de Aristóteles… Ansiedad escapista que nos induce a la evocación de la materia a un tris de animarse, en la geografía insólita de Xavier Villaurrutia:

 

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera

y el grito de la estatua desdoblando la esquina.

Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,

querer tocar el grito y sólo hallar el eco,

querer asir el eco y encontrar sólo el muro

y correr hacia el muro y tocar un espejo.

Hallar en el espejo la estatua asesinada,

sacarla de la sangre de su sombra,

vestirla en un cerrar de ojos,

acariciarla como a una hermana imprevista

y jugar con las flechas de sus dedos

y contar a su oreja cien veces cien cien veces

hasta oírla decir: “estoy muerta de sueño” 3.

 

María José Lavín otea en sus aguas profundas, se sumerge en los intersticios de su conciencia y biografía, los carea con las realidades del orbe de significados que urden el planeta donde habita; y sin embargo, tal densidad intelectual y emocional no le impide sumarse al humor sorpresivo, casi narrativo, del poema. También a ella a ratos la vence la molicie, el tedio, el sueño… y en este vasto continente sigue haciendo de las suyas.

Ocupada y preocupada, en esa su naturaleza inteligente y sensible por igual y simultáneamente, María José Lavín encuentra su identidad en el onirismo: en términos de la filosofía náhuatl 4 cumple ser temiquiximatli, “conocedora de los sueños», y temicnamictiani, “intérprete de los sueños», pero además irrumpe hermanada con ser tonalpouhqui, “narradora del destino”. Nada mal. Y todo al alcance su mente ágil, siempre alerta. Empero, hasta el bueno de Motolinia calificó los sueños de “embaimientos”: ejercicios para “ofuscar, embaucar, hacer creer lo que no es”, a según la definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Aprovecho para hacer una aclaración. Hombres y mujeres, y las opciones que se construyen entre estos polos simbólicos y por ello artificiales, crean por igual, producen por igual, están dotados de las mismas potencialidades por igual; si bien ello no obsta para que definan sensibilidades e intenciones propias, diferentes, a veces complementarias y equivalentes, y en otras situaciones o contextos hasta enfrentadas. Tal es el sello de la equidad y las elecciones que prohíja. Figuras en bulto que son vaivenes, desde las ideas hasta las emociones, atravesando las voluntades, exhibiendo sus vocaciones en favor de la armonía quinestésica, percepción y movimiento.

Y en este concierto por encima y más allá de los géneros, María José Lavín lanza por doquier trozos de materia que se identifican con sus orígenes: los Sueños a la carta, las promesas como advertencias de edenes vencidos, de paraísos recuperados, de resurrecciones imaginadas. Eso terminan siendo sus esculturas: crónicas de batallas casi olvidadas por la incuria del tiempo, la desmemoria de los seres, la incomprensión de los elementos: agua que no fluye, aire estancado, tierra volátil, fuego extinto. Bellezas poderosas que nos allanan los escollos de la existencia.

* Texto para el cierre de la exposición de la artista en el Seminario de Cultura Mexicana. Ciudad de México 2023.

1 En oposición o tal vez complemento de la natura naturans que refiere a lo que es en sí, la idea misma de dios creador. Abundo, para Baruch Spinoza la natura naturans es la sustancia infinita, lo que es en sí y se concibe por sí: Deus sive natura o principio creador; en tanto que la natura naturata es todo lo que se sigue de la naturaleza divina y los modos de sus atributos. Corolario: la natura naturata se aloja en la natura naturans.

2 Este verso de Antonio Gamoneda forma parte del poema “Viene el olvido”, en Arden las pérdidas, Barcelona, Tusquets Editores, Colección MarginalesSerie Nuevos Textos Sagrados, 2003, 128 pp

3 “Nocturno a la estatua”, poema dedicado a Agustín Lazo, que forma parte de Nostalgia de la muerte (Buenos Aires, Editorial Sur, 1938). Su libro más celebrado, el verdadero espinazo del corpus literario de tan aristocratizante miembro del “archipiélago de soledades” que fuera “el grupo sin grupo” de Contemporáneos, que conviviera alrededor de la revista del mismo nombre fundada y dirigida por el propio Villaurrutia y Salvador Novo (1928-1931), al igual que antes hicieran con otra publicación, Ulises (1927-1928). Este tributo a la muerte y la angustia tendría una edición mexicana, revisada y ampliada, en 1946 por Ediciones Mictlán.

4 Fray Toribio de Benavente, el franciscano mejor conocido como Motolinia (en náhuatl, “el que es pobre y se aflige”), uno de los primeros cronistas de la civilización mexica, escribe que: “Había entre estos naturales cinco libros como dije de figuras y caracteres: el primero hablaba de los años y tiempos: el segundo de los días y fiestas que tenían en todo el año: el tercero que habla de los sueños y de los agüeros, embaimientos y vanidades en que creían: el cuarto era del bautismo y nombres que daban a los niños: el quinto es de los ritos, ceremonias y agüeros que tenían en los matrimonios”. (Las cursivas son mías). Véase: Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España y de los naturales de ella, Nueva transcripción paleográfica del manuscrito original con inserción de las porciones de la historia de los indios de la Nueva España que completan el texto, Edmundo O’Gorman editor, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1971, CXXXI, 591 pp.

 

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