ARTE
Por Juan José Díaz Infante
“El significado del arte actual, lo que dice cada obra:
Yo quiero estar colgada en la sala de un billonario”
Juan Ángel Navarro, crítico
¿Qué es el arte? Una pregunta que ha intrigado a filósofos y artistas durante siglos (también intriga a políticos mexicanos). ¿Es una forma de comunicación, una expresión de la belleza, una crítica social o simplemente una forma de entretenimiento?
La definición del arte
La definición del arte ha sido objeto de debate durante siglos. Algunos consideran que el arte es cualquier forma de expresión creativa, mientras que otros lo definen como una forma de comunicación que transmite emociones, ideas y valores. La filósofa y crítica de arte, Susan Sontag, define el arte como «una forma de experiencia que nos permite acceder a la realidad de una manera más profunda y compleja».
El arte como expresión de la belleza
Una de las teorías más antiguas sobre el arte es que se trata de una forma de expresión de la belleza. Una teoría que ha sido criticada por ser demasiado limitada y no tomar en cuenta la diversidad de formas y estilos que existen en el arte.
El arte como crítica social
El arte es una forma de crítica social. Según esta teoría, el arte es una forma de reflexionar sobre la sociedad y de criticar sus injusticias y contradicciones. El arte puede ser una forma de protesta, de denuncia y de cambio social.
El arte como experiencia
El arte es una forma de conectar con nuestros propios sentimientos, emociones y pensamientos, y de experimentar el mundo de una manera nueva y diferente, tendríamos que hablar de Poiesis.
Tratando de ser menos etéreos, ¿cuáles son las artes? las artes son la Danza, la Literatura, la Música, la Escultura, el Cine, la Fotografía y la Pintura. La semana del arte será una manifestación propiamente de la pintura, con algunas excepciones de ciertas instalaciones de video, un performance ocasional, algo de fotografía, algunas antigüedades que quizá incluyan una escultura de bronce.
Viene la semana del arte en CDMX y hay algunas personas que no tienen claro qué significa o qué se debe de hacer en una semana del arte. En muchos países hay ferias importantes, por mencionar algunas, ARCO o BASEL, que pueden ser las más importantes que existen y su misión es la de promover el coleccionismo del arte.
Durante el COVID fue evidente lo importante que es la generación de contenidos y se debe de definir contenido al aspecto cualitativo de cualquier expresión. No simple y sencillamente el editar basura. Una película pornográfica no es contenido aunque se le pueda definir como tal, visto desde el punto de vista del consumo del mismo.
La idea de esta semana es salir y comprar arte, si no se compra en la ZONAMACO, se debe de comprar en Bada, la otra feria paralela que se pone en el Campo Marte. Hay arte para todos los tamaños de bolsillo. También ahí en Bada es un buen momento para conocer personalmente a algunos artistas, quienes son ellos mismos los que ponen y atienden sus exposiciones.
El arte se puede definir de muchas maneras, sin embargo en México en la mayoría de los casos se usa como un artículo de lujo. El gobierno establece en su artículo 3: «toda persona tendrá derecho a disfrutar, preservar, difundir y desarrollar cualquier manifestación y expresión cultural y artística»… (habría que definir lo que es un derecho y lo que es una obligación, el derecho lo tenemos, pero esto no establece una obligación del gobierno).
He asistido varias veces a ZONAMACO y a Bada y la realidad es que son un número infinito de stands donde se ha depurado el sentido del arte a solamente su venta.
El contenido como antecedente: en la extinta Feria de Arte de Guadalajara se solía tener un Foro Internacional de Arte Contemporáneo donde se reunían artistas y teóricos a discutir el arte de aquella época, la última a la que yo fui fue finales de los 90s (o por ahí), en una de sus últimas ediciones, cuando se discutía el arte en internet y sus repercusiones. En esas épocas Raquel Tibol odiaba a los artistas contemporáneos. Sin embargo, se discutían las virtudes del arte electrónico y sus posibilidades de futuro. La necesidad de que el gobierno se enterara de que el arte nuevo podía representar un México Nuevo. Inclusive todavía no cerraba el Museo de Monterrey y Lozano Hemmer no se había nacionalizado canadiense. Cuando estuve en la feria española de ARCO, me tocó escribir en sus publicaciones acerca de la obra y armar una beca para hacer un directorio de artistas mexicanos.
En fin, un poco lo que quiero decir, es que algunas ferias tienen procesos de expansión y tienden a publicar, educar y discutir el arte de manera formal alrededor de las atmósferas comerciales, dándole contexto y forma al arte. Vender arte sin marcos de contexto tiende a ser una técnica que se parece más a la venta de autos.
Hablando de que el arte es algo más, podemos afirmar que el arte es combativo, es una herramienta de investigación y tiene muchas maneras de desplegarse en el terreno social, además de que luzca bien en el comedor.
A México le urge desdoblar y expandir el arte, o más bien al artista. McLuhan solía decir que “en un mundo de cambio lento el arte es un lujo, en un mundo de cambio rápido el artista está en la torre de control”. Qué difícil descifrar esta frase en lo que es la semana del arte; el arte sigue siendo un lujo, pero ¿dónde está la torre de control o quién es el artista hoy en día? Se necesitan marcos de referencia y contexto para poder entender, cómo definir esa línea que es muy tenue entre el valor de un plátano y un plátano pegado con cinta gris.
Sobre todo en una época donde definir la realidad es muy difícil, vivimos bombardeados de una atmósfera de fake news, post verdad, verdad histórica, «otros datos». Si la realidad es un problema, el arte es el “quítate que ahí te voy”.
En México hemos ido perdiendo en los periódicos la sección cultural, y con la ahora delgada sección cultural, hemos perdido los escritores y hemos perdido los críticos serios, de igual manera los esfuerzos editoriales son muy pobres y acaban siendo libros de mesa de café que pocas veces llegan a un segundo idioma.
Guía rápida de La Historia del Arte del Siglo XX en México, hecha para ser rápida, no necesariamente exacta en fechas, ni tampoco contiene todos los nombres que debería de contener.
El siglo XX fue un período de gran transformación y experimentación en el mundo del arte en México. Desde la Revolución Mexicana hasta el día de hoy, el arte mexicano evolucionó de manera significativa, reflejando los cambios políticos, sociales y culturales del país.
El Muralismo (1921)
Después de la Revolución Mexicana, el gobierno mexicano buscó promover la identidad nacional y la conciencia social a través del arte. El Muralismo, un movimiento artístico que surgió en la década de 1920, se convirtió en una forma poderosa de expresión y comunicación. Era un modelo de denuncia pública, un documento histórico que afectó de manera absoluta el arte en México y en el mundo. Los muralistas, como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, crearon obras monumentales que reflejaban la historia, la cultura y la lucha de México.
El Estridentismo (1925-1927)
En la década de 1920, un grupo de artistas y escritores mexicanos, liderados por Manuel Maples Arce, surgieron con un estilo innovador y experimental conocido como El Estridentismo. Los estridentistas, como Germán List Arzubide, Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal, se enfocaron en la creación de obras que exploraban la experimentación.
La Escuela Mexicana de Pintura (1921)
La Escuela Mexicana de Pintura surgió como una tendencia paralela al Muralismo. Los artistas de esta escuela como Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Nishisawa, Leopoldo Mendez, Francisco Toledo y María Izquierdo —entre muchos otros— se enfocaron en la creación de obras más personales, universos interiores. Y se vuelve una mezcla de estilos, es decir, está Leonora Carrington como parte de la escuela y al mismo tiempo es una surrealista, admite a Frida como arte Naif, Tamayo como expresionista o moderno, todos en la Escuela Mexicana.
Grupos No Objetuales (70s)
En México surgieron varios grupos no objetuales, como el “No Grupo” o el “Grupo Suma”. Estos grupos se enfocaron en la creación de obras que cuestionaban la noción tradicional de la pintura y la escultura, y que exploraban lo “no objetual”, un antecedente del arte Conceptual en México. 1972-76 Editorial Beau Geste, creada por Felipe Ehrenberg y Martha Helión.
El Arte Moderno (internacionalmente 1850-1950)
Mathías Goeritz, emigra de Alemania a México en 1949, permeado por el Bauhaus. Influencia una vanguardia en México colaborando con Chucho Reyes y Luis Barragán. Crea el bar EL ECO. En aquella época se puede mencionar a gente como Carmen Barreda que hace la gestión para que se haga el Museo de Arte Moderno de CDMX en los 60s.
La Generación de la Ruptura (1950)
El arte abstracto comenzó a ganar popularidad en México. Los artistas de la Generación de la Ruptura como Arnaldo Coen, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Alberto Gironella se enfocaron en la creación de obras que se contraponen al Muralismo y a la Escuela Mexicana de Pintura, especialmente por el tamaño (caballete) y elaboradas para galería.
El Arte Contemporáneo (1980)
En la década de 1980, el arte contemporáneo en México comenzó a diversificarse y a experimentar con nuevas formas y técnicas. Los artistas como Gabriel Orozco, Daniel Lezama, Cisco Jiménez, Héctor Falcón, se enfocaron en la creación de obras que cada una apunta en direcciones distintas, ya todas se vuelven híper personales. Ya no coinciden en ideología ni técnica, ya no hay una comunidad y tratar de entenderlos de manera grupal es imposible. Aparecen nuevos nombres que tiene qué ver con arte en video, lo electrónico, lo transgénico: Pola Weiss, Corquidi, Lozano Hemmer, Marcela Armas, Daniel Rivera, Fernando Llanos, Sara Minter.
La historia del arte del siglo XX en México es otra historia. No hay manera de que tengamos la misma historia, ya que la falta de marcos y de volumen de publicaciones no genera un orden sistemático.
Lo que parece interesante esta semana del arte es FILIA, la primera edición de la primera Feria Independiente del Libro de Arte, del 6 al 8 de febrero, en el marco de la Semana del Arte de la Ciudad de México. La feria se adapta al carácter de su sede, el primer piso del Covadonga, en la Roma, ofreciendo un horario vespertino y nocturno que abarca de las 15:00 a las 23:00 hrs, con un brindis el jueves 6 a las 19:00 hrs, día en que se extiende el evento hasta la media noche.
Con entrada gratuita y la participación de más de cuarenta proyectos entre los cuales se incluyen sellos independientes, librerías, proyectos artísticos híbridos y de arte impreso, fanzines, revistas o distribuidoras; la feria busca promover el trabajo independiente de cada participante y cohesionar a la comunidad. FILIA contará también con un programa de charlas y actividades diarias.
También se han hecho estudios de cómo afecta el arte a nuestro cuerpo: para la migraña se recomienda escuchar la Rapsodia Húngara de Liszt.
ARTE
Por Juan José Díaz Infante
“El significado del arte actual, lo que dice cada obra:
Yo quiero estar colgada en la sala de un billonario”
Juan Ángel Navarro, critico
Semana de el arte. ¿Qué es el arte? Una pregunta que ha intrigado a filósofos y artistas durante siglos (también intriga a políticos mexicanos). ¿Es una forma de comunicación, una expresión de la belleza, una crítica social o simplemente una forma de entretenimiento?
La definición del arte
La definición del arte ha sido objeto de debate durante siglos. Algunos consideran que el arte es cualquier forma de expresión creativa, mientras que otros lo definen como una forma de comunicación que transmite emociones, ideas y valores. La filósofa y crítica de arte, Susan Sontag, define el arte como «una forma de experiencia que nos permite acceder a la realidad de una manera más profunda y compleja».
El arte como expresión de la belleza
Una de las teorías más antiguas sobre el arte es que es una forma de expresión de la belleza. Una teoría ha sido criticada por ser demasiado limitada y no tomar en cuenta la diversidad de formas y estilos que existen en el arte.
El arte como crítica social
El arte es que es una forma de crítica social. Según esta teoría, el arte es una forma de reflexionar sobre la sociedad y criticar sus injusticias y contradicciones. El arte puede ser una forma de protesta, de denuncia y de cambio social.
El arte como experiencia
El arte es una forma de conectar con nuestros propios sentimientos, emociones y pensamientos, y de experimentar el mundo de una manera nueva y diferente, tendríamos que hablar de Poiesis.
Tratando de ser menos etéreos, cuáles son las artes, las artes son la Danza, la Literatura, la Música, la Escultura, el Cine, la Fotografía y la Pintura. La semana del arte será una manifestación propiamente de la pintura, con algunas excepciones de ciertas instalaciones de video, un performance ocasional, algo de fotografía, algunas antigüedades que quizá incluyan una escultura de bronce.
Viene la semana del arte en CDMX y hay algunas personas que no tienen claro qué significa qué se deba de hacer en una semana del arte. En muchos países hay ferias importantes, por mencionar algunas, ARCO o BASEL, que pueden ser las más importantes que existen y su misión es la de promover el coleccionismo del arte.
Durante el COVID fue evidente lo importante que es la generación de contenidos y se debe de definir contenido al aspecto cualitativo de cualquier expresión. No simple y sencillamente el editar basura. Una película pornográfica no es contenido aunque se le pueda definir como tal, visto desde el punto de vista del consumo del mismo.
La idea de esta semana es salir y comprar arte, si no se compra en la ZONA MACO, se debe de comprar en Bada, la otra feria paralela que se pone en el Campo Marte. Hay arte de todos los tamaños de bolsillo. También ahí en Bada es un buen momento para conocer personalmente a algunos artistas ya que ellos mismos ponen y atienden sus exposiciones.
El arte se puede definir de muchas maneras, sin embargo en México en la mayoría de los casos se usa como un artículo de lujo. El gobierno establece en su artículo 3: toda persona tendrá derecho a disfrutar, preservar, difundir y desarrollar cualquier manifestación y expresión cultural y artística… (habría que definir lo que es un derecho y lo que es una obligación, el derecho lo tenemos, pero esto no establece una obligación del gobierno).
He asistido varias veces a ZONA MACO y a Bada y en realidad son un número infinito de stands donde se ha depurado el sentido del arte a solamente su venta.
El contenido como antecedente: en la extinta Feria de Arte de Guadalajara se solía tener un Foro Internacional de Arte Contemporáneo donde se reunían artistas y teóricos a discutir el arte de aquella época, la última a la que yo fui fue finales de los 90s (o por ahí), en una de sus últimas ediciones, cuando se discutía el arte en internet y sus repercusiones. En esas épocas Raquel Tibol odiaba a los artistas contemporáneos. Sin embargo, se discutían las virtudes del arte electrónico y sus posibilidades de futuro. La necesidad de que el gobierno se enterara de que el arte nuevo podía representar un México Nuevo. Inclusive todavía no cerraba el Museo de Monterrey y Lozano Hemmer no se había nacionalizado canadiense. Cuando estuve en la feria española de ARCO, me tocó escribir en sus publicaciones acerca de la obra y armar una beca para hacer un directorio de artistas mexicanos.
En fin, un poco lo que quiero decir, es que algunas ferias tienen procesos de expansión y tienden a publicar, educar y discutir el arte de manera formal alrededor de las atmósferas comerciales, dándole contexto y forma al arte. Vender arte sin marcos de contexto tiende a ser una técnica que se parece más a la venta de autos.
Hablando de que el arte es más, el arte es combativo, es una herramienta de investigación y tiene muchas maneras de desplegarse en el terreno social, además de que se vea bien en el comedor.
A México le urge desdoblar y expandir el arte o más bien al artista. McLuhan solía decir que “en un mundo de cambio lento el arte es un lujo, en un mundo de cambio rápido el artista está en la torre de control”. Qué difícil descifrar esta frase, en lo que es la semana del arte, el arte sigue siendo un lujo, pero ¿dónde está la torre de control o quién es el artista hoy en día? Se necesitan marcos de referencia y contexto para poder entender, cómo definir esa línea que es muy tenue entre el valor de un plátano y un plátano pegado con cinta gris.
Sobre todo en una época donde definir la realidad es muy difícil, vivimos bombardeados de una atmósfera de fake news, post verdad, verdad histórica, otros datos. Si la realidad es un problema, el arte es el “quítate que ahí te voy”.
En México hemos ido perdiendo en los periódicos la sección cultural, y con la delgada sección cultural, hemos perdido los escritores y hemos perdido los críticos serios, de igual manera los esfuerzos editoriales son muy pobres y acaban siendo libros de mesa de café que pocas veces llegan a un segundo idioma.
Guía rápida de La Historia del Arte del Siglo XX en México, hecha para ser rápida, no necesariamente exacta en fechas, ni contiene todos los nombres que debería de contener.
El siglo XX fue un período de gran transformación y experimentación en el mundo del arte en México. Desde la Revolución Mexicana hasta el día de hoy, el arte mexicano evolucionó de manera significativa, reflejando los cambios políticos, sociales y culturales del país.
El Muralismo (1921)
Después de la Revolución Mexicana, el gobierno mexicano buscó promover la identidad nacional y la conciencia social a través del arte. El Muralismo, un movimiento artístico que surgió en la década de 1920, se convirtió en una forma poderosa de expresión y comunicación. Era un modelo de denuncia pública, un documento histórico y que afecta de manera absoluta el arte en México y en el mundo. Los muralistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, crearon obras monumentales que reflejaban la historia, la cultura y la lucha de México.
El Estridentismo (1925-1927)
En la década de 1920, un grupo de artistas y escritores mexicanos, liderados por Manuel Maples Arce, surgieron con un estilo innovador y experimental conocido como el estridentismo. Los estridentistas, como Germán List Arzubide, Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal, se enfocaron en la creación de obras que reflejaban la experimentación.
La Escuela Mexicana de Pintura (1921)
La Escuela Mexicana de Pintura surgió como una tendencia paralela al Muralismo. Los artistas de esta escuela, como Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Nishisawa, Leopoldo Mendez, Francisco Toledo y María Izquierdo, entre muchos otros se enfocaron en la creación de obras más personales, universos interiores. Y se vuelve una mezcla de estilos, es decir, está Leonora Carrington como parte de la escuela y al mismo tiempo es una surrealista, admite a Frida como arte Naif, Tamayo como expresionista o moderno, todos Escuela Mexicana.
Grupos No Objetuales (70s)
En México surgieron varios grupos no objetuales, como el “No Grupo” o el “Grupo Suma”. Estos grupos se enfocaron en la creación de obras que cuestionaban la noción tradicional de la pintura y la escultura, y que exploraban lo “no objetual”, un antecedente del arte Conceptual en México. 1972-76 Editorial Beau Geste, creada por Felipe Ehrenberg y Martha Helión.
El Arte Moderno (internacionalmente 1850-1950)
Mathías Goeritz, emigra de Alemania a México en 1949, permeado del Bauhaus, influencia una vanguardia en México, colaborando con Chucho Reyes y Luis Barragán. Hace el Bar El ECO. En aquella época se puede mencionar a gente como Carmen Barreda que hace la gestión para que se haga el Museo de Arte Moderno de CDMX en los 60s.
La Generación de la Ruptura (1950)
El arte abstracto comenzó a ganar popularidad en México. Los artistas de la Generación de la Ruptura, como Arnaldo Coen, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Alberto Gironella, se enfocaron en la creación de obras que se contraponen al Muralismo y la Escuela Mexicana de Pintura por ser especialmente en tamaño (caballete) elaboradas para galería.
El Arte Contemporáneo (1980)
En la década de 1980, el arte contemporáneo en México comenzó a diversificarse y a experimentar con nuevas formas y técnicas. Los artistas como Gabriel Orozco, Daniel Lezama, Cisco Jiménez, Hector Falcón, se enfocaron en la creación de obras que cada una apunta en direcciones distintas ya todas se vuelven híper personales, ya no coinciden en ideología ni técnica, ya no hay una comunidad y tratar de entenderlos de manera grupal es imposible.
Aparecen nuevos nombres que tiene qué ver con arte en video, lo electrónico, lo transgénico: Pola Weiss, Corquidi, Lozano Hemmer, Marcela Armas, Daniel Rivera, Fernando Llanos, Sara Minter.
La historia del arte del siglo XX en México es una historia. No hay manera de que tengamos la misma historia ya que la falta de marcos y de volumen de publicaciones no genera un orden sistemático.
Lo que parece interesante esta semana del arte es, FILIA, la primera edición de la primera feria independiente del libro de arte, del 6 al 8 de febrero, en el marco de la Semana del Arte de la Ciudad de México. La feria se adapta al carácter de su sede, el primer piso del Covadonga, en la Roma, ofreciendo un horario vespertino y nocturno que abarca 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝟭𝟱:𝟬𝟬 𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝟮𝟯:𝟬𝟬 𝗵𝗿𝘀, con un brindis el jueves 6 a las 19:00 hrs, día en que se extiende el evento hasta media noche.
Con entrada gratuita y la participación de más de cuarenta proyectos entre los cuales se incluyen sellos independientes, librerías, proyectos artísticos híbridos y de arte impreso, fanzines, revistas o distribuidoras, la feria busca promover el trabajo independiente de cada participante y cohesionar a la comunidad.
FILIA contará también con un programa de charlas y actividades diarias.
Se han hecho estudios de cómo nos afecta el arte a nuestro cuerpo, para la migraña se recomienda escuchar la Rapsodia Húngara de Liszt.
ARTE

Por Héctor Ramírez
Mi historia en relación a la carpeta LE TROU NOIR tiene un origen bastante peculiar. Hace un par de años Jorge Ismael Rodríguez participó en una exposición colectiva con una de sus maravillosas esculturas labradas en obsidiana de un tamaño y volumen bastante considerables y, por un acierto de los curadores, su pieza fue colocada justo frente a un fastuoso cuadro de, ni más ni menos, Beatriz Zamora. Esa sección de la muestra resultó alucinante pues al coexistir dos concepciones totalmente distintas del color negro, se generó una atmósfera muy especial: el trabajo matérico de Zamora, con sus texturas y la opacidad de su enorme cuadro, contrastaban y se complementaban con la obsidiana del escultor, con sus brillos y sus reflejos. Para mi fue una experiencia realmente memorable.
Poco tiempo después, estando en el estudio de Quetzal, descubrí en uno de los muros un pequeño dibujo que me llamó poderosamente la atención. Cuando me comentó que la autora era Beatriz Zamora, mi sorpresa no fue tan grande como lo que le siguió al hallazgo: resulta que el padre de Quetzal, quien también era artista, había sido buen amigo de la maestra Zamora y él, Quetzal, la había conocido cuando era niño, sus familias tuvieron una grata relación durante algún tiempo, aunque después se perdieron la pista.

Lo platicamos y empezamos a soñar: ¡hacer una carpeta con obra de Beatriz Zamora sería maravilloso! De inmediato mi socio se dio a la tarea de conseguir su número telefónico, pues en el que tenía registrado, nadie respondía. Pasaron algunos meses de búsqueda sin que la Maestra apareciera, hasta que, finalmente, consiguió el anhelado número. Cuando nos reunimos con la maestra pude corroborar dos cosas: la primera fue que, a pesar de los muchos años de no haberse encontrado, entre Beatriz y Quetzal, existe un cordial afecto y segundo, que cuando le mostramos la calidad de las carpetas realizadas por Atelier de la imagen con los artistas Alfonso Mena, Roger von Gunten y Julio Galindo, los resultados presentados fueron un argumento lo suficientemente bueno para que Beatriz Zamora aceptara trabajar con nosotros. Sin duda, este proyecto nació con buena estrella porque justo cuando nos acercamos a proponer la edición de la carpeta, estaba en preparación la exposición El negro de Beatriz Zamora en este extraordinario recinto. Como ese título ya estaba tomado, nos dimos a la tarea de darle nombre al cartapacio y apareció en el horizonte el gran poeta nayarita Amado Ruiz de Nervo y Ordaz, mejor conocido como Amado Nervo, quien escribió el poema titulado
Le Trou Noir
Y todos los modernos sobreentienden,
quienes más, quienes menos,
esa inmortalidad del otro lado
del agujero negro.
FLAUBERT (Correspondence)
¡Para el que sufre como yo he sufrido,
para el cansado corazón ya huérfano,
para el triste ya inerme ante la vida,
bendito agujero negro!
¡Para el que pierde lo que yo he perdido
(luz de su luz y hueso de sus huesos),
para el que ni recobra ya ni olvida,
bendito agujero negro!
¡Agujero sin límites, gigante
y medroso agujero,
cómo intriga a los tontos y a los sabios
la insondabilidad de tu misterio!
¡Mas si hay alma, he de hallar la suya errante;
si no, en la misma nada fundiremos
nuestras áridas bocas, ya sin labios,
en tu regazo, fúnebre agujero!
Estos versos de Nervo están muy cerca de Zamora. De alguna manera describen el modo y la intensidad con los que ella ha vivido su vida al lado del color negro. Desde hace siglos Le trou noir, The black Hole o el Abismo negro, como se le quiera llamar, ha despertado la curiosidad de los astrónomos y la pasión de muchos que tratan de entender lo que hay detrás de sus misterios, y en ese sentido el título nos pareció oportuno pues consideramos que, debido a su amor y la proximidad que durante décadas Beatriz ha tenido con el pigmento, su conocimiento es realmente profundo al respecto.

Es importante mencionar que, para las carpetas que hemos editado hasta ahora, ha sido muy importante que éstas incluyan textos escritos exprofeso para que acompañen las obras de los artistas. Por ello contamos con ensayos de plumas como las de Luis Ignacio Sáinz y de Luis Rius y en el caso de Le Trou Noir no podía ser de otra manera, es por ello que invitamos para que escribiera el ensayo a Juan Rafael Coronel Rivera, quien nos entregó un magnífico texto cuyo párrafo inicial dice:
“Nunca he visto un escrito sobre papel negro. El problema de la escritura siempre ha sido con la hoja en blanco, pero nunca se involucra un papel negro. La hoja en negro. He de suponer que estas páginas brunas existen e imagino que han de ser usadas en algún rito religioso. Estimado lector, te pido que cuando leas este ensayo, que aborda el extraordinario trabajo de Beatriz Zamora, tengas en mente que esta hoja y las letras son negras, pero por alguna razón puedes leerlas.”
Atendiendo a su naturaleza como historiador, Coronel en su reflexión antropológica del negro afirma “tiene una carga sensorial todopoderosa, ya que el negro es el absoluto, la nada, la eternidad, el principio de la creación, la atmósfera donde inicia la escena del crimen…”, Lo que me llamó mucho la atención de estos conceptos, es que resultaron son muy similares a los que escuché en boca de la propia Beatriz Zamora en una entrevista que le realicé hace algunos meses.

Juan también hace una breve revisión de artistas en cuya obra ha estado presente de manera determinante el negro: El ucraniano Kazimir Malevich, el surrealista Wolfgang Paalen, Pierre Soulages, Motherwell, la estadounidense Louise Nevelson a quien considera el carácter más afín a Beatriz Zamora, y llega hasta Anish Kapoor quien hace unos años adquirió los derechos del Vantablack, la sustancia más oscura que se conoce; sin embargo, después del recuento Coronel declara: “todos los artistas anteriores están interesados en esta materia desde una perspectiva formal, en el caso de Kapoor también comercial, pero ninguno vive el negro como lo hace Beatriz Zamora, ya que ella es el negro mismo.”
Uno de los puntos más importantes del trabajo de la Maestra son sus procesos, en los cuales Juan Coronel se detiene, alternando la teoría con la poesía, como ocurre muchas veces no sólo con sus escritos, sino también en sus conversaciones cuando afirma “Lo interesante de Zamora es que en sus obras (esa repetición de repeticiones, ese rezo eterno, ese estar buscando las llamas del negro) aparece aquí y allá”.

Y me parece que Coronel Rivera tiene toda la razón, pues me sucedió que cuando visité esta espectacular exposición y en la revisión que tuvimos que hacer para seleccionar las obras que conformarían la carpeta LE TROU NOIR, siempre tuve la sensación de que es una experiencia similar a escuchar el Bolero de Maurice Ravel: el color negro en la obra de Beatriz Zamora nunca es el mismo, tal y como sucede en la música de Ravel; en el caso del sonido, las diferencias se establecen por la suma de los instrumentos, por los matices en el volumen o los crecendos, las vueltas al principio y los volver a empezar, llama la atención que la infinita repetición siempre suena de una manera distinta. En las obras de Zamora, son los materiales, las intenciones, las intensidades, la vuelta al principio y el volver a empezar con otra obra en la que el negro ya cambió de piel para, en el fondo, ser negro… pero sin ser nunca el mismo color negro.

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En todas las carpetas que hemos editado puedo afirmar, con mucho orgullo, que enfrentamos retos en distintas direcciones, siempre superando las pruebas. En el caso de Utopías imposibles de Alfonso Mena, siendo él un artista tan talentoso como exigente y riguroso con su trabajo, desde las primeras reuniones aprobó las pruebas que le presentamos; la que realizamos con el maestro von Gunten lleva por título Evocaciones y, al ser un artista que maneja magistralmente el color, diré con total satisfacción que nos aprobó los Bon a Tiré sin hacernos correcciones; por lo que se refiere a las dos carpetas con fotografías de Julio Galindo, es un orgullo que alguien especializado en procesos tradicionales como el Platino/Paladio haya decidido aceptar nuestra propuesta para reproducir sus extraordinarias imágenes por medios digitales y que se encuentre muy satisfecho con los resultados.
En este punto, quisiera hacer una especie de “comercial”. Parte del éxito que hemos tenido en el desarrollo de los proyectos de Atelier de la imagen se debe al control que tenemos en los procesos que intervienen en nuestra operación, ya que realizamos la curaduría, el diseño, la reprografía, hasta llegar a la impresión. Menciono esto porque Le Trou Noir, la carpeta de la maestra Zamora, presentó desafíos muy grandes por la naturaleza de su obra. La captura fotográfica de las piezas fue fundamental para obtener los resultados que tienen ustedes a la vista. Como podrán ver, las imágenes a pesar de lo profundo de sus maravillosos e intensos negros, tienen detalles de una elegante sutileza o son totalmente fieles a su contundente composición matérica, y esto se debe a que mi socio y amigo aquí presente realizó un trabajo impecable al ejecutar las fotografías de las obras, lo que trajo como consecuencia esto que acabo de mencionar en los cinco giclées que conforman la carpeta.

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También es importante señalar que los giclées que contiene, entran en una categoría muy especial ya que parten de obras cuyas dimensiones reales pueden alcanzar los tres metros y en su composición intervienen diferentes tipos de materias o elementos. Aquí me gustaría señalar que el resultado no es precisamente una imagen fotográfica, en el estricto sentido de la técnica, pero tampoco es lo que formalmente podría considerarse obra gráfica. Estamos entonces ante piezas que navegan entre los dos universos y de ahí la mágica atracción que ejercen en el espectador.
Es importante compartirles algo que sucedió hace algunos días cuando estuve compartiendo la invitación para esta presentación. Alguien me pidió que le comentara ¿en qué consisten los giclées? Primero que nada agradecí su honestidad y me di cuenta que, como muchas veces sucede, creemos que la terminología que usamos, para todos es perfectamente comprensible, porque lo es para nosotros, pero en realidad no debemos dar por un hecho que esto es así.

El término «Giclée» es un neologismo que proviene del verbo francés «gicler», que significa «rociar». La impresión Giclée es también conocida como impresión Fine Art, y se trata de un método que combina tecnología avanzada como son los plotters (en el caso del nuestro es un Epson de 12 tintas), recursos como papeles 100% algodón de alto gramaje así como otros sustratos y por supuesto talento humano para producir impresiones artísticas de la más alta calidad. Más allá de las virtudes técnicas que tiene este sistema de impresión, creo que su valor real es la posibilidad de abrir la puerta para nuevos coleccionistas de arte, para que obtengan reproducciones de obra de grandes artistas, en series limitadas, lo cual les da un gran valor en todos los sentidos, como es el caso de LE TROU NOIR que estamos presentado hoy, la cual consiste en 20 carpetas firmadas y numeradas por la maestra Beatriz Zamora, con su respectivo certificado de autenticidad.

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Por último, me gustaría agradecer a Francisco y a Beatriz, hijos de la maestra, por su apoyo en la realización de esta edición, pero sobre todas las cosas dar la gracias a Beatriz Zamora por su incansable lucha, por su persistencia, por su necedad al entregarnos obras como las que podemos admirar en las salas de este Museo; por contagiarnos su inagotable pasión por el color negro y por las maravillas que ha creado y esperamos siga creando con este maravilloso pigmento.
Este texto fue leído por el autor en la presentación de la carpeta LE TROU NOIR con cinco giclées de Beatriz Zamora y un ensayo de Juan Rafael Coronel Rivera, en el Museo de la Ciudad de México, en el marco de la exposición EL NEGRO DE BEATRIZ ZAMORA. Enero 2025.
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Por Héctor Ramírez
En primera instancia el término “irreverente” suena muy fuerte, y más aún si nos remitimos a los sinónimos que ofrece un diccionario: irrespetuoso, blasfemo, impío … y antes de que mi querido Julio siga haciendo muecas y piense que vine aquí a insultarlo o a proponerlo como candidato a la hoguera, hago las aclaraciones necesarias del título de mi intervención.
Nuestro idioma es muy rico y nos brinda la posibilidad de entender las cosas de otra manera, de que algo negativo se convierta en una virtud o en un elogio, ya que, en otro sentido más amable y actual, la irreverencia también denota una actitud desenfadada y una postura en contra de quienes muestran una devoción a ciegas o un irracional fanatismo ante materias ya establecidas. Digamos que, en algunos casos, ser irreverente puede ser una forma de amor. Puede tratarse de defender lo que uno considera correcto; negarse e ir en contra de cosas que no te convencen, independientemente de que los demás lo aprueben; se trata de oponerse a caminar a ciegas con una mentalidad de oveja. Es pararse en nuestro terreno y permitir, aceptar e incluir todo lo que uno siente y alentar la expresión de eso mismo. En otras palabras, se trata de hacer el trabajo en el cual uno cree, sea o no sea popular o aceptado en el medio al que perteneces.
En lo que se refiere a su sentido del humor, nuestro querido amigo también es irreverente, y es por ello que trabajar a su lado resulta en un aprendizaje sumamente ameno. Este fue el caso de la oportunidad que tuve en el año de 2019 al curar su exposición Julio Galindo, Alquimista de la imagen, que se presentó en el Museo de la Ciudad de México. En dicha muestra se exhibieron platinos /paladio poco conocidos del maestro, para sorpresa de propios y extraños. Las sesiones de trabajo en la preparación de la exposición siempre fueron entre ocurrentes comentarios, tazas de café y risas. Esas reuniones fueron menos de las que yo hubiera deseado porque con Julio se pueden tener acuerdos de manera amable y diligente, si se tienen los argumentos que lo convenzan. Es alguien a quien no le gustan las complicaciones innecesarias, y eso se agradece.

Esto que he comentado contrasta, sin lugar a dudas, con el rigor y la seriedad con la que Julio realiza su trabajo. Ya sea en el momento de decidir una imagen o en el laboratorio, nuestro fotógrafo siempre se muestra preciso y acertado. En el caso de la toma fotográfica, he tenido la oportunidad de ver cómo —de manera muy afable— Galindo es capaz de obtener lo que le interesa de un “alguien”, de “cualquier alguien” en la calle; o de establecer relaciones a larguísima distancia con artistas que se encuentran del otro lado del mundo, según me ha comentado. Siempre dispuesto a actualizarse, Julio ha cambiado las computadoras de la generación de Apple que tenían una carcaza de atractivos colores, los scanners y el equipo que almacenaba en el departamento de insurgentes, muy cerquita del metro Chilpancingo, por el teléfono celular con el que captura los rincones de su adorado Tlalpan, aunque de las cámaras nadie lo separará nunca. Se las ha ingeniado para, en un mínimo espacio, montar un taller en el que sigue haciendo magia con químicos, papeles y reveladores.
Sin duda es muy activo en Facebook, publicando alternadamente sus ya icónicas imágenes con fotos que recién ha obtenido en uno de sus paseos mañaneros. Debo decirlo, recibir un comentario suyo en el feis, con su ya clásico “me gusta mucho tu foto” es una halagadora y estimulante motivación, porque se trata del elogio de un maestro que, por supuesto, forma parte ya de los fotógrafos mexicanos cuyas imágenes pasarán a la posteridad de esta disciplina en México y en muchas partes del mundo.
Esta última afirmación es la que hace muy relevante lo que hoy nos reúne aquí, en el recinto ideal para hablar de los libros de un gran fotógrafo y quisiera, si me lo permiten, referirme en primera instancia al titulado Lo íntimo de lo otro.
Esta obra, pequeña en sus dimensiones, pero enorme en su contenido, es un auténtico vademécum, término que durante mucho tiempo se utilizó para referirse a manuales o guías lo suficientemente compactos como para llevarlos en un bolsillo profundo. El significado de la frase en latín es “ve conmigo” y resulta que Lo íntimo de lo otro es una invitación para ver una parte, una mínima pero inteligente selección de fotografías en blanco y negro de la incalculable cantidad de imágenes que Julio, como buen prestidigitador con una cámara, se guarda bajo la manga.

El volumen está dividido en cuatro secciones: naturalezas, personajes, desnudos y calle. Antes de referirme a estos apartados, me gustaría detenerme en el deslumbrante texto que José Antonio Rodríguez escribió para la publicación con el título Julio Galindo, regreso a las vanguardias. Rodríguez hace un breve pero suculento recuento histórico de los orígenes de la técnica del platino/paladio, hasta llegar a lo que el denomina “la platinomanía”, excusándose por el neologismo. Con ello se refiere a la pasión que esta técnica desató en los ya lejanos albores del siglo XX. La admiración y respeto mutuo entre José Antonio Rodríguez y Julio Galindo se ve reflejado en este texto, pues José Antonio alterna citas directas de palabras pronunciadas por Julio con referencias de entrevistas realizadas por terceros y por el propio Rodríguez.
En su texto nos habla de los inicios del romance del maestro Galindo con la técnica y del éxito que tuvieron sus talleres cuando decidió compartir su conocimiento a mediados de los noventa en el Centro de la imagen; también menciona y hace encomio del Manual que Julio publicó acerca de la técnica del platino / paladio. José Antonio comenta y cito textualmente “Así, Galindo así se volvió en el principal impulsor −y con ello educador− de la técnica. Cuidadoso y severo en sus enseñanzas”. Con la erudición que le caracterizaba, José Antonio hace un recuento de lo que él considera las más importantes influencias en el trabajo de Julio Galindo: el francés Eugene Atget, referencia esencial para las vanguardias, por sus vidrieras, sus aparadores y sus calles parisinas y nos dice “Galindo ha asumido aquellas enseñanzas y vuelve a descubrir la calle atgeana, si se nos permitiera este otro neologismo“.
Después enumera otros grandes como Cunningham, Weston, Strand, Blossfeldt… pero no les voy a revelar las comparaciones que hace para no estokear el libro y para que se animen a comprarlo. Solo les diré que a Irving Penn lo considera figura tutelar y afirma “Julio Galindo se volvió así en un heredero de su propia historia. Del caudal inagotable de las vanguardias en las que él persiste en su búsqueda”.
En su texto José Antonio Rodríguez habla de Julio como “un flâneur por naturaleza”, haciendo alusión al personaje creado en el siglo XIX y deliciosamente descrito por el gran poeta Baudelaire, al escribir:
Vemos venir a un ropavejero que asiente con la cabeza,
tropezando y chocando contra las paredes como un poeta,
y, sin preocuparse por los soplones, sus súbditos,
derrama todo su corazón en proyectos gloriosos.
Entiendo y aplaudo esta aproximación de José Antonio a los intereses de Julio Galindo por recorrer y capturar imágenes en las calles, sin embargo, y porque creo que Julio es un irreverente, en el sentido más positivo como ya expliqué, me parece que Galindo es un flâneur en todo lo que hace: en las calles, en los desnudos, en sus naturalezas y al retratar a sus personajes. Lo íntimo de lo otro nos entrega imágenes poderosas, sin importar el tema del que se trate. El blanco y negro (con todos sus grises) es un viaje onírico de este nuestro paseante que se regodea en los brillos de las pieles, en las máscaras que ocultan o desenmascaran a los personajes retratados; en los individuos que azorados o quizá tímidos o sin duda arrogantes, le permiten ser capturados por su lente; en las naturalezas que no tienen una “lógica” en su composición, pues nada de natural puede haber en rocas sujetadas por alambres; o en quiméricas mesas en las que se sirven frutos o alimentos que no nos atreveríamos a consumir para no romper el hechizo de la imagen.

Antes hablaba yo del vademécum y esta obra es un pequeño manual de los intereses visuales de Galindo, las mujeres desnudas pero sin rostro que llamaron la atención de Guillermo Kahlo, las calles que José Antonio Rodríguez describe como atgeanas, los teporochos icónicos del fotógrafo, casi vencidos, pero no del todo porque tienen la voluntad de mantenerse sentados sin derrumbarse, con la esperanza del próximo trago; un vertiginoso tiovivo o las sensuales curvas de la parrilla de un coche clásico. Todas forman parte de la entelequia del Maestro y nos las entrega como él las imagino, en blanco, grises y negro. El otro libro, motivo de esta reunión titulado El color de lo cotidiano, está en el extremo opuesto, no solo porque contiene imágenes en color, sino por su esencia propia: se trata de ese objeto que se ama, que se atesora por quienes aprecian un ejemplar cuidadosamente pensado y ejecutado. Como si fuera una joya, está custodiado en una caja cuya manufactura es impecable y que contiene, además, un giclée firmado por Julio Galindo.
El título me parece una paradoja ya que las fotografías que contiene, pueden pertenecer a la categoría de “lo cotidiano” pero resultan inhabituales y es que la mayoría de las personas difícilmente se detienen a ver lo que sucede a su alrededor. Siguiendo con mi aseveración acerca de la irreverencia de Julio, sus fotografías en color son explosivas, inefables, con una fuerza inusitada sin importar de qué se trate: una fachada, un cementerio, una serie de puestos ambulantes, monstruos inflables o graffitis. A diferencia del libro en blanco y negro que tiene un carácter etéreo, El color de lo cotidiano nos enfrenta a la realidad, nos la restriega en la cara ya sea con una colorida, escandalosa y estridente muerte, o bien en los rostros adustos de mujeres trabajadoras, en enloquecidos disfraces carnavalescos, en la soledad de casas probablemente habitadas por fantasmas, en mesas de restaurante en donde quizá hace apenas un momento rompieron los amantes. Lo cotidiano para Julio Galindo está en solitarias calles y espacios o en la muchedumbre compuesta por anacoretas en penitencia del alma, disfrazados… o no. El texto para esta edición estuvo a cargo de Emma Cecilia García Krinsky quien rememora las reuniones de Galindo con Alejandro Parodi y Jesús Sánchez Uribe en el mítico café La Habana y nos refiere cómo en ese lugar se gestó el viaje de Julio a San Francisco, California, para entregarse de lleno a la fotografía, casi emulando a quienes ahí, en ese restaurante, se organizaron para “revolucionar” una isla caribeña. García Krinsky hace un recorrido por las imágenes que conforman el libro y cede ante una tentación que a todos nos seduce frente a las fotografías de Galindo: narrar, interpretar, explicar para, inevitablemente, terminar en el elogio.
No puedo concluir esta intervención sin agradecer a Quetzal León (que por cierto también se le da a irreverencia) y a La Herrata Feliz, la afortunada y ¿por qué no decirlo? la dichosa decisión de entregarnos estos dos impecables volúmenes con fotografías del maestro Galindo. Estos dos libros hacen evidente el amor y respeto que Quetzal tiene por la imagen al ser él también fotógrafo y sus habilidades en el diseño y gusto editorial son patentes. Por supuesto el cariño y la admiración por Julio se pueden ver en estas páginas que, sin duda son un importante legado de este par de queridísimos irreverentes.
Este texto fue leído por el autor en el Museo Archivo de la Fotografía, durante la presentación de los libros LO ÍNTIMO DE LO OTRO y EL COLOR DE LO COTIDIANO del fotógrafo Julio Galindo y editados por la editorial La Herrata Feliz. Enero 2025
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