Pop Up Cultura

Pop Up Cultura

Por Juan José Díaz Infante

¿Qué significa Pop Up? Es un término tomado de los libros de niños, donde la página se arma y se desarma tridimensionalmente al pasarla, que aparece y desaparece, es efímero, pero solamente existe el tiempo necesario. Es un recurso que nos permite narrar algunos vértices del arte de otra manera. Esta columna es un diario de viaje que pone algunas observaciones del arte a su disposición.

El camino empieza de una manera arbitraria con Warhol y la llegada a la Luna en 1969. Sin ninguna razón, sólo por que sí. En 1969, sin computadoras, solamente con pizarrones y matemáticas llegamos a la Luna. Es un momento de la humanidad que conviene tener de referencia, una manera distinta para tratar de entender el arte del Siglo XX y los tiempos extraños que estamos viviendo en el Siglo XXI.

“¿Por qué debemos ir a la luna?”

John F. Kennedy

Un poco antes de fallecer, Andy Warhol estaba trabajando en un importante portafolio titulado TV, en el que pretendía rastrear la historia de la televisión. Moonwalk, la única imagen  que terminó, es un ejemplo de su exploración del tema de la fama, el hombre en la Luna es un hombre famoso. Warhol hizo una composición de varias imágenes fotográficas. Fotografías originales de la NASA, la documentación de la llegada, para recrear un momento televisivo a partir de las fotos fijas, no se puede negar lo importante de esta transmisión histórica a millones de espectadores, en video de baja resolución (8 cuadros por segundo en blanco y negro) .  Warhol jugó con todos estos elementos y acabó generando una imagen televisiva inexistente, pero que todos tenemos en la memoria, el astronauta Buzz Aldrin parado junto a la bandera estadounidense que se colocó en la Luna. Warhol vuelve a este momento seminal a través de la técnica inventada por él mismo, la combinación de la fotografía y de la serigrafía. Deja un rastro de aquello que es lo más famoso.

Pero, hablemos de la fotografía sobre la que se basa Warhol, Buzz Aldrin es el segundo hombre en llegar a la Luna, sin embargo la cámara estaba en el pecho del primer hombre en llegar a la Luna y es así como esta imagen se vuelve referencial e histórica. Fue tomada con una cámara Hasselblad y es la imagen en la que se basa Warhol para hacer su obra Moonwalk. Para Warhol el momento televisivo más importante en la historia de la humanidad. El tema de Warhol era “la fama”, la televisión era el aparato por excelencia de creación de fama en el horizonte de la cultura americana. Esta foto, representa al atleta enmascarado que ganaba la competencia de la guerra fría, la gran carrera del poder sobre el mundo y sobre los mundos. El capitalismo fue el ganador.

¿Qué significa llegar a la Luna?. 1969 se puede ver como un año parteaguas. Es el clímax de la gran carrera espacial. Rusos versus norteamericanos por la supremacía del espacio. Es el momento histórico donde se comprueba que podemos llegar a otro planeta. Es bonito reconstruir las cosas que se lograron en esta carrera. Era una carrera de poder. Los rusos desde 1957 habían conquistado todas las marcas espaciales, el primer satélite, el Sputnik, el primer hombre en órbita, Yuri Gagarin, la primera caminata espacial, la primera mujer en el espacio.  Los asesores científicos de Kennedy tenían que generar un meta lo suficientemente lejana y dificil para ganarle a los rusos: Llegar a la Luna.

La obra de arte: ¿cuál es?, ¿la fotografía del astronauta o la serigrafía?.Quién es el artista, Warhol, Armstrong o quizá, John F Kennedy que es el que da el discurso en Rice University en 1961: “Elegimos ir a la Luna” o quizá el asesor de Kennedy, Ted Sorensen, el escritor del discurso, que escribe uno de los textos más importantes de la historia del espacio.

“Hasta el momento no hay luchas, prejuicios ni conflictos nacionales en el espacio ultraterrestre. Sus peligros son hostiles para todos nosotros. Su conquista merece lo mejor de toda la humanidad, y es posible que su oportunidad de cooperación pacífica nunca vuelva a presentarse. Pero ¿por qué, dicen algunos, la luna? ¿Por qué elegir esto como nuestro objetivo? Y bien podrían preguntarse por qué escalar la montaña más alta. ¿Por qué, hace 35 años, volar por el Atlántico? ¿Por qué Rice juega contra Texas? Nosotros elegimos ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer las otras cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esa meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es uno que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer y otro que pretendemos ganar, y los demás también.”

Para mí lo interesante es que la energía de estas tres piezas son la suma de las mismas. El discurso de Kennedy es una obra de poética, la fotografía de Armstrong es una joya, la serigrafía de Warhol, suma todos los elementos y genera una síntesis de todo lo imaginario. Una gran historia en una sola obra.  Para llegar a esa imagen tuvieron que pasar muchas cosas en 10 años, la carrera espacial, cada grano de arena con grandes cargas de energía, y la obra de Warhol es la suma de un todo.

El presente artículo ha sido publicado simultáneamente en: Revistadesubastas.com y en el periódico PLAZA DE ARMAS de Querétaro

Entre el río y el mar

Entre el río y el mar

No sé si es la edad, pero ahora me fijo más en política y otras cosas por el estilo. Tampoco es que México sea un país progresista o liberal, pues es sabido que todos los días hay muertos y violencia policiaca y desaparecidos.

Pero cuando vives en una geografía supuestamente progresista y te enteras que hay un rapero en la cárcel por hacerle un rap al rey de España o que en Alemania te quieren meter a la cárcel por decir una frase que en inglés comienza con “desde el río hasta el mar…” Es entonces cuando te das cuenta que en todos lados se cuecen habas, que el sistema está igual de torcido porque al usar ciertos logos en tu ropa y el echar ciertas porras en la calle te procesan como terrorista o como un individuo que apoya y fomenta crímenes contra la humanidad.

Supuestamente habrá un proceso judicial, dicen que se investigará el contexto, la causa y la intención y de esta manera un aparato legal decidirá las consecuencias, pero de momento —si por ejemplo— te compras una playera negra y le dibujas una frase o un logo, automáticamente te conviertes en enemigo de la sociedad; una sociedad que se opone a las dictaduras, autocracias y supuestamente a la opresión, te conviertes en enemigo bajo una ley que crea un espacio de excepción dentro del derecho humano a la libre expresión con el argumento de que lo que dices o vistes o cantas es un delito contra la humanidad. Se siente como si lo que se propusieran es detener a un joven Hitler antes de que manipule a las masas y con ello detener la propaganda en infraganti. Es la justificación de la ley en este caso.

Pero yo aún no entiendo como un logo, una frase pueden llevarte a tres años de prisión, ¿se supone que si lo dices con mucho, mucho odio te conviertes en un terrorista?

O sea que si usas esa playera negra con los garabatos prohibidos en una manifestación, te toman la foto y te ganas una estancia pagada en una prisión del primer mundo (y adiós visa). Pero los personajes que de verdad tienen el poder de manejar a las masas, los que están sobre el aparato que redacta las reglas de la libre expresión o que de hecho son a veces los mismísimos personajes que definen estas reglas, esos personajes se pueden santiguar con una mano y proclamar que están defendiendo a una sociedad y liberándola de las garras de la perdición, de todo lo que es malo y de lo que no deseas que te suceda, por ejemplo: ser pobre, no tener internet, trabajar muchas horas y no poder comprar nada; en otras palabras son los que nos defienden de todos los cuentos chinos (y rusos y árabes y de todo lo que da miedo y está mal).

Justo ahora estoy leyendo un libro sobre el guión cinematográfico y la filosofía de lo que significa ser un producto en un mercado global, del sistema que crea narrativas para cada individuo en la sociedad. Nosotros elegimos (de los guiones disponibles) nuestro guión para vivir, y podemos ser felices, y debemos ser felices porque en otros guiones hemos aprendido a temer (probablemente con buenas razones).

Pero el hecho de que las sociedades occidentales de primer orden criminalicen una frase pegajosa, la verdad da coraje. Da coraje que los ministros (secretarios de gobierno) de esas mismas sociedades salgan a decir que se quieren salir de las Naciones Unidas porque el resto de las naciones quieren algo que a ellos no les gusta. El coraje pasa y queda la decepción y un pasaporte expirado y las noticias lejanas de las manifestaciones locales de otra geografía lejana con sus playeras y sus frases, otra geografía con sus ríos y sus mares.

Texto e imagen de Röf

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Detesto empezar a hablar del matrimonio, del amor y del noviazgo. (Creo que los he citado a la inversa, pero en realidad no representa gran diferencia, a menos que se esté enamorado.) Como tengo tres hijos, es justo que supongas que he estado casado… aunque he oído hablar de ciertas excepciones a esta regla.

No estoy tan loco como para embarcarme en este tema. En la historia de la humanidad no hay otro tópico que haya sido tan rastreado, hecho trizas y machacado como los lazos sagrados, para no mencionar los menos sagrados. Ninguna revista que se estime en algo ha aparecido en los quioscos sin publicar por lo menos dos artículos definitivos sobre el matrimonio y el noviazgo (frecuentemente escritos por un grupo de célibes o de vírgenes, si es que queda alguna). Ningún diario puede sobrevivir sin una columna de consejos sentimentales, probablemente contigua a la sección cómica, la parte más importante de la publicación. Por lo menos la mitad de las películas que se hacen para la gran masa tratan del muchacho que conoce a la chica y del lazo corredizo que el público se ha acostumbrado a esperar en el último rollo de la película. Cada tarde en la televisión hay tres horas dedicadas a variaciones del tema ‹‹La vida puede ser un éxtasis››, y en la radio ocurre otro tanto.

En la actualidad hay en la televisión dos hombres divorciados, ambos expertos reconocidos, que se ganan magníficamente la vida aconsejando a la gente acerca de sus problemas conyugales. Los casos con que se enfrentan son diversos y complicados, pero nada arredra a esos salomones electrónicos.

Yo, por mi parte, estoy dispuesto a reconocer que lo que tengo que decir acerca del matrimonio no tiene ningún valor. (Exclamaciones de ‹‹¡Fíjate, fíjate!›› por parte del lector y del editor.) No tengo ni los medios ni la experiencia necesarios para discutir inteligentemente este tema. Si quieres conocer la verdad sin circunloquios te sugiero que vayas a la biblioteca pública y te empolles a Shakespeare, a Ovidio, a Casanova y a Freud. Sin embargo, si no puedes esperar, olvídate de todos los expertos y profundiza en el corazón de Krafft-Ebing.

 

Mi primer matrimonio tuvo lugar en Chicago. Teníamos licencia y dos dólares, y hubiésemos podido casarnos rápidamente y sin trabas en el Ayuntamiento, pero mi novia insistió en que deseaba cierta atmósfera religiosa. Cualquiera que se haya casado sabe que a esta altura de las relaciones, el novio, febril de deseo, está dispuesto a conceder cualquier cosa.

No sé si Chicago ha mejorado, pero fuimos acribillados a preguntas por cinco sacerdotes antes de encontrar a uno que consintiese en celebrar la ceremonia. Parece que los cinco que nos rechazaron tenían objeciones religiosas que oponer porque no éramos de la misma fe. Además, cuando descubrieron que ambos trabajábamos en el teatro, se apresuraron a acompañarnos hasta la salida.

Mucha gente habla despectivamente del matrimonio. En la Televisión y en la Radio se le ridiculiza continuamente. En el escenario y en las cenas de despedida de soltero, el lenguaje dirigido al novio sorprendería a la madam de un burdel.

No quiero ser irreverente, pero creo que estarás de acuerdo en que quienquiera que creó el sexo ciertamente sabía lo que hacía. Aunque todo mundo está loco por él, la palabra en sí, pese a su brevedad, parece asustar a muchísima gente. Los autores de canciones, en especial, siempre suprimen esta adorable palabrita y la sustituyen por ‹‹amor››. Ningún cantante (ni siquiera un tenor) se atrevería a cantar ‹‹El sexo es maravilloso››. Con este título la canción obtendría un éxito multitudinario, pero el cantante sería puesto en la lista negra por algún comité de moralidad. ¿La acusación? Incitar a la gente a que haga una cosa perfectamente natural.

 

El amor abarca una multitud de emociones y de actitudes. Creo que puedes amar a Dios, a un niño, al vecino (o a su esposa, elegir uno o el otro), e incluso a un chucho. Pero al amor matrimonial nunca se le define con claridad.

Cuando la gente ve a una pareja joven paseando sin rumbo, cogida del brazo, ajena al mundo entero y tan apretada como dos plátanos en el mismo recinto, invariablemente exclama:

—¡Oh, qué pareja más encantadora! ¡Qué enamorados están! ¿Verdad que es bonito?

Bueno, aquí es donde el viejo Groucho, experto en nada, saca fuerzas de flaqueza y descubre su alma ante un mundo hostil. Lo llaman amor, pero, para ser sinceros, en la mayoría de los casos no lo es. Se trata sólo de dos personas que se encuentran sexualmente atractivas y que esperan, si hay suerte, estar uno en brazos del otro.

Me gustaría saber lo entusiasmado que este Romeo se mostraría acerca de esta Julieta si ella fuese patizamba, tonta y su busto estuviese manufacturado en Akron, Ohio (1). Supongamos que tanto ella como él tuviesen patas de gallo. Me pregunto lo fuerte que sería su amor en este caso, a menos, desde luego, que resultara que ambos fuesen gallos, en cuyo caso se sentirían irresistiblemente atraídos.

No niego que incluso las personas espantosas se casan (tómenme a mi, por ejemplo), pero la mayoría de los jóvenes se casan porque sienten avidez por esa sublime experiencia sexual que han estado acariciando en su subconsciente desde que iban a la escuela, alentada por sus amigos, por las películas y por las novelas baratas.

En La gata sobre el tejado de zinc, Tennessee Williams hace que la Madre señale una cama y diga: ‹‹Ahí es donde se deciden los matrimonios›› Si el señor Williams cree que en el matrimonio no hay más que esa cama, le sugiero que repase de nuevo la obra y la escriba otra vez.

No hay duda de que el sexo es la fuerza responsable de la perpetuación de la raza humana. Si no existiese, la vida desaparecería en pocas décadas, lo que tal vez no fuese mala idea. Creo, sin embargo, que el verdadero amor aparece sólo cuando se han amortiguado las primeras llamaradas de pasión y quedan sólo las ascuas. Éste es el verdadero amor, que guarda sólo una relación remota con el sexo. Sus partes integrantes son la paciencia, el perdón, la comprensión mutua y una gran tolerancia hacia los defectos ajenos. Creo que ésta es una base mucho más firme para la perpetuación de un matrimonio feliz. Pero, ¿por qué he de divagar acerca de esto? Pongámoslo todo en manos del maestro, G.B.S. (Shaw para ti) a quien cito: ‹‹ Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, las más insana, la más ilusoria y la más fugaz de las pasiones, se les pide que juren que permanecerán continuamente en esa condición excitada, anormal y agotadora hasta que la muerte los separe.››

 

Ahora que el señor Shaw y yo hemos definido el amor y hemos hecho con él un paquete pequeño, primoroso y superficial, prosigamos. Creo que la soledad es responsable de más matrimonios que el tan traído y llevado sexo. He oído muchísimas biografías describiendo la vida plácida del soltero, pero no te lo creas. Un amigo mío llamado Devlin (hermano de sangre de Delaney), me dijo una vez con cierto arrepentimiento que si durante los días de su noviazgo hubieran existido la televisión y las comidas en lata, nunca se hubiese casado. Hay la suficiente verdad en su afirmación para hacerme creer que desearía no haberse dejado atrapar jamás.

El muy tonto no comprende que, prescindiendo de cuantas comidas en lata tragara o de cuantos televisores tuviera en casa, seguiría estando solo. Las comidas en lata son un invento maravilloso, pero no pueden reemplazar a una mujer enamorada que cuida de su marido. Si tuviera que definirlo con una sola frase, tal vez utilizaría ésta: el mejor banquete del mundo no merece la pena de ser comido a menos que se tenga alguien con quien compartirlo. Y lo mismo ocurre con todas las experiencias compartidas. La mitad del placer que supone ver la televisión en casa, es que uno puede volverse hacia el compañero y comentar los programas infames que las emisoras producen con toda deliberación. No hay nada más espantoso, que sentarse solo en un cine, sin nadie con quien hablar. Durante mis retiradas de la vida matrimonial, con frecuencia experimenté esta desagradable sensación.

Tal vez sea un caso excepcional, pero encuentro casi imposible ver una película a menos que pueda lanzar a mi compañero, hombre o mujer, preguntas como: ‹‹¿No habíamos visto el año pasado a ese gordo en Aquí está la pubertad?›› o ‹‹ He olvidado quién ha dirigido esta porquería; ¿cómo se llama?›› o ‹‹Crees que ella es verdaderamente culpable?›› Comprendo que esta clase de charla puede ser enloquecedora para mi compañero, para no mencionar a los espectadores que nos rodean, pero es un impulso que, por desdicha, no puedo dominar. Y ése fue el origen de una aventura horrible.

 

Un fin de semana sombrío, sintiéndome con ánimo romántico, viajé hasta Palm Springs. Cuando llegué estaba lloviendo. Había reservado una habitación en un destacado club de tenis y, según tengo por costumbre, andaba en busca de una compañía femenina. Aquel año, el tiempo había sido desusadamente malo (según la Cámara de Comercio), y en el club casi no había elementos del sexo opuesto. Cené solo. Con excepción de mi respiración profunda, la única distracción que había en el amplio comedor era el aterrorizador sonido que producía un viejo caballero situado en un rincón lejano. Estaba deshaciendo una tostada en su sopa de almejas con la esperanza de que este aditamento haría potable aquel mejunje.

Después de tragarme apresuradamente la cena, recorrí los salones en busca de una mujer joven, o incluso de mediana edad. Finalmente encontré a cuatro mujeres mayores en la sala de juego (y cuando digo mayores, me refiero a la abuela Moses y a sus contemporáneas), que estaban allí sentadas entreteniéndose con una canasta. Por fortuna, me había traído un buen libro (Almas muertas), y decidí que si esto era lo mejor que podía ofrecerme el club, más valía que me retirase a mi habitación a leer.

Era una noche fría y húmeda, de modo que puse unos cuantos troncos en el hogar. Aparentemente, algo iba mal en el tiraje porque en lugar de aquellas llamas alegres y cálidas que debían haberse alzado hacia la chimenea, la habitación y yo empezamos a llenarnos de humo.

Me coloqué el sombrero y desplazando un poco mi úlcera hacia un costado, decidí que antes de convertirme en un verdadero salmón ahumado era preferible dirigirme al cine local. No recuerdo lo que se proyectaba. Sólo me sentía atraído hacia ese cine por un anuncio que decía: ‹‹Se permite fumar en la sala››.

Al entrar, el empresario me saludó con toda la deferencia debida a un gran artista. Dijo:

—¡Hola Groucho! Quedan muchas localidades buenas ¡Ja, ja, ja!

Su risa se convirtió en sollozos mientras yo penetraba en la sala.

La platea estaba vacía, con excepción de un hombre viejo que se sentaba en el tramo central, absorto en lo que ocurría en la pantalla. Me encaminé directamente hacia él. Como había entrado después de empezar la película, no tenía idea de lo que ocurría ni de quienes eran los artistas. En consecuencia, le lancé una serie de preguntas en rápida sucesión. Me respondió con otra serie de respuestas breves y guturales. Después de esperar unos cuantos minutos, le hice otra pregunta. En cuyo momento el recogió ostensiblemente su gabardina y su sombrero y se trasladó al extremo más alejado de la sala. Como no tenía a nadie más con quien hablar, muy pronto salí del cine y regresé a mi humoso refugio.

Abrí rápidamente todas las ventanas y me zambullí en la cama. Mientras yacía en ella, tembloroso, un pensamiento terrible se me ocurrió, ¡Supongamos que el hombre del cine hubiese acudido al empresario a quejarse de que un tipo excéntrico, que había desaparecido apresuradamente, había tratado de molestarlo! ¡Qué bonito titular hubiese hecho! GROUCHO MARX DETENIDO POR MOLESTAR A UN ANCIANO EN EL CINE LOCAL.

Supongo que si eres joven y soltero, una cita con una chica resulta más divertida. Pero la última vez que estuve soltero era de mediana edad y me encontraba entre dos matrimonios. En el caso de que no te hayas visto nunca en esa situación incómoda, puedo asegurarte que ya no es lo mismo.

Permíteme darte un ejemplo concreto. Un día conocí a una muchacha atractiva. Tenía ojos azules, cabello rojizo, piel blanca, medias negras y estaba en esa edad que todo se ha desarrollado ya adecuadamente. Parecía una ganadora de un concurso de belleza. Después de una conversación preliminar a base de vaguedades y de insinuaciones, convinimos una cita para aquella noche.

—¿Le parece bien a las siete y media?— pregunté.

Ella dijo:

—De perilla.

Confié en que su inteligente respuesta no fuese un anticipo de lo que iba a ofrecerme la velada. Pero no dije nada y esperé los acontecimientos.

Habiendo pasado toda la vida en un ambiente teatral, siempre he sentido un profundo respeto por el reloj y por las virtudes de la puntualidad. En el mundo del espectáculo, pese a todas las tonterías que se dicen acerca de la fidelidad del teatro, si no estás allí a la hora de levantar el telón, la representación sigue adelante. Además, a menudo descubren que, sin tu presencia, el espectáculo ha mejorado considerablemente. De modo que como la muchacha había estado de acuerdo en la cita a las siete y media, yo estuve ahí a la hora en punto, rezumante de loción de afeitar. (Una loción de las que bastaba una aplicación, garantizaban los anuncios, para convertir una estatua femenina de piedra en una tigresa apasionada. Eso no está mal por un dólar y cuarto. En mis tiempos llegué a pagar hasta cinco dólares sin poder lograr ese efecto.)

Repleto de propósitos inmorales, aunque exteriormente tranquilo, fui admitido en la casa por una arpía gorda y vieja embutida en un vestido sucio que estuvo a la última moda durante la guerra de los bóers. Se presentó inmediatamente como ‹‹la madre de Margarita››, lo que demostraba sin lugar a dudas que Margarita era bastante estúpida. Una chica lista que se propone casarse es, por lo general, lo bastante astuta para ocultar a su vieja hasta que ha tenido oportunidad de sonsacar un Buick y un anillo de compromiso a su víctima elegida.

Ignoro de dónde sacarían el mobiliario, pero un decorador lo describiría como Repugnante Primitivo. Estaba compuesto por muebles de gran tamaño tapizados con una imitación de terciopelo y parcialmente ocultos por una cretona floreada. Uno no se habría sorprendido en absoluto si, al entrar, hubiese descubierto al general Grant sentado en una de las sillas.

Un olor peculiar impregnaba el apartamento. Es un olor que he encontrado a menudo en mis búsquedas románticas. Parece formar parte integral de ese tipo de escenario. No puedo describirlo con precisión, pero es como si alguna forma invisible de descomposición tuviera lugar en la vecindad inmediata. Yo lo llamaría una esencia de desesperación, de licor barato y de alimentos fritos.

La señora Suciedad me indicó con la mano una de las recargadas monstruosidades, y se fue a informar de mi llegada a su retoño. Regresó al poco rato y aseguró que Margarita bajaría ‹‹en un abrir y cerrar de ojos›› Luego, deseosa de mejorar nuestras relaciones, la vieja me preguntó si quería beber algo.

—Oh, gracias, desde luego —dije—. Un vasito de whisky no me vendría mal.

—Lo siento, señor Ritz…

—¡Marx, si no le importa!

—…pero no tenemos ningún licor fuerte en la casa. Hágase cargo, formo parte de la junta de los Rosacruces y, como usted sabe, son adversarios acérrimos de las bebidas alcohólicas. —Y añadió rápidamente—: Mi pequeña bebe un poquito, pero sólo fuera de la casa, en algún club nocturno. Dice que le hace parecer más sofisticada.

(Lo que ella no sabía y yo descubrí más adelantada aquella noche, fue que su ‹‹pequeña›› bebía como un verdadero cosaco.)

—Lamento no tener whisky —prosiguió la vieja—, pero, si le parece, podría ofrecerle una botella de cerveza dulce.

Había comido pescado ahumado en el almuerzo y tenía sed suficiente para beber hasta agua del fregadero.

—Muy bien —dije—, tráigame la cerveza.

—Bueno —replicó ella, dudosa—, no sé si le gustará. Tenemos estropeada la nevera y estará caliente.

—En tal caso beberé agua sola.

—Creo que será lo más conveniente. Esa cerveza dulce está cargada de azúcar. Mi doctor me ha dicho que si no dejo de beberla me volveré diabética en un abrir y cerrar de ojos.

Durante ese movido diálogo, mamá fue entrando y saliendo del salón, asegurándome que Margarita estaría lista en un santiamén. El ‹‹santiamén›› se alargó hasta tres cuartos de hora. Finalmente apareció mi pareja. Tenía un aspecto adorable, y cuando su perfume se mezcló con el mío, las chispas empezaron a brotar. En aquel instante lamentaba ser treinta años más viejo que ella. (De hecho, lamentaba ser treinta años más viejo que cualquiera, pero no era momento para lamentaciones.)

Mientras nos encaminábamos a la puerta, su madre le lanzó una última advertencia.

—Vigílalo, Margarita. ¡Ya sabes la reputación tan terrible que tiene la gente del teatro!

Esta observación terminó con la vieja y, a medida que salíamos, el ruido de sus suspiros pudo oírse hasta que llegamos al coche.

 

Pronto estuvimos en el club nocturno, donde el maitre nos escoltó hasta una mesa frontal con todas las reverencia y sonrisas debidas a mi posición. Para asegurarme de que esta falsa deferencia no se evaporaría con excesiva rapidez, le entregué a regañadientes tres pavos.

Antes de que el camarero pudiese abrir la boca para desearnos las buenas noches, Margarita encargó un whisky solo, sin hielo, sin agua, sin soda, sin corteza de limón, sólo whisky.

–Y póngalo doble—añadió.

Yo me lo tomé con soda.

Después del segundo whisky doble, mi encantadora compañera soltó la lengua y empezó a obsequiarme con la historia de su vida. A lo que parecía, procedía de Moline, Illinois. Después de llegar a Hollywood había trabajado como camarera, pero a la tercera semana el propietario la había despedido.

—Me dijo que llevaba pantalones Capri tan estrechos que los parroquianos perdían todo interés por la comida —explicó ella—. Además, estaba en vías de ascender.

Ella había dicho a su jefe que lo único que intentaba era parecer atractiva, pero él le replicó que había un lugar para aquella clase de pantalones, y que ese lugar no era un restaurante. A continuación había trabajado en otros dos restaurantes, pero, a causa, de su insistencia en llevar los pantalones Capri, siempre había sido despedida. Finalmente decidió que la única profesión en la que carecía de importancia la clase de pantalones que uno llevara era la industria cinematográfica. Aparentemente, sabía más cosas del cine que yo mismo.

Se aproximó un poco y prosiguió:

—¿Sabe?, no hace mucho conocí al ayudante del director de reparto de uno de los mayores estudios. Era un hombre muy agradable. Mientras nos dirigíamos al hotel me explicó que con un poco de práctica podría convertirme en una segunda Kim Novak. —Volvió hacia mi sus grandes ojos azules y echándose hacia atrás el cabello, me preguntó—: Dígame, encanto. ¿Qué tiene Kim Novak que no tenga yo?

—Con franqueza —le dije—, no sé. Pero te prometo una cosa. Si alguna vez salgo con la Novak trataré de descubrirlo y ya te lo diré. Bueno, veamos —proseguí—. Dices que quieres trabajar en el cine. ¿Tienes alguna experiencia teatral?

—Bueno, no, es decir, no profesionalmente. —Luego sonrió satisfecha—. ¡Pero cuando estudié en la escuela elemental interpreté a la protagonista de Rumpelstiltskin durante dos años consecutivos!

Debí de mirarla de un modo extraño, porque se apresuró a añadir:

—Oh, ya comprendo que necesito más práctica que ésa para convertirme en una gran estrella. Pero admitirás que ya es algo; además, todo el mundo dice que lo único que necesito es un pequeño empujón y creo que si te colocases detrás de mí —y se me acercó todavía más—, podría dar el golpe.

Había una serie de respuestas evidentes a tal afirmación, pero decidí mantener la boca cerrada. Permanecí sentado, aturdido por su charla insustancial. Mientras seguía hablando y hablando, me puse a pensar: ‹‹¿Qué diablos estoy haciendo aquí, escuchando esto, cuando podría estar jugando al póquer en casa de algún amigo, presenciando un partido de base-ball o incluso tomando un baño en White Sulphur Springs? ¿Por qué, a mi edad, insisto en meterme en estas situaciones absurdas?››

El tiempo transcurrió lentamente. ¡Oh, cuán lentamente! Nada de pies de plomo, el tiempo se arrastraba ahora de rodillas. Ya no era un muchacho, y después del segundo whisky me sentía somnoliento. No importaba el tema que plantease cuidadosamente, Margarita necesitaba sólo unos pocos minutos para desviar de nuevo la conversación hacia su carrera. ¿Has oído hablar de las variaciones sobre un tema de Haydn? Bueno, pues aquella chica inventaba variaciones con las que Haydn ni siquiera había soñado.

Transcurrieron tres horas largas y mortales mientras mis tímpanos se petrificaban lentamente. Supongo que sólo era debido a mi imaginación, pero tenía la impresión de que incluso sus atractivos empezaban a volverse opacos. Su rostro se hacía tan aburrido como su conversación, y por lo que a mi respectaba el sexo se había ido de vacaciones. En lo único que ahora pensaba era en irme a dormir. No quiero decir con ella, no. Yo solito. Margarita había establecido una marca que duraría bastante tiempo. ¡En tales horas me había convencido de las bondades del celibato!

No te figures que este episodio con Margarita constituyó una experiencia excepcional. Siempre me ocurría lo mismo. Otros hombres conocían a muchachas ricas, bien educadas, cuyos padres poseían grandes almacenes, pozos de petróleo o fábricas. Por lo visto esas hijas de los ricos no tenían interés en la carrera teatral. Todo lo que deseaban era casarse, una familia y un porcentaje razonable de los ingresos de su padre. Pero en cuanto a mí, siempre cogía las Margaritas.

1 En Akron, Ohio se manufacturan más artículos de goma que en cualquier otra ciudad del mundo. (N. del A.)

GROUCHO Y YO. Groucho Marx, Tusquets Editores. Col. Cuadernos Ínfimos 79. Décima edición, 1982.

 

 

 

 

 

El valor del coste

El valor del coste

Una explicación a manera de introducción (nadie la ha pedido) pero como que siento que la debo. Y sino, es que sólo quiero explicarme.

Primero: estaba sin trabajo, y me pasaba todo el tiempo disponible buscando y aplicando a trabajos que pensaba podía realizar; aplicaba y me entrevistaban pero nunca era yo el elegido.

El trabajo anterior lo dejé por una pierna lastimada, que se me lastimó durante las horas de trabajo: un poco mi pie plano, un poco las condiciones contextuales y tal vez (más que nada) el rechazo interno a dicho trabajo.

Los accidentes siempre traen consecuencias, éste me trajo una visita al medico (de hecho 4), un salario sin trabajar, un pago de seguro y un viaje a México. Al regresar, mi mayor inquietud era pagar la renta y todo se reducía a un lento intercambio de correos electrónicos y llamadas de teléfono.

Un día, por fin, se dio una video-entrevista con un par de supervisores para un trabajo de escritorio. Dos semanas después de la entrevista, un correo con la oferta final llegó a mi dirección electrónica, un cálculo rápido, una frase de agrado y aceptación, un compromiso inventado de último momento y la fecha más conveniente para iniciar labores, fue la respuesta que daba carpetazo a cuatro meses de prueba y error.

Nunca había entendido muy bien lo que es la INFLACIÓN, era un término que le escuché a mis papás alguna vez en los 90’s, no lo recuerdo en la escuela, tal vez se mencionó alguna vez pero no entraba en el universo de mi interés profesional. Durante toda mi vida, simplemente tenía dinero o no lo tenía, lo que si sabía es que la inflación era la razón por la que cada año todo subía de precio. Nunca me interesó, siempre había una marca que era mas barata que las demás o simplemente dejaba de comprar algo que subía demasiado de precio.

Veinte años después, me la topo en mi casa. La susodicha inflación me ha puesto a hacer cuentas; hace tres meses me subieron el sueldo, con lo que ya pagaba la renta y un poco mas, me imaginé que el extra bien podría usarse para no llegar al final del mes en ceros, pero algo pasó en enero, siguió pasando en febrero y el extra apenas si paga la renta y un poco mas. En el supermercado el queso es lo más caro, en la tienda de enfrente sólo lo que está por caducar cuesta lo que costaba antes.

La inflación, ya entendí, es la parte de un sistema económico que re-configura el precio de las cosas para que el costo de traer las cosas a la tienda siga cubriéndose con el aumento en el precio de la cosa en cuestión. Por eso cuando el pan ya no se vende y se tiene que tirar, sabemos que hay un problema de inflación.

Esta vez, el problema es global, pero siempre hay quien no se entera y quien no se quiere enterar. La pesadilla no es ir al supermercado y que no alcance para el espagueti, la pesadilla es que el único trabajo disponible sea el de seguridad privada. ¿Para qué me disculpo? Simplemente cada quien tiene sus propias pesadillas.

Röf

La escultura 1821-1938, lecciones de historia

La escultura 1821-1938, lecciones de historia

Identidad nacional y Escuela Mexicana 

Por Luis Ignacio Sáinz

Vela sin viento que no fue rumbo.

Luis Cardoza y Aragón (1937)

Consideraciones iniciales

La tridimensión prehispánica manifiesta en la escultórica de gran escala y formato o en los objetos rituales y utilitarios, avasalla toda manifestación ulterior. Se yergue en calidad de referencia y punto de partida, pero también en freno simbólico por su perfección y belleza. El siglo XVIII todavía novohispano dará sus últimos estertores con la azarosa recuperación de la Piedra del Sol y la Coatlicue en 1790, durante las obras de remozamiento, instalación del desagüe y empedrado de la plaza mayor ordenadas por el Segundo Conde de Revillagigedo. Languidecía el virreinato sin haberse podido imponer del todo en el orbe de las representaciones y la iconografía. Así se cerraba una centuria y se anunciaba otra, al ritmo de la lapidaria mexica: una, calificada de albricia astronómica, orgullo de propios y extraños que se mostraría en el costado bajo de la torre poniente de Catedral; otra, detonante de pasmo y temor por su calidad de diosa enérgica, sería confinada a la oscuridad del deambulatorio bajo de la Real y Pontificia Universidad, y ante las manifestaciones devocionales de inmediato sería cancelada con su enterramiento en la misma locación.

Si a la fuerza significante y plástica de semejantes monolitos le oponemos o la confrontamos con las tallas litúrgicas estofadas y policromadas del catolicismo dominante, incluyendo los soberbios crucificados de pasta de maíz, entenderemos la languidez de los objetos fabricados a lo largo de eso que equívocamente denominamos la Colonia, aún los bártulos del culto religioso que, retorciendo y fundiendo cálices y custodias a granel, inventaron ese prodigio de la platería mexicana de la mano del ensayador mayor y balizador Antonio Forcada y la Plaza. De modo pues, que el siglo XIX al despuntar de la Independencia a partir de 1821, se enfrentará a un reto mayúsculo: postular y acaso inventar una identidad colectiva, a partir de entonces genuinamente nacional, y hacerlo con una dignidad estética que le permitiera a la cultura y la sociedad emergentes desentonar lo menos posible.

En el caso de la escultura del siglo XIX, esa que ha dejado de ser novohispana casi por decreto, los artistas y sus creaciones irrumpen con una duda fundamental sobre su origen y destino, no saben ser mexicanas, porque lo mexicano no se ha establecido todavía, desconocen el significado mismo de esa voz misteriosa. Tales obras siendo de época “nacen viejas” y, por si fuera poco, carecen de un estilo y un sentido propios. A partir de la consumación de la Independencia el 27 de septiembre de 1821 la nación afronta el reto de inventarse. Operación filosófica que desafía toda lógica, pues las facciones victoriosas en su lance contra la Corona española, mantienen convicciones encontradas sobre el pasado y su significación, careciendo de un acuerdo básico sobre los aportes indígenas y los mediterráneos en su versión hispánica. Desde entonces nos cuesta la pluralidad, nos pasma la diversidad, y nos domina el conflicto.

Las artes en consecuencia, oscilarán entre la reivindicación de un indigenismo idílico, aquel que sostiene que en el Anáhuac y sus dominios todo era felicidad y prosperidad; aquellos otros que abjuran de ese origen calificándolo de herético y salvaje, asumiendo un catolicismo salvífico y un hispanismo civilizador, siendo entusiastas de la monarquía; y unos más que se orientarán a postular símbolos de un incipiente nacionalismo que se desentiende en más de un sentido del pasado, apostándole al porvenir desde la originalidad de la forma política, no en balde nuestro primer presidente se rebautiza Guadalupe Victoria (2) y proclama la República federal.

Las formas en recinto, basalto, mármol o bronce, y las maquetas en madera o yeso, van haciéndose de una anatomía reconocible, en tanto expresiones de un rigor académico ultramarino, a más señas francés, conquistando su calidad de tridimensiones, cumpliendo el canon, aunque se refugien en el silencio al no tener gran cosa que decir. Establecer una morfología identitaria, que rinda cuentas de un sistema de representaciones, resulta otro cantar, es tarea más compleja y dilatada, demanda entregarse a la lógica del error rectificado para lograrlo. Conciliar ambas vertientes del proceso creativo y de composición, el oficio y la expresión, será el reto fundamental de esa centuria, comenzando con el reconocimiento de las lecciones previas, que van desde los monolitos encontrados en 1790 en la Plaza Mayor (la Coatlicue, 13 de agosto y la Piedra del Sol, 17 de diciembre) hasta El Caballito de Manuel Tolsá (9 de diciembre de 1803), con el ánimo de fundar una tradición e intentar eludir la profecía-maldición de ser Vela sin viento que no fue rumbo.

Semejante tríada, dada su originalidad, significado y perfección, elevará los niveles de exigencia para quienes decidan emular tales marcadores, imponiéndoles el manto de la imposibilidad, o casi. En paralelo, entre los albores soberanistas y el establecimiento a sus anchas del neoclásico, la parafernalia religiosa se irá diluyendo gradualmente abriéndole paso a la religión de la patria: el civismo. Y esto alentará una modernidad secular, laica, que le vendrá bien a nuestra sociedad, siempre conservadora, pero con ansias libertarias. Los ciudadanos se despabilarán, sin renunciar del todo a sus prejuicios, en honor de Occidente y los sueños civilizatorios que prodiga a diestra y a siniestra. Los políticos de entonces, genuinos hombres de Estado, capaces de armonizar y conciliar las preocupaciones intelectuales con las ocupaciones prácticas, optaron por inventar una Nación y armar el rompecabezas de lo que sería nuestra tradición independiente. La cultura devino estrategia educativa y ansia de futuro. Y para com prenderlo habrá que itinerar en zigzag…

La Piedra del Sol empotrada en el campanario poniente de Catedral viendo hacia las calles de Tacuba y 5 de Mayo. Fotografía de William Henry Jackson, 1884.

Coatlicue, “la de la falda de serpientes”, Museo Nacional de Antropología, INAH, Ciudad de México.

Louis Prélier: El Caballito en el claustro de la Real y Pontificia Universidad. Daguerrotipo, 26 de enero, 1840, Eastman Museum, Rochester, Nueva York.

 

El arte de los volúmenes se asociará indefectiblemente con el espacio público y la instrucción cívica. Urbanismo, por un lado, que con cuidado creciente entenderá al paisaje como escenario cohesivo de la vida en sociedad, además de concebirlo suma de signos que fomentan el bienestar y la seguridad. Fervor nacionalista, por otro lado, que condensa en los personajes retratados y los episodios evocados la conquista de nuestra soberanía y la construcción de nuestra identidad nacional. Se escribe de corrido y rápido, pero fue un proceso lento y hasta desesperante, en el que concurren varios personajes de nuestra historia.

Será hasta Vicente Riva Palacio (1832-1896), escritor, político, militar, jurista y periodista (3), que se estructure como iniciativa esta idealidad historiográfica de indudable intención política, adquiriendo un fuste reconocible, cuando en calidad de titular de la Secretaría de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, identifica los nodos del Paseo de la Reforma como axis genealógico:

El C. presidente de la República, deseando embellecer el Paseo de la Reforma con monumentos dignos de la cultura de esta ciudad [la de México], y cuya vista recuerde el heroísmo con que la nación ha luchado contra la conquista en el siglo XVI y por la independencia y por la reforma en el presente, ha dispuesto que en la glorieta situada al oeste de la que ocupa la estatua de Colón, se erija un monumento votivo a Cuautimotzin y a los demás caudillos que se distinguieron en la defensa dela patria, en la siguiente otro a Hidalgo y demás héroes de la Independencia y en la inmediata, otro a Juárez y demás caudillos de la Reforma y de la segunda independencia (4).

Al influjo del coordinador de México a través de los siglos, se suma la federalización de la memoria que planteó Francisco Sosa (5) para que cada estado de la República eligiese a dos de sus próceres representativos en esta calzada evocadora de lo más luminoso de nuestro pasado. Todo un curso de pedagogía nacionalista, a través de lecciones puntales. La estética cederá el sitial de la prioridad a la historia, al significado de los acontecimientos, al comportamiento de los actores. Todo con el fin de ensalzar una visión integrista del pasado inmediato con tal de poder avanzar, ¿dónde? ¿cómo?, hacia ese dios desconocido, el futuro. Es así como los bandos en disputa irán limando sus asperezas, concentrándose en los que consideraban peligros compartidos: las comunidades indígenas y el sentido colectivo de su existencia y funcionamiento. El antídoto aplicado consistió en desamortizar los bienes, individualizando las tierras comunales. La construcción de una identidad ciudadana por encima y en contra de una identidad étnica.

Por eso hasta Cuauhtémoc deviene un precursor de la Independencia nacional, no es azteca, sino mexicano. Engrane de la ideología del sometimiento hasta nuestros días. El establecimiento de referencias concretas para normar la vida social guiado por un romanticismo todavía más idealizado –y pervertido–, donde en la práctica se diluyesen conquistadores y conquistados, conservadores y liberales, en un discurso metafórico capaz de defender el uso y recurso del martirio digno y la derrota noble.

Me refiero a la elección de la fecha para inaugurar y fijar el primer “altar a la patria” advocado a la memoria india, así fuese en la persona del último de sus Hueytlatoque, Cuauhtémoc: el 21 de agosto de 1521, jornada de la tortura al soberano mexica con la quemazón de sus pies para averiguar el paradero del tesoro imperial… y con ello la derrota plena de los pueblos originales frente a los teules ultramarinos. Ronda el tufillo de una coincidencia fatídica: un día previo, el 20 de agosto, pero de 1847 se decidió oficialmente conmemorar la capitulación de Pedro María Anaya en la batalla de Churubusco frente a las tropas estadounidenses… Dos reveses, dos fracasos, que quisieran levantarse victoriosos en la derrota, ufanándose de algo tan inútil en política como “la dignidad”.

William Henry Jackson (1843-1932): Monumento a Cuauhtémoc (c. 1880), Biblioteca del Congreso de los Estaos Unidos, código digital det.4a27179 [dominio público].

A ratos inescrutable, Porfirio Díaz, seguro de sus dotes personales, entre ellas su carácter lítico, demostrará en toda ocasión ser un enamorado del talento, lo que le permitirá adoptar o continuar proyectos de otros sin demérito de las autorías respectivas y los narcisismos inevitables. Este rasgo se tradujo en continuidad, temporal por la larga duración del régimen, conceptual por el sustento en un modelo de desarrollo territorial y urbano.

Hilo conductor, el dominio, se asumía como puesta en escena: espectáculo o montaje de una especie de pensamiento homogéneo. Se desprende de ello que las estatuas individuales y los conjuntos escultóricos constituyen auténticos lieux de memoires (6), depósitos de un querer ser, aspiraciones duras, broncíneas o pétreas, de un archipiélago de ideas, emociones y aspiraciones. Civismo en acto y filosofía de la voluntad que fueron capaces de inventar una Nación con todos los bemoles que se quieran.

Tales composiciones primero se instalaron en el espacio público y después se identificaron con él. Las más de las veces obedecieron a iniciativas civiles, adoptadas por las autoridades de la megalópolis en ciernes, validadas por los ministerios de Educación y Fomento, hasta la cúspide presidencial, siendo gestionadas por convocatorias a concurso público abierto. ¿Su propósito? Crear un discurso integrador capaz de zanjar las diferencias sociales y políticas, culturales y económicas, en el limbo de la armonía de una ideología, el liberalismo que tenía varios lustros evaporado, siendo continente sin contenido.

Este monumento se irguió entonces, cual liquidador de los sueños del Anáhuac y las reivindicaciones autóctonas. A la invitación de Riva Palacio se presentaron cinco proyectos y triunfó el del ingeniero Francisco M. Jiménez. A su deceso se hizo cargo de la construcción el ingeniero-arquitecto Ramón Agea y de la ornamentación Miguel Noreña Agurte (1843-1894). El llamativo monumento, cargado de elementos prehispánicos, fue inaugurado con gran pompa el 21 de agosto de 1887, incluso un discurso fue pronunciado en náhuatl. ¡Qué exotismo! (7) En discreta hispanofilia se conmemoraba la caída de Mexico-Tenochtitlan y el tormento de su gobernante. No, por ejemplo, La Noche de la Victoria versus La Noche Triste, un 30 de junio de 1520, con todo y la leyenda del ahuehuete de Tacuba-Popotla que casi contuviera las lágrimas del feroz extremeño que salvara el pellejo de milagro…

Un discípulo del escultor, Jesús F. Contreras, dada su capacidad técnica adquirida en Francia, se encargaría del vaciado en bronce de las figuras, los relieves, adornos y trofeos, entre ellos el protagonista, en su propio taller conocido como Fundición Artística Mexicana, que estableciera con el respaldo del gobierno de Aguascalientes, su estado de nacimiento, y del propio presidente Díaz. Un par de artistas más colaboraron: Epitacio Calvo con Los leopardos, que no jaguares, encopetados con penachos que presiden y resguardan los costados de la escalinata de acceso al monumento; y Gabriel Guerra con el relieve de El tormento de Cuauhtémoc.

Hemos de retornar un poquitín en la historia para ubicar cuándo, ¡por fin!, los mexicanos independientes del siglo XIX optaron por representar, animados por lo que fuera, a figuras del mundo nativo, ese orbe de significados inquietantes que se bautiza desde fuera de sí como prehispánico, precolombino o, en el delirio, precortesiano. Nos depara una sorpresa y enorme, pues no serían los artistas indios, mestizos o algún criollo consciente o despistado quien eligiese a las etnias aborígenes como plástica, filosófica, humanamente, visualizables. No, a fuer de ignorarlo, ninguno de esa procedencia eligió semejante ruta.

Deberán transcurrir varios años hasta el arribo de quien, desde 1845, se hará cargo del área de Escultura de la Academia de San Carlos, Manuel Vilar i Roca (1812-1860), mudándose procedente de Roma en compañía de su amigo y paisano Pelegrí Clavé i Roqué (1811-1880), a la sazón nombrado titular de la cátedra de Pintura y al alimón director de esa escuela de artes. No deja de sorprender que sea un catalán quien incursione en la reivindicación icónica de personajes indígenas, apología de los orígenes que se hiciera presente con su Moctezuma II (8) (1850) y poco después con Tlahuicole (9) (1852).

Moctezuma II (1850).

Tlahuicole (1852). Yesos originales de la Academia de San Carlos, Museo Nacional de Arte.

Ejemplos por demás conspicuos dado que no constituyen vectores de reconciliación con las entonces mayorías de la Nación emergente. Caracteres antinómicos, uno vencido por los augurios y las profecías, más las epidemias de paludismo, viruela, tifo exantemático, sarampión, tuberculosis y peste bubónica, algunos mosquetes, cañones y hasta falconetes (10), muerto a pedradas, casi por lapidación bíblica; otro, cautivo en combate y pese a haber recibido la gracia del perdón por su temeridad y arrojo, rehusó la dádiva y asumió vencer o morir en duelo, enfrentó a varios rivales en la plataforma gladiatoria del Temalacatl y fue a la postre sacrificado en honor a Huitzilopochtli. Moctezuma, timorato; Tlahuicole, gallardo.

Con cierta timidez se avizoraba la reivindicación de las mujeres en la historia, si bien ello ocurriría con la elección de un personaje asaz complejo en nuestra inmadurez intelectual: Doña Marina (11) (La Malinche) en la versión de Manuel Vilar i Roca (1852). Mujer extraordinaria que, pese a hallarse presa en un laberinto de intereses encontrados, fue capaz de adueñarse de un espacio propio a partir del cual reivindicarse con los suyos y frente a sus adversarios. Peregrina sutilmente de la condición de esclava a la de aliada del conquistador:

Doña Marina (La Malinche). Yeso pulido, Museo Nacional de Arte.

entregada en propiedad al hidalgo Alonso Hernández Portocarrero, que tras partir a Europa la regresa al servicio del capitán Cortés con quien parirá a Martín, símbolo del mestizaje, para volver a ser desechada a partir de 1524 cuando el césar victorioso ya es capaz de comunicarse en náhuatl, entonces conviene esponsales con Juan Jaramillo, con quien tendría a su hija María. Malintzin fue la primer conversa y punta de lanza de la evangelización, sobreviviente de nutridas calamidades, mucho más que una barragana y traidora (12).

Sin ambages, la estatuaria historicista, de naturaleza conmemorativa, privilegia las efemérides y los sucesos por encima de los procesos históricos, rinde homenaje a lo que considera trascendente, personalidades, acontecimientos militares y cívicos, atributos, entre una filacteria de motivos merecedores de lisonja y elogio. Es significativo que los primeros esfuerzos en México se hayan encaminado a rememorar la independencia como un concepto…Como era de esperarse, la presencia de las figuras femeninas tiende a diluirse en los estereotipos de la belleza, el arco de las virtudes privadas (domésticas) y las alegorías políticas y patrióticas (la paz, la victoria, la independencia). Como una excepción, doña Josefa Ortiz de Domínguez, la conjurada queretana terminará presidiendo, tan tarde como 1890, la explanada contenida por el portal de los evangelistas, frente al antiguo palacio de la Inquisición y a un costado del templo y convento advocados al burgalés fundador de la Orden de Predicadores, “los perros de Dios” (13), ese santo Domingo de Guzmán tan aficionado a los tormentos y las pesquisas inquisitoriales.

Enrique Alciati: Doña Josefa Ortiz de Domínguez “La Corregidora” (1890); Plaza de Santo Domingo, Centro Histórico, Ciudad de México.

Fijada la idealidad indígena, regresemos a los albores de la escultura mexicana decimonónica, para constatar la renuencia a abordar motivos ancestrales previos a la colisión de la Conquista. Destaca Pedro Antonio Patiño Ixtolinque (1774-1835), alumno del valenciano Tolsá con quien desarrolló los diseños de los altares de la capilla de la Casa de Moneda, la Casa Profesa, el templo de santo Domingo de Guzmán y el sagrario de la catedral metropolitana, además del ciprés y su tabernáculo en la de Puebla, que oscilaría en reconocerse nativo de cepa pura o mestizo dependiendo de las ventajas que ello le supusiese, sus obras América y Libertad (1825-1830) bien podrían estar firmadas por cualquier artista europeo de mérito, fueron comisiones de Melchor Múzquiz, gobernador del Estado de México, para el mausoleo nunca terminado del Siervo de la Nación, José María Morelos y Pavón, en Cuautla (14).

Pedro Antonio Patiño Ixtolinque (1774-1835): Libertad y América (1825-1830), piedra de villería. Museo Nacional de Arte.

Ni este heredero del señorío de Coyoacán se atrevió a otear en los naturales, ya fuera moral o anatómicamente… Escultor insurgente que acompañara en el campo de batalla a Vicente Guerrero y presidiera la Academia de San Carlos, atrapado en las representaciones occidentales (15).

José María Labastida (1800-1849) Descansa en el pedestal una figura que quizá portaba una tiara de rango, diadema triangular de turquesas (xiuhuitzolli) o penacho (quetzalapanecáyotl), decapitada por la incuria del tiempo, de la que asoma el arco, el carcaj de flechas y un medallón al cuello, que sostiene un emblema con el icono fundacional de Mexico-Tenochtitlan tal como fue fijado por el Códice Mendocino (ca. 1540): el águila devorando la serpiente posada en un nopal, no se aprecia nada más… Pareciera más que deliberado despojar de la identidad del rostro a quien ofrece la clave de la escena representada en el relieve modelado. En el triunfo del neoclásico la leyenda o sentencia está flanqueada por Fidias, el arquetipo del escultor, y la doncella coronada de laureles Lutetia Parisiorum, la Galia prerromana, en alusión a la suscripción del primer tratado comercial México-Francia que equivalió al reconocimiento diplomático de nuestra soberanía.

José María Labastida (1800-1849): Libertas mexicanas (1827). Vaciado en yeso con pátina, Museo Nacional de Arte.

Quien fuera miembro de la primera generación de artistas mexicanos que perfeccionaran su formación en Europa en 1825, demuestra su aprovechamiento al estudiar la lapidaria greco-romana y sus homenajes posteriores, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) en el barroco y el neoclasicismo de Antonio Canova (1757-1822). Los yesos de matronas metáforas de la ley y la justicia, en versiones de la Constitución Federal (16), tras las sacudidas de la abdicación de Agustín de Iturbide el 19 de marzo de 1823, el retorno del Legislativo y un Ejecutivo integrado en el triunvirato de Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete, vigente de mayo de 1823 hasta la aprobación de la Carta Magna el 4 de octubre de 1824.

Alegoría de la Constitución (sf). Alegoría de la Constitución de 1824 (1832). Museo Nacional de Arte.

Varados en un pasado ajeno, los escultores de nuestro aciago siglo XIX se entregaron a un ejercicio inútil: la visitación de escenas y personajes greco-latinos. Jamás una alusión a las abundantes fuentes de los antiguos mexicanos, pletóricas de narrativas extraordinarias y visualidades únicas, ya sea que provinieran del puñado de códices mayas que sobrevivieron a la quemazón auspiciada como auto de fé la noche del 12 de julio de 1562 por fray Diego de Landa Calderón (1524-1579) en Maní o a os designios pirómanos de otros religiosos cebados en la anulación de las otras miradas indígenas; ya sea que fuesen los registros grabados o pintados en estelas, estatuaria o cerámica, tan abundantes que en la tiranía de su número impidieron su destrucción.

Desde su fundación la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España logró que quienes cultivaron la pintura, la escultura y la arquitectura, lo hicieran con provecho, ciñéndose a los criterios en boga del régimen de las reformas borbónicas impulsado por el monarca Carlos III. El triunfo inapelable de la independencia respecto de España no se traduciría en lo inmediato en un nacionalismo emergente, una mexicanidad reconocible, en las distintas esferas de la vida de la antigua colonia. El tiempo tendría que transcurrir tal como acostumbra hasta forjar una identidad propia, tema que se seguiría debatiendo con las armas en la mano durante la Revolución de 1910 y que para muchos aguarda todavía algún tipo de compromiso o solución entre los grupos tan enfrentados y crispados que integran el mosaico mexicano.

De modo que no nos puede asombrar que la fábrica de los modeladores de argamasas varias, devastadores pétreos o fundidores de bronces, Felipe Sojo, Fidencio Luciano Nava, Gabriel Guerra, Agustín Ocampo, Juan Bellido, Martín Soriano, Felipe Vallero, Arnulfo Domínguez Bello, José Tovar y clausurando este desfile Enrique Guerra, engalanen parques y plazas públicas con sus visitaciones a la mitología helénica y romana, cuando no con auténticas procesiones bíblicas. Entre neoclásicos y románticos surgirá, por encargo y direccionamiento gubernamental, en el último cuarto del siglo XIX, una producción de valores históricos y cívicos a la que ya he aludido. Sus obras hasta tenderán a confundirse con las previas de La Alameda: las fuentes Neptuno y los tritones (1857) de Walter Dupray, El nacimiento de Venus de Mathurin Moreau (1822-1912), Mercurio [copia de Jean Bolonia-Giambologna (17) ], Las Américas (1851, La Victoria) de Jean-Pierre Victor André (1790-1851) (18).

Felipe Sojo (1833-1869): Mercurio y Argos (1854). De bronce en la Avenida Álvaro Obregón; de yeso pulido en el Museo Nacional de Arte.

Inspirada en la Alameda de Hércules sevillana de 1574, el virrey novohispano Luis de Velasco sometió al Cabildo metropolitano se creara un jardín-paseo frente al templo de la Santa Veracruz (1568) para el disfrute de los vecinos de la villa, apegándose a unos criterios simples: de traza cuadrada, circundado por acequias, con acceso solitario al oriente. Orgullo citadino que será objeto de constantes aliños y refacciones durante el Segundo Imperio, por la adopción que hiciera del lugar la mismísima Carlota, “la de narices de pelota”, cegando las acequias, retirando la barda perimetral, replantando árboles y flores e implantando césped; la República restaurada en 1868 instalará 36 farolas de trementina y aguardiente, que serán desplazadas por un centenar de mecheros a gas en 1872, cuando también adoquinaron las calles circundantes, dos décadas después se introdujo la luz eléctrica; y aquí decidió el régimen porfirista se montase el quiosco morisco diseño del ingeniero-arquitecto José Ramón Ibarrola Berruecos para el Pabellón de México en la Exposición Industrial Universal y Centenario Algodonero de 1884 en Nueva Orleans hasta 1909 cuando emigró a Santa María la Ribera, siendo sustituido por el Hemiciclo a Juárez (cenotafio, 1910), arquitectura de Guillermo de Heredia y escultura de Alessandro Lazzerini (1860-1942) (19).

Caritas, nombre de las cuatro fuentes de las esquinas de La Alameda.

Neptuno y los tritones, La Alameda.

El nacimiento de Venus, La Alameda

Mercurio, La Alameda.

Jean-Pierre Victor André (1790-1851): Las Américas o La Victoria, La Alameda.

Quiosco morisco.

Hemiciclo a Juárez.

No se nos olvide que el patrón de las artes continuará siendo el Estado mexicano a través de sus instituciones durante los siglos XIX y XX, languideciendo las comisiones en el XXI. De tal suerte que la agenda será fijada por el gobierno y sus funcionarios, lo que considera la selección de los tópicos a representar.

Así, a modo de ilustración, la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores se renovará en la época de Ignacio Mariscal Fagoaga (1829-1910)  ̶  de cara a las celebraciones del Centenario de la Independencia con proyecto de su sobrino Nicolás Mariscal Piña (20) (1875-1964) quien remodela la casa de don Francisco Espinosa (21) ̶ , tras su deceso le tocará estrenarla a Enrique Creel Cuilty a mediados de 1910, sobresaliendo cuatro estatuas monumentales adosadas a la fachada representando las virtudes cardinales (Prudencia, Fortaleza, Templanza, Justicia), entonces sobre la calle general José María Patoni (1828-1868) después avenida Juárez, con acceso también por la tercera calle de Colón, talladas en mármol de carrara en el taller de Alessandro Lucchetti, a partir de modelados en yeso de Enrique Guerra, se incluía además el escudo del águila nacional que coronaba el inmueble en un medallón.

La Cancillería mexicana hacia 1915. Su fachada sería remodelada en 1923. Se aprecian la Prudencia, la Fortaleza, la Templanza y la Justicia, de Enrique Guerra.

En 1923 se decide ampliar el inmueble encargándosele la intervención al joven arquitecto Carlos Obregón Santacilia, quien añadiría un tercer piso y “limpiaría” el frontispicio de la estatuaria; embodegándose las esculturas hasta que se remitieran a Xalapa, el lugar de origen de su creador, donde el entonces gobernador Adalberto Tejeda las montase en el Parque Juárez, a excepción de la obra dedicada a la Templanza que se relocalizó en 1931 en el Bosque de Chapultepec, como corazón de una fuente por disposición presidencial de Pascual Ortiz Rubio, y que fuera copiada para completar el conjunto en la capital veracruzana hasta 1979 por Armando Zabaleta de León en mármol gris de Tlatila.

Hugo Brehme: Cruce de Paseo de la Reforma y avenida Juárez (1929), se aprecia El Caballito de Manuel Tolsá, atrás la casa de Ignacio de la Torre y Amada Díaz, y cruzando la calle se observa el remate de la residencia Limantour, la Morán y la Cancillería reestructurada por Carlos Obregón Santacilia (1923-24), desprovista ya de las esculturas.

Con esta fábrica severa permanecería el Ministerio primero y después la Secretaría de Relaciones Exteriores hasta 1965 cuando con la remodelación urbana del crucero Reforma-Rosales-Bucareli-Juárez fuese demolido el edificio y se mudara a la torre de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas.

Enrique Guerra: Fortaleza, Justicia y Prudencia (originales), Templanza (copia); Parque Juárez, Xalapa.

Enrique Guerra: Fuente la Templanza en Bosque de Chapultepec (1era sección).

Me detengo en este cuento de nunca acabar de las modificaciones al espacio público, la infraestructura de servicio y el patrimonio construido, porque semejante lógica que entroniza la novedad nos marca y limita desde siempre. Incapaces de acumular con sensatez, los antiguos mexicanos y sus herederos hasta la fecha cimientan sus propuestas materiales o simbólicas en la erradicación sistemática y permanente de una idea del pasado. Inventan, inventamos, entonces, sin fatiga y sin tregua (22). Así las cosas, la identidad nacional es una hipótesis permanente, que se renueva en el tráfago de la política y sus revoluciones o cambios. El Segundo Imperio y el Porfiriato se abocaron con frenesí a brindar una visión holística de la historia patria-matria recuperando signos y sucesos de todos colores y sabores para fijar un elenco reconocible en la memoria plural de los ciudadanos.

De modo que Maximiliano de Habsburgo y su consorte, amén de la debilidad estética por el arte público, se empeñarán en mexicanizarse, y para lograrlo, o al menos intentarlo, en algunos casos levantaron monumentos en honor de:

José María Morelos, en escultura de Antonio Piatti, con placa que rezaba: «Al ínclito Morelos quien dejó el altar para combatir, vencer y morir por la libertad de su patria. Maximiliano Emperador, 1865» (23), y retrato de Petronilo Monroy, a solicitud de Santiago Rebull que coordinara la Galería de Hombres Ilustres ordenada por el archiduque Fernando José Maximiliano de Habsburgo que arribara a Veracruz un 28 de mayo de 1864 en la fragata Novara en compañía de su consorte Carlota Amalia de Bélgica.

Antonio Piatti: José María Morelos y Pavón (1865), a principios del s. XX y hoy día.

La efigie del Siervo de la Nación se emplazó en la Plazuela de Guardiola, donde ahora se localiza el edificio del mismo nombre del Banco de México y entonces se encontraba la casa de los Escandón, en vecindad con el palacio del Marqués del Valle de Orizaba (Casa de los Azulejos, fábrica del alarife Francisco Antonio de Guerrero y Torres, 1727-1792). En aquella oportunidad, 30 de septiembre de 1865, las palabras del Habsburgo eran un llamado en favor de la unidad:

México tiene la dicha […] de mostrar la historia de su renacimiento y de su libertad, representada por héroes de todas las clases de la sociedad humana, de todas las razas que ahora forman una nación indivisible […] Todos han trabajado con el mismo valor, con el mismo celo patriótico por el bienestar del país […] Que el monumento que ahora inauguramos en el centésimo aniversario del nacimiento del ilustre Morelos, sirva de estímulo a las nuevas generaciones para que aprendan […] las cualidades que forman la fuerza y lo invencible de nuestra nación (24).

Con este gesto el emperador liberal provocó la ira de los conservadores, que nunca entendieron su interés en rescatar a los próceres independentistas. Depuesta la espuria monarquía, la escultura del nacido en Valladolid, urbe a la que su nombre la bautizaría cuando el Congreso de Michoacán así lo determinó el 12 de septiembre de 1828, comenzó a dar de tumbos. Primero la reubicaron hacia 1871 en la Plaza de la Iglesia de San Juan de Dios –Plaza de la Santa Veracruz–, y posteriormente la arrumbarían en el barrio de Tepito, en la Plaza Morelos, sobre Eje 1 Oriente (avenida del Trabajo), entre las calles de Alfarería y Mecánicos. Su condición heroica no lo salvó del maltrato derivado del favor que le dispensara Maximiliano. Otras esculturas posteriores gozarían de buena fortuna, como la de Carlos Noriega con pedestal de Luis Ortiz Pinzón, que inaugurara el presidente de la República Francisco I. Madero el 2 de mayo de 1912 para conmemorar un siglo del sitio de Cuautla.

Petronilo Monroy: José María Morelos (1865); Palacio Nacional.

Carlos Noriega: José María Morelos (1912), La Ciudadela.

Vicente Guerrero, en retrato de 1865 ya “blanqueado”, evaporados sus rasgos de afrodescendiente, por Ramón Sagredo para la Galería Iturbide en el antiguo Palacio de los Virreyes; así como escultura de Miguel Noreña del mismo año el yeso y un par de años después el bronce, ya cuando había sido ajusticiado el emperador en el cerro de las Campanas, Querétaro, el 19 de junio de 1867, en compañía de los generales Manuel Miramón y Tomás Mejía, por sentencia de muerte dictada por el Consejo de Guerra, celebrado en el Gran Teatro de Iturbide, en observancia a la ley del 25 de enero de 1862.

Miguel Noreña: Vicente Guerrero (1867) en la Plaza de San Fernando, Ciudad de México.

Miguel Noreña: Vicente Guerrero (1865), yeso, Museo Nacional de San Carlos.

Ramón Sagredo: Vicente Guerrero (1865), Palacio Nacional.

Cosa curiosa, el equívoco de recordar al despistado de Cristóbal Colón [quien era a tal grado obcecado que falleció convencido de que había llegado a las Indias, a los reinos misteriosos de Cipango (Japón) y Catay (China)] corrió con mejor suerte en lo conceptual, si bien no lo pudo materializar su primer promotor José Bernardo Couto, escritor eximio, el del Diálogo sobre la historia de la pintura en México y presidente de la Academia de San Carlos quien se lo comisionó a Manuel Vilar y aunque el escultor catalán contaba con un yeso sobre el genovés desde 1858, no hubo recursos o disposición para materializar la iniciativa.

Volvería a la carga la pareja imperial sin resultado positivo; y el modelo permanecería bajo custodia de la institución de enseñanza de las artes durante décadas, hasta que en 1892 se fundiera y colocase el 12 de octubre de ese año en la antigua estación de ferrocarril de Buenavista, siendo develado el monumento por Porfirio Díaz en el cuarto centenario del “Descubrimiento de América”.

Manuel Vilar: Cristóbal Colón (modelo 1858 / fundición 1892); estación de Buenavista, Ciudad de México.

Ya en plena República restaurada, en 1871, Antonio Escandón ofreció cubrir los emolumentos y costes del proyecto de la pieza de Vilar, pero acompañada de algunos de los evangelizadores, en planteamiento arquitectónico de Ramón Ramírez Arrangoiti. Empero, en su estancia parisina este empresario conoció la obra de Charles Henri Joseph Cordier (1827-1905) y decidió encargarle la obra (1873), misma que arribó a las costas del Golfo de México en 1875 y se instaló en 1877. El Almirante de la Mar Océano se acompaña de los dominicos Bartolomé de las Casas y Diego de Deza y los franciscanos Pedro de Gante y Juan Pérez de Marchena. Tras la victoria juarista, el mercader, industrial, transportista y banquero se autoexilió en la capital de Francia, regresando a la ciudad de México única y exclusivamente para la inauguración del homenaje al navegante (1451-1506).

Charles Cordier: Monumento a Cristóbal Colón, 1877, Paseo de la Reforma, Ciudad de México.

Ese abogado zapoteca de nombre Benito Pablo Juárez García (1806-1872) mostró siempre una rara proclividad a identificarse con la Nación, así con mayúscula inicial. Trascendentalista y prosopopéyico, en cuanto pudo se desembarazó de la condición india, apreciada como lastre frente a una sociedad racista y clasista, para autodesignarse arquetipo de perseverancia. Contra viento y marea, le dio refugio a la República en un carruaje y erró a lo largo y ancho del territorio mexicano; y siendo defensor a ultranza de la Constitución de 1857 se valió de todos sus intersticios para prolongar su mandato y ejercer poderes de estado de emergencia.

Paradoja, será el gran dictador ilustrado, su némesis mixteca, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori (1830-1915), su discípulo, partidario y colaborador, quien lo denuncie y desafíe desde el levantamiento del Plan de La Noria (8 de noviembre de 1871) contra la postulación a un tercer periodo presidencial del que sería entronizado en los altares laicos como Benemérito de las Américas. Las hostilidades sólo cesarían con un acontecimiento ni deseado ni planeado: el deceso salvífico del de Guelatao el 18 de julio de 1872. Ascendería al poder Sebastián Lerdo de Tejada, buscaría también él reelegirse, y el héroe del 2 de abril y de La Carbonera insistiría en la defensa de una legalidad melliza de su ambición: “Que ningún mexicano se perpetúe en el poder y esta será la última revolución”, principio cifrado en el lema “Sufragio efectivo; No reelección”, pregonado en el Plan de Tuxtepec (10 de enero de 1876). Entonces se impondría con la razón de las armas sublevadas y, sin que nadie lo supiera, daría inicio la era de Don Porfirio (25).

No se había enfriado el cadáver ni se le habían despojado las mortajas del que apuntaba a prócer broncíneo, que flotaba en el ambiente la necesidad de reconciliarse con el difunto, homenajeándolo. Extravagancias del poder político, Sebastián Lerdo de Tejada pasaría por el Congreso la ley del 18 de abril de 1873 destinada a normar y ordenar las consecuencias e implicaciones de nombrar a Juárez “Benemérito de la Patria en grado heroico”, entre ellas la subvención a su descendencia (26). La escultura conmemorativa que se pensaba erigir tendría por destino precisamente el túmulo funerario en el panteón de San Fernando. Mediante convocatoria del 8 de mayo de 1873 se abrió la convocatoria a los creadores interesados. Tras la justipreciación de las propuestas recibidas, se seleccionó la de los hermanos Juan y Manuel Islas. El mausoleo de 16 columnas y la lápida se inaugurarían en 1880, justo en el octavo aniversario luctuoso, y con ello el régimen detonaría la metamorfosis de Juárez en monumento (27). Maravilla de maravillas la sagacidad del ya presidente Díaz para ensalzar al que a la postre devino su rival. Gesto humano, teatralidad política, armonía institucional.

Mausoleo del Benemérito de las Américas.

Monumento en lápida de los hermanos Islas.

Los héroes no tienen derecho a descansar ni aún muertos, deben asumir su responsabilidad en la construcción de lo nacional desde el imaginario colectivo. Sin duda, Juárez mejora mucho enterrado, se humaniza y dignifica, palidecen sus debilidades; en paralelo, Díaz también sale beneficiado al sorprendernos con sus dotes de mitógrafo, adquiere una sensibilidad y un toque generoso al fomentar la leyenda del pastorcillo que vence todas las adversidades, convirtiéndose en una auténtica coincidentia oppositorum. Este túmulo funerario daba el banderazo de salida a la deificación laica de quien no fuese tan liberal como Valentín Gómez Farías (1781-1858), el de las nueve leyes (28), o el propio Maximiliano (29), pecado del que no lo absolverían los conservadores que fueron a por él hasta Miramar, entre ellos el desvergonzado hijo del Siervo de la Nación, Juan Nepomuceno Almonte Ramírez (1803-1869) quien no se arredraba de su condición de “hijo bastardo y natural” del cura insurgente, sino que incluso formaría matrimonio en 1840 con su sobrina carnal Dolores Quesada Almonte, hija de su hermana, mediante oportuna dispensa eclesiástica. El ya mencionado Miguel Noreña será en mi opinión el responsable de la mejor representación del zapoteco bailarín: Benito Juárez, sedente (1890), localizado en los arcos del segundo patio mariano de Palacio Nacional. Halagüeño volumen que recibe a quienes se dirigen al original recinto legislativo, fundido con los cañones que perdiera el general Miguel Miramón en las batallas de Silao y Calpulalpan.

Miguel Noreña Agurte: Juárez sedente (1890), patio mariano de Palacio Nacional.

La apoteosis (en griego ἀποθέωσις: deificación, apotheosis) de quien se diera el lujo de escribir los Apuntes para mis hijos, y al tiempo en que le pisaban los talones las tropas imperiales de Napoleón III se refugiara un 10 de octubre de 1864 en la Villa de Rosales, Chihuahua, donde los lugareños, patriotas y republicanos, le ofrecieron un ágape coronado en zapateo rítmico que lo contagiara al compás de una polka titulada La escobita, ocurriría en el marco de las celebraciones del centenario de la Independencia. ¡Quién lo dijera! La maquinaria ideológica del régimen enaltecería al “glorioso plebeyo […], alto símbolo de abnegación y patriotismo […], que de su vida supo hacer un ejemplo elocuentísimo de las virtudes del ciudadano” (30) con la perpetuación de su memoria en el monumento que después se conocería como Hemiciclo a Juárez, y que prohijaría la identidad simbólica del ya convertido en deidad cívica y el autócrata ilustrado: felicísimos esponsales del nativo Binni Záa (31) de la roca, la arena y las nubes y el heredero del pueblo de la lluvia Ñuu Dzahui (32).

Hemiciclo a Juárez (1910), arquitectura de Guillermo Heredia, tallas de Alessandro Lazzerini (33) (1860-1942)

Durante la inauguración del catafalco-túmulo el 18 de septiembre de 1910, don Carlos Robles, exacerbado, proclamó a los cuatro vientos: “Ningún elogio comparable al nombre de Benito Juárez”, aludiendo a la sentencia latina Tanto nomini nullum par elogium (“Ningún elogio es adecuado a tanta fama”), epitafio de la tumba de Nicolás Maquiavelo en la iglesia della Santa Croce de Florencia. Mientras el poeta Luis G. Urbina al hacer uso de la palabra nos convida con elegancia en su arenga lírica un dejo ambiguo respecto de su origen: “Y que en el fondo de tu raza triste / se encienda el ideal, como en la oscura / noche se enciende un pálido amatiste”. De atenernos al informe que presentara el diputado e ingeniero Ignacio León de Barra, coordinador y residente de la obra, con un peso aproximado a las 1400 toneladas y un volumen de 600 metros cúbicos, la patria desactivó el espíritu flamígero y rebelde de Juárez, apaciguándolo en unas nuevas tablas de la ley federalista y democrática, las que antologan sus frases broncíneas, especie de letanías que jaspean los muros y pedestales de nuestro patrimonio construido. El Système Hennebique, con su concreto armado, le dio estabilidad.

Educar a una sociedad analfabeta por imágenes hiperbólicas de sus dirigentes y adalides, además de glorificar ciertos pasajes de una historia que estaba todavía en proceso de configuración. Juárez, como se ha visto, resulta un centro articulador en esta porfía didáctica.

De modo tal que los monumentos públicos y las efemérides patrióticas se convirtieron en los (nuevos) cronistas de la mexicanidad, sus orígenes y sus empeños. Nuestra maltrecha dignidad nacional por la pérdida de Texas y luego de más de la mitad del territorio, los insostenibles imperios del criollo y del habsburgo, las idas y las vueltas de Antonio López de Santa Anna, nuestro más exacto retrato patrio; y las asonadas y cuartelazos en desconocimiento de la Constitución hasta que se entronizara el Benemérito y los alzamientos se inspirasen en la defensa de la Ley Fundamental, terminaron por diluirse simbólicamente en esa sucesión de hazañas y logros épicos que por sobre el conjunto del espacio público fue, y sigue siendo en más de un sentido, una vialidad transformada en conseja moral, faro pedagógico y ornato urbano: Paseo de la Reforma.

A golpes simbólicos fundaríamos nuestra amnesia del Segundo Imperio y entre las negaciones que le son propias decidiríamos más que olvidar, lavar y borrar de nuestra memoria el romanticismo del Paseo de la Emperatriz. Las iniciativas de Maximiliano sucumbirían frente a las cátedras tridimensionales alentadas por los eruditos Francisco Sosa y Vicente Riva Palacio, a las que se sumaría y respaldaría con entusiasmo Porfirio Díaz. En una primera etapa (1889-1902) focalizada en la zona sur, la superficie de rodamiento de la avenida patriótica quedaría flanqueada por personajes sobresalientes de nuestra historia, designados por 18 entidades federativas y el Distrito Federal, en número de 37, correspondientes al ciclo porfiriano y sin considerar a mujer alguna en elenco asaz misógino, ocupando el tramo que va de las glorietas de El Caballito y su jinete a la del monumento a Cuauhtémoc. Identificando de entrada a los escultores tendríamos (34):

  • Epitacio Calvo: Veracruz: Miguel Lerdo de Tejada y Rafael Lucio Nájera. Yucatán: Manuel Cepeda Peraza y Andrés Quintana Roo.

•  Jesús Fructuoso Contreras Chávez: Nuevo León: Juan Zuazua y             Servando Teresa de Mier; San Luis Potosí: Mariano Jiménez y                 Ponciano Arriaga; Jalisco: Donato Guerra y Manuel López                       Cotilla; Chihuahua: José Manuel Ojinaga Castañeda y Esteban               Coronado Hinojosa; Tabasco: José Eduardo de Cárdenas y                     Gregorio Méndez Magaña; Aguascalientes: Francisco Primo de               Verdad y José María Chávez Alonso; Guerrero: Hermenegildo                 Galeana y Leonardo Bravo; Sinaloa: Ramón Corona Madrigal y               Antonio Rosales; Michoacán: Ignacio López Rayón y Francisco               Manuel Sánchez de Tagle; Coahuila: Juan Antonio de la Fuente               y Miguel Ramos Arizpe.

  • Primitivo Miranda: Distrito Federal: Ignacio Ramírez y Leandro Valle Martínez.
  • Juan Islas: Hidalgo: Nicolás García de San Vicente y Julián Villagrán;
  • Enrique Alciati: Sonora: Ignacio Pesqueira y Jesús García Morales.
  • Ernesto Scheleske: Oaxaca: Carlos María Bustamante y Antonio León.
  • Gabriel Guerra: Durango: Guadalupe Victoria y Francisco Zarco; quien también se encargó de los jarrones que se intercalan entre las estatuas.
  • Federico Homdedeue (35): Tamaulipas: Pedro José Méndez y Juan José de la Garza Cisneros; Estado de México: Plutarco González.

La consolidación de esta cultura cívica, laica y secular, tendrá como axioma inalterable la adopción de la cultura política occidental, europea en general y estadounidense en particular, que no integra, pero sí utiliza de vez en cuando, a los indios. Pueblos originales que únicamente se reconocen como arquetipos, mexicanos nobles de la lejanía, en oposición a los grupos étnicos que en ese tiempo continuaban siendo degradados y expoliados al ser identificados por sus vicios y a la sazón despojados de sus virtudes, que se observan como estereotipos, mexicanos incómodos de la cercanía.

Se salvaban pues, las figuras históricas asociadas al poder anterior a la conquista y la evangelización; destacando Izcoatl (“serpiente de obsidiana”) y Ahuizotl (“perro espinoso de aguas”), hueytlatoque cuarto y octavo del imperio mexica. Gobernantes que fueran seleccionados para señalar el inicio del boulevard que conduce al castillo de Chapultepec, efímeramente bautizado en honor del general Manuel Santos Degollado en la era de Juárez hasta que desde el régimen de Lerdo de Tejada se advocó el Paseo, justo, a la Reforma. Se pretendía agasajar a una tradición metafísica, la del esplendor autóctono, y de acotar la potencia emblemática de un hispanismo encarnado en la macilenta figura de Carlos IV, montado en un corcel imponente a la heroica.

Bronces que levantarían sospechas y dudas entre la buena sociedad mestiza, criolla y filoibérica que finalmente terminaría imponiéndose y exigiendo su reubicación por tratarse de figuras ofensivas al buen gusto, o en la aseveración de Manuel G. Revilla “monstruosos guerreros aztecas”.  Los vaciados en bronce fueron diseño y manufactura del polifacético Alejandro Casarín Salinas (1840-1907). Caricaturista feroz en La Orquesta, San Baltazar y El Padre Cobos (36), guerrero y patriota que combatiese al ejército invasor en el sitio de Puebla, donde cayera prisionero y fuera encarcelado en Francia durante 13 meses, donde aprendiese el arte de la fundición y desarrollase su oficio pictórico e hiciera sus pininos en la escultura a la vera del entonces célebre Jean Louis Ernest Meissonier (1815-1891).

Los popularmente llamados Indios Verdes, porque resintieron la intemperie y se oxidaron adquiriendo una pátina acusada, concebidos para sumarse al pabellón nacional proyectado y construido por Antonio Peñafiel y Antonio M. Anza para la Exposición Universal de París de 1889, en conmemoración del centenario de la Revolución francesa, finalmente no cruzaron el Atlántico, según unos por su tamaño y peso (cerca de cuatro metros y tres toneladas cada uno), de acuerdo con otros porque los muros exteriores del palacio mexicano ya contaban con relieves escultóricos de Jesús Contreras favorito del régimen y socio del ingeniero militar y rango de Teniente Coronel Porfirio Díaz Ortega (1873-1946) en Fundición Artística Mexicana, si bien sus 12 obras (37) se vaciaron en la capital francesa.

Según las fuentes que se consulten se situaron en el Paseo de la Reforma en 1889, 1890, 1891 o 1892. En 1901 se trasladaron a la Calzada de la Viga. En 1920 emigraron a la avenida de los Insurgentes Norte hasta 1979 cuando los movieron a la estación del Sistema de Transporte Colectivo/Metro Indios Verdes. El 25 de mayo del 2005 se reubicaron en el mismo rumbo y barrio al interior del Parque del Mestizaje. Lo último que se sabe es la intención del Instituto Nacional de Antropología e Historia de que vuelvan al punto de partida. En nuestra sociedad clasista y racista hasta a los emperadores se les impone la trashumancia, ser migrantes en su propia tierra. Calificados por El Monitor Republicano de “ridículos y antiestéticos muñecotes”.

¿Alfred Briquet?: Inicio del Paseo de la Reforma en su cruce con Bucareli, ca.1900.

Pabellón mexicano en la Exposición Universal de París de 1889.

Pabellón mexicano inaugurado el 22 de junio de 1889 por el presidente francés Marie-François Sadi Carnot.

Concluye el largo ciclo del Porfiriato y sus Fiestas del Centenario con la develación de la Columna de la Independencia el 16 de septiembre de 1910, proyecto de Antonio Rivas Mercado, entonces director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, estatuaria de Enrique Alciati, que contara con los buenos oficios del arquitecto Manuel Gorozpe y los ingenieros Guillermo Beltrán y Puga y Gonzalo Garita para el monitoreo del sistema constructivo y de cimentación, siendo Roberto Gayol y Soto (1857-1936) el responsable de la mecánica de suelos y de la obra civil. Ceremonia concurridísima, donde al hacer uso de la palabra el autor de tan insigne obra no duda en declararla descendiente de aquella romana erigida en memoria de Trajano, el emperador provincial nacido en la Bética (después Andalucía). Las hipérboles patrióticas desafiaron la contención de la lógica en las palabras del orador oficial, el subsecretario de Gobernación Miguel S. Macedo: “¡Loor a nuestros héroes! Ellos fueron, como Prometeo, los titanes que nos dieron el fuego sagrado de la libertad, arrebatado al cielo, aceptando para sí el sacrificio, base de todas las acciones grandes”. Y qué decir del siempre ubicuo Salvador Díaz Mirón, quien en su poema titulado “Al buen cura” comenta sobre Hidalgo: “A poco estabas listo, / cual guerrero de Cristo, / al sangriento y precioso apostolado; / y en la noche oportuna, / traías en la veste como untado / el brillo de la gloria y de la luna” (38).

Enrique Alciati: Apoteosis del Padre de la Patria, conjunto escultórico, mármol, en el pedestal; Miguel Hidalgo y Costilla flanqueado por Clío y la Patria. Alrededor de la columna, José María Morelos y Vicente Guerrero, visibles; Francisco Xavier Mina y Nicolás Bravo, ocultos. El pedestal cuenta con una hornacina donde se localiza un pebetero, lámpara votiva, en bronce de inspiración neo-aztecoide.

La columna está rodeada por cuatro peanas semi-exentas donde reposan figuras sedentes: La Paz (suroriente), y La Justicia (norponiente), ocultas; La Guerra (surponiente) y La Ley (nororiente), visibles. Entre ellas se encuentra el pueblo representado por un león guiado por un lazarillo-genio, la norma jurídica. Fotografía de Aurelio Escobar Castellanos, 16 de septiembre de 1910. Fototeca Nacional, INAH

La estructura-soporte de la columna se oculta en una cubierta de cantera chiluca, y giran en su fuste guirnaldas, palmas y medallones florales. En los cintillos se asientan los nombres de los próceres. En el superior, Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, Guadalupe Victoria y Manuel Mier y Terán; en el inferior, Agustín de Iturbide, Juan Aldama, Ignacio Allende e Ignacio López Rayón. El monumento contiene en su base un mausoleo, osario pagano de los presumibles insurgentes, cuya puerta de ingreso representa a la República con un tocado frigio, se cree que la modelo fue Alicia, hija del ingeniero Rivas Mercado. Dentro se haya una excentricidad, la estatua de Guillén de Lampart (1611-1659), irlandés educado en Salamanca que sucumbiera al fuego purificador de la pira inquisitorial, audaz hasta la médula, pues se fingía hijo de Felipe III y por ende Rey de América y Emperador de los Mexicanos, pretenso liberador de indígenas, mestizos y negros: un auténtico truchimán. Huesos en revoltijo, entre los que se supone se encuentran los de esa pareja conspiradora que formaran en el mundo Leona Vicario, la única mujer representada en dicho cilindro repujado como si se tratase de orfebrería, y su marido Andrés Quintana Roo.  En su extremo superior al enorme pilar de poco más de 45 metros de altura lo corona un símbolo de la diosa alada de la Victoria, Nike (en griego, Νίκη) hermana de Bía (la Violencia, Βία), Zelo (la Discordia, Ζηλος) y Cratos (la Fuerza y el Poder, Κράτος).

Enrique Alciati: Diosa alada de la Victoria, más conocida como Ángel de la Independencia, de 6.7 metros de altura y 7 toneladas de peso, vaciado en bronce bañado en oro.

Cárcava gigante que debajo de las alegorías arrellanadas en inmensas butacas elenca a conspicuos participantes en el movimiento libertario 1810-1821, distribuyéndolos en ocho categorías: escritores (fray Servando Teresa de Mier, Joaquín Fernández de Lizardi, Carlos María de Bustamante) y congresistas (José María Cos, José María Liceaga, Andrés Quintana Roo) bajo La Justicia (Dice);  precursores (Melchor de Talamantes, Francisco Primo de Verdad y Ramos, Marqués de San Juan de Rayas) y consumadores (Pedro Ascencio, José Joaquín de Herrera, Miguel Barragán) bajo La Paz (Irene); heroínas (Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín) y conspiradores (José Mariano de Michelena, Epigmenio González, Antonio Ferrer) bajo La Ley (Eumonía); caudillos (Mariano Jiménez, Leonardo Bravo, Pedro Moreno) y guerrilleros (Encarnación Ortiz “El Pachón”, Víctor Rosales, José Antonio Torres) bajo La Guerra (Atenea).

El 6 de octubre por dilaciones inexplicables se concluyen los festejos cívicos del Centenario con una prueba del talento compositivo del queretano Federico Mariscal: el monumento efímero y poco recordado del Cenotafio a los Héroes de la Independencia en el patio central del Palacio Nacional. El espacio fue cubierto con un dosel para salvaguarda de los asistentes ante una eventual lluvia que, también, pudiera afectar la combustión de incienso en los pebeteros broncíneos situados en los vértices de la base cuadrangular del catafalco. La cara frontal del monumento en forma de pirámide trunca ostentaba una placa de gran sencillez: “1810 – PATRIA – 1910”, mientras en las otras se inscribieron los nombres de los principales caudillos. Una urna entronizada, envuelta en el lábaro tricolor y custodiada por un águila que orgullosa extiende sus alas en gesto protector, constituye el corazón del tributo. Túmulo (del latín tumulus, elevación) funerario magnificente que merece el nombre de catafalco al estar destinado a unas “exequias solemnes”, si bien simbólicas.

Federico Mariscal: Cenotafio a los Héroes de la Independencia, patio central del Palacio Nacional, 6 de octubre de 1910. Maqueta a la derecha (39).

El acto se ciñó al ritual autocrático que le rinde honores al jefe del Estado con la interpretación del himno nacional. Luego, continuó con la primera parte del programa musical interpretado por el coro y la orquesta del Conservatorio Nacional: la Marcha heroica (1871) (40) de Camille Saint-Saëns (1835-1921) seguida de la alocución del canciller Enrique C. Creel centrada en la sentencia: ”Cada día vivimos más a expensas de los muertos”, para proseguir con la Marcha Fúnebre (1876) o El viaje de Sigfrido por el Rin, de la ópera El Crepúsculo de los Dioses de Richard Wagner (1813-1883). Siguieron las alocuciones del presbítero Agustín Rivera, quien recordó a san Agustín, el de Tagaste: “Se hace la guerra para adquirir la paz” (Bellum geritur ut pax acquiratur); y de Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, quien ignorante de la inminente rebelión popular todavía, con un dejo de optimismo, imploraba en una de las estrofas finales de su poema alusivo:

Más que antes nos una un juramento:

juremos que la Patria, siempre, en todo momento,

sobre cuanto nos pueda sin piedad dividir,

estará en nuestras almas excelsa, pura y viva…

Coronemos ahora la urna con oliva,

y emprendamos sin miedo la marcha al porvenir” (41)

Dudas y premoniciones del fin del antiguo régimen…

La rigidez de los números para determinar qué es un siglo y, sobre todo, cuándo principia y expira entorpecen toda interpretación de los sucesos y de sus protagonistas. Así, y a costa de enarbolar verdades de Perogrullo, el siglo XIX comienza tarde, no arranca en el 1800 como marcador de salida e incluso con la consumación de la Independencia el 27 de septiembre de 1821 mantiene su sabor dieciochesco, novohispano, pues la postulación de una nación soberana no resulta idéntica a la existencia misma de ese colectivo como genuina entidad autonómica. Lejos de ello, desde entonces, estamos enfrascados en establecer una visión homogénea del pasado (tradición) con la prelación respectiva de los actores y grupos sociales.

De tal suerte que, si de este tamaño es el problema de interpretación del origen, imagínense ahora el agobio de fijar su extinción. Para muestra vale un botón, me parece que lo mejor de nuestro patrimonio construido neoclásico, romántico y ecléctico decimonónico, jaspeado de saltapatrases hispanistas, indigenistas y hasta neogóticos, florece en pleno siglo XX: los palacios de Comunicaciones y de Correos (Silvio Conti), el inconcluso de Bellas Artes (Adamo Boari, terminado por Federico Mariscal en 1934), el nuevo Seminario Conciliar Tridentino que sobrevive como Secundaria no.1 o la intervención en el palacio del Ayuntamiento agregando un piso, torreones, nuevo revestimiento y decoración en fachadas y el rediseño del patio oriente (Manuel Gorozpe); el Teatro Esperanza Iris con Ignacio Capetillo Servín, la Inspección General de Policía en el barrio de San Juan sede además del cuerpo de bomberos o el muy tardío palacio de Gobierno de la Ciudad de México (Federico Mariscal).

Brevísimo elenco dada la renuencia de los años 1800’s a diluirse en las aguas agitadas, procelosas como afirman los poetas, de la veintésima centuria. Al respecto y como una versión entre varias, Eric J. Hobsbawn lo llama el siglo XX corto, fechándolo a partir de la Primera Guerra Mundial y hasta la caída del Muro de Berlín (1989) y el socialismo real (1991), en contraposición al largo siglo XIX, que despunta en la Revolución francesa (1789) y finaliza con las hostilidades de la Gran Guerra (1914-1918) (42).

Al ocluirse en lo formal la llamada pax porfiriana, sus efectos y consecuencias no desaparecieron por arte de magia, requirieron innovadores cambios de timón como el modelo

de las escuelas de pintura al aire libre creadas por Alfredo Ramos Martínez (1871-1946) que empezó en 1913 con notable éxito, aunque generando resquemores en las burocracias. Incluyó a maestros como Rufino Tamayo (1899-1991), Louis Henri Jean Charlot (1898-1979), Francisco Díaz de León (1897-1975) y Fernando Leal (1896-1964), quienes primero fueron alumnos. Los ramones Cano Manilla (1888-1974) y Alva de la Canal (1892-1985), Gabriel Fernández Ledesma (1900-1983) y Rosario Cabrera (1901-1975), también fueron discípulos destacados.

Este regiomontano incansable fue subdirector de San Carlos en 1911 y director en 1913, posición desde donde transformó el proceso de enseñanza-aprendizaje, en los métodos, las técnicas, promoviendo, además, las actitudes independientes de las ideologías, lo que no era poca cosa en la época. Le duraría poco el gusto, ya que pese a ser propuesto por los estudiantes, los intereses políticos de sus adversarios lograron destituirlo en 1914, siendo suplido por su principal objetor, Gerardo Murillo, el Dr. Atl (1875-1964). Sus orígenes se remontan primero a una modesta clase o cátedra a la intemperie en Santa Anita, Iztapalapa.

Un año después el experimento cesó por la turbulencia armada; hasta que en 1920 siendo José Vasconcelos (1882-1959) rector de la Universidad Nacional de México (cargo en el que duraría poco porque desde 1921 Álvaro Obregón lo designó su secretario de Educación Pública) lo reinstaló hasta 1928 cuando renunció para atender la precaria salud de su hija, y la nueva estrategia de formación, en especial orientada a crear desde el natural y prescindiendo de los arquetipos y modelos europeos previos, prosperó y, como sostienen  las  escrituras,  se multiplicó en Tlalpan,  Francisco Díaz de León; en Xochimilco, Rafael Vera de Córdova (1893-1947), y en Villa de Guadalupe, Fermín Revueltas (1901-1935) (43). Diego Rivera (1886-1957) sería su relevo y defensor a ultranza del proyecto.

Con el paso de los años surgieron otros esquemas con un perfil similar, por ejemplo, en 1927 la Escuela de Escultura y Talla Directa dirigida por Guillermo Ruiz (1895-1965) en el exconvento mudéjar de La Merced (44), asistido por Gabriel Fernández Ledezma y Luis Albarrán y Pliego (1893-1967). Se impartían clases de herrería, talla en madera, talla directa en piedra, fundición, orfebrería y cerámica, bajo el concepto de “escuela acción” que no exigía pre-requisitos, siendo respetuosa de las inclinaciones de los alumnos y sus maneras de ver, pensar e interpretar sus propias visiones (45). Ya estando domiciliada en la colonia Guerrero de la Ciudad de México, en 1943 con Antonio M. Ruiz “El Corcito” como director, cambió su nombre al de Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.

Los postulados de la Revolución mexicana se elevarían a la calidad de doctrina visual para la formación política de los ciudadanos gracias a las artes visuales, incluida la escultura. Especie de catequesis nacionalista, estatista y pro-gubernamental, que suele confundir los tópicos sociales con la ideología dominante, y deviene incapaz de ceder un palmo a quienes considere sus adversarios o enemigos. De modo que en las oscilaciones pendulares tan propias de las historias de los pueblos, frente al academicismo trasnochado, “afrancesado”, solía calificarse primero con admiración y después con menosprecio, plantó cara un populismo a ultranza que glorificaba a indios, campesinos y obreros en las paredes, bóvedas y frontispicios de los nuevos templos laicos y públicos, mientras en la realidad apenas sobrevivían y seguían siendo carne de cañón de los poderosos, incluyendo los nuevos caciques, políticos y funcionarios venales. El tránsito va de la representación de alegorías mitológicas greco-romanas y filosóficas hacia representaciones, conceptos e iconicidades de temas rurales, idílicos, anti-españoles (la Conquista, la Independencia), progresistas y maquinistas, amén de anti-imperialistas. Los muralistas serán el nuevo status quo y ellos mismos se extraviarán en sus laberintos de ambición y dogmatismo al confundir el poder de los muros con los muros del poder.

Puertas del exconvento de La Merced (46), diseño de Gabriel Fernández Ledesma, fábrica de alumnos de la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa: Felipe Capistrán, F. Díaz, Enrique Mayran, E. de la Rosa.; talla en cedro rojo con incrustaciones en bronce, 1927-1928. Tina Modotti; fotografía, plata sobre gelatina, 1928, colección Carlos Monsiváis, Museo del Estanquillo, Ciudad de México

La escultura pública honrará a los muertos deificándolos en una calca del pasado, ya no será Benito Juárez y los próceres de la Reforma el núcleo doctrinario, sino Álvaro Obregón en el lugar de su magnicidio, quedándome siempre la duda de si en verdad así lo honraba la Revolución institucionalizada o si al contrario publicitaba a los cuatro vientos cuál era el precio que pagarían los demasiado “listos”, justo como el estratega de Siquisiva, o los caudillos que se asesinaran unos a otros demostrando que el Porfirismo jamás fue derrotado de raíz, optando por exiliarse a los primeros reveses militares y cediéndole el territorio a un puñado de crápulas y procónsules incapaces de someterse al interés general, y que yacen en ese osario levantado de los vestigios del inacabado Palacio Legislativo de Émile Bénard (1844-1929).

Monumento a Álvaro Obregón (1935): arquitectura de Enrique Aragón Echegaray, estatuaria (cantera, granito y bronce) de Ignacio Asúnsolo, San Ángel, Parque La Bombilla.

El 17 de julio de 1928 ocurrió el asesinato del hombre fuerte de Sonora, ese ser estrambótico que dicen hablaba yaqui y mayo, tras recibir seis balazos del revólver de José de León Toral (1900-1929), fanático católico potosino, que se hiciera pasar por caricaturista y que se cree fuera orientado o manipulado por su paisana la seglar “madre” Conchita Cabrera de Armida (1862-1937), fundadora de la quinta obra de la Cruz la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo junto con el sacerdote Félix de Jesús Rougier Olanier (1859-1938). Juan Pablo II la reconoció Venerable (1999) y el papa Francisco autorizó su beatificación (2019). Tras la modificación constitucional que le permitiera ser nuevamente presidente en ese momento electo para el periodo ya ampliado a sexenio 1928-1934, corría el rumor de que Calles había orquestado toda esta mise en scène para ultimarlo y salvaguardar el principio de no reelección.

Alegoría del Sacrificio.

Alegoría de la Región Norte.

Alegoría del Triunfo.

La Fecundidad y El Trabajo guardan el paso.

Así como Benito Juárez fue consagrado por Porfirio Díaz, de igual modo Álvaro Obregón sería exaltado por el maestro de ascendencia “turca” (en realidad, sirio-libanesa) Plutarco Elías Calles, durante la etapa que conocemos como “Maximato” y que corresponde al sexenio que quedara vacante con el crimen, siendo titular del Ejecutivo Abelardo Luján Rodríguez (1934) quien respaldó la iniciativa del gigantesco túmulo mediante concurso público concebido por Aarón Sáenz (1891-1983) desde el Departamento Central, si bien le correspondió al presidente Lázaro Cárdenas su inauguración (1935).

En opinión de Mathias Goeritz: “Asúnsolo transitó por este camino (se refiere al de las vanguardias y el arte más avanzado de su tiempo) con más valentía de lo que en general se sabe. De hecho se convirtió en el precursor de la escultura moderna en México y formó varias generaciones de escultores” (47). Tajante aseveración del alemán, tal como solía expresarse entre hipérboles y complicidades sin fin. Sin negar los méritos de algunos de los hacedores de bultos y volúmenes de entonces, en especial Ignacio Asúnsolo (1890-1965), Oliverio Martínez de Hoyos (1901-1938) y Luis Ortiz Monasterio (1906-1990), ninguno de los del grupo dominante en esa época puede comparársele a Germán Cueto (48) (1893-1975), el único que tuvo por derecho propio un lugar de privilegio en la escena europea mientras formó parte de Cercle et Carré, el grupo/revista del belga Michel Seuphor (Ferdinand Louis Berckelaers, 1901-1999).

Asúnsolo, originario de Durango (1890), aunque vivió en Hidalgo del Parral y se instaló muy joven con su familia en la Ciudad de México. Se formó en Francia y España, y su repatriación ya había ocurrido en 1921 cuando forma parte de la Exposición de los Independientes, en compañía de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Dr. Atl, Jean Charlot, Fermín Revueltas, Leopoldo Méndez, Fernando Leal, Rufino Tamayo, Fidias Elizondo, Guillermo Ruiz, Carlos Bracho y Miguel Covarrubias.

Planta ochavada del interior; al centro una cárcava circular; pisos y muros de mármol; estatuas de Obregón (49), dos de sus soldados y relieves. Durante décadas se exhibió en un ánfora con formol el brazo que perdiera en la Batalla de Celaya (6 al 15 de abril de 1915) frente a los “Dorados” de Francisco Villa.

De modo que los consagrados lo apadrinarían y estaría siempre presente, ubicuo, en las iniciativas oficiales y los círculos del poder económico y cultural (50), no se olvide su parentesco con la mecenas María Asúnsolo y la diva hollywoodenese Dolores del Río. Por ejemplo, esculpió en piedra las estatuas del patio principal de la Secretaría de Educació Pública (Justo Sierra, Sor Juana Inés de la Cruz y Rubén Darío) y el grupo del frontispicio de la fachada principal (Minerva, Apolo y Dionisio), sendas comisiones del hispanófilo pro-nazi José Vasconcelos.

Intervino en las competencias y cosechó los laureles de la victoria en los monumentos A la Patria, en la terraza frontera al Castillo de Chapultepec y el de Álvaro Obregón, en San Ángel (1934).  Estas composiciones de gran formato son,  a mi juicio,  sus más sólidas faenas, en particular la gloriosa y teatral ornamentación del catafalco sin sarcófago art déco, o con mayor precisión castrum doloris (“fortaleza del dolor”), que en los presumibles defectos que le encuentra Vito Alessio Robles (1879-1957) (51), enemigo jurado del sonorense que jamás fuera vencido en el campo de batalla, encuentra sus aciertos más espectaculares: monumentalidad y timbre que hacen compañía a este zigurat cívico.

A la (Madre) Patria, 1924, homenaje a los Niños Héroes, terraza del Castillo de Chapultepec. Arquitectura de Luis MacGregor Ceballos (1887-1965), lapidaria de Ignacio Asúnsolo.

Hasta el galardón de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, el Ariel que se entregó por vez primera el 15 de mayo de 1947, fue composición suya, referida al ensayo del mismo nombre que el uruguayo José Enrique Rodó publicara en 1900, donde recurriendo a la metáfora de La Tempestad (1611) de William Shakespeare identifica a América Latina con el espíritu de este hado, en oposición a Calibán, anagrama de caníbal, el “salvaje” dueño originario de la Isla donde acontece la trama, esclavizado por los náufragos occidentales, Próspero y compañía…, representantes del utilitarismo y la “nordomanía”, es decir el pensamiento extranjero de los conquistadores-invasores que se disfrazan de bondadosos “colonizadores-evangelizadores”.

Problemas de mecánica de suelos, financiamiento y el estallido de “la bola”, más una muy tardía ceremonia de colocación de la primera piedra el 23 de septiembre de 1910 (contratado el proyecto el 30 de febrero de 1904), se sumaron para paralizar el Palacio Legislativo Federal (112 m. de frente x 68 m. de altura); por cierto, la obra más delirante y la menos afortunada de las consideradas en la vasta agenda de las Fiestas del Centenario de la Independencia 1810-1910. El proyecto de Émile Bénard pretendía rivalizar con el Capitolio de Washington en una superficie de 14 mil metros cuadrados. Tras varios intentos por reactivar su construcción que resultaron infructuosos con la muerte en 1929 del arquitecto auxiliar de Charles Garnier en el levantamiento de la Ópera de París, se dejó que durmiera el sueño de los justos.

Émile Bénard: Palacio Legislativo Federal, maqueta y acuarela, 1907.

Cementerio vertical, el Monumento a la Revolución alojará como residentes en sus columnas a Venustiano Carranza (1942, Panteón Civil de Dolores); Francisco I. Madero (20 de noviembre de 1960, Panteón Francés); Plutarco Elías Calles (20 de noviembre de 1969, Panteón Civil de Dolores); Lázaro Cárdenas (19 de octubre de 1970); y Francisco Villa (20 de noviembre de 1976, Panteón Civil de Hidalgo del Parral). Todos fueron exhumados de sus camposantos de origen, salvo el divisionario de Jiquilpan que fue empotrado directamente allí tras su deceso. El mausoleo queda incompleto ante la ausencia de los restos mortales de dos de los más despiadados combatientes de la gesta armada: Álvaro Obregón, cuyos restos están enterrados en el panteón municipal de Huatabampo en Navolato, Sonora; y los de Emiliano Zapata, depositados en una urna al pie de su estatua en la Plaza de la Revolución del Sur en Cuautla, Morelos.

Guillermo Kahlo: Construcción del Palacio Legislativo, Plaza de la República, México, 12 de junio de 1912; vista del poniente hacia el oriente.

En 1933 Carlos Obregón Santacilia (52) formularía un rescate parcial: el del Salón de los Pasos Perdidos, equivalente en un auditorio o teatro al foyer, área de tránsito para estirar las piernas y conversar en los recesos de las sesiones parlamentarias o las funciones musicales o de artes escénicas. Su intención era -y encontró eco- fundar la sede de la memoria reciente: hospedar al Movimiento Armado de 1910. Símbolo-picota del antiguo régimen y faro del nuevo… Los mármoles originales cederían su sitio a la cantera chiluca y la piedra volcánica negra (tezontle, llamada así por abundar en San Juan Tezontla, pueblo del municipio de Texcoco). El monumento ganaría en sobriedad y severidad, obteniendo una grandilocuencia silente gracias a Oliverio Martínez  (1901-1938) (53), hermano diecisiete años mayor del pintor Ricardo (1918-2009).

El originario de Piedras Negras que falleciera en el quirófano del Hospital para Tuberculosos de Huipulco en Tlapan, venció en el concurso que fuera convocado el 17 de noviembre de 1933 con su propuesta Transformación, los otros finalistas fueron Federico Canessi (1906-1977) y Fernando Leal (1896-1964). El ganador preveía devastar cuatro conjuntos escultóricos de once metros de alzada en el exterior de las pechinas: La Independencia, Las Leyes de Reforma, Las Leyes Agrarias y Las Leyes Obreras, más una estatua recepcional de Francisco I, Madero (nunca realizada) a los pies del monolito de 63 metros de altura; así como las águilas que custodian el monumento.

El volátil que descansaba en la linternilla del proyecto original del escultor francés Georges Gardet (1863-1939), migró para coronar el Monumento a la Raza del ingeniero Francisco Borbolla, cuyas intervenciones escultóricas se deben al arquitecto Luis Lelo de Larrea (54), inaugurado el 12 de octubre de 1940.

Monumento a la Revolución en obra, ca. 1936-1937.

Oliverio Martínez: Leyes Obreras, en proceso. Leyes Agrarias.

Oliverio Martínez: La Independencia. Leyes de Reforma.

Con cambios de tono y énfasis, este largo y zigzagueante recorrido (1821-1938) muestra que, más allá de los contenidos específicos, todos los gobiernos tienden a expresarse, promoverse y justificarse, a través del uso del espacio público reducido a territorio ideológico. Se alteran los mensajes, varían las modalidades de comunicación y expresión, sin que el paisaje urbano renuncie a su doble finalidad de soporte de lecciones cívicas y escenario de legitimación. Como los propósitos de bienestar, democracia y desarrollo se postergan, niegan e incumplen, los símbolos se vacían quedándose en la pura cáscara: son formas huecas de idearios traicionados.

 

1 Verso inaugural del poema “El Sonámbulo (Poema 12)”, que dialoga con otro verso “Tú por tu cielo, y por el mar las naves” de Gerardo Diego, en Luis Cardoza y Aragón, selección y prólogo de Raúl Renán, Material de Lectura, número 35, UNAM, 2008, p. 11. El poema forma parte del libro titulado justo El Sonámbulo, México, Taller Poético, 1937.

2 José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix (Tamazula, Nueva Vizcaya hoy Durango, Virreinato de Nueva España; 29 de septiembre de 1786-Perote, Veracruz, México; 21 de marzo de 1843).

3 A partir de 1867 con la firma de Juan Jarras director del periódico de oposición La Orquesta (1861-1877), donde escribieran Francisco Pimentel, Juan Antonio Mateos, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Hilarión Frías y Soto, Juan de Dios Arias, probablemente Ignacio Ramírez bajo el pseudónimo de José R. Pérez, y Antonio Carrión, mientras las caricaturas políticas quedaron a cargo de Constantino Escalante, Santiago Hernández, José María Villasana y José Tiburcio Alamilla, entre otros críticos despiadados de conservadores y liberales, incluyendo los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz.

4 Decreto promulgado por el presidente Porfirio Díaz el 23 de agosto de 1877, remitido al Diario Oficial del Gobierno Supremo de los Estados Unidos Mexicanos por el secretario de Fomento el día previo. Véase, Legislación mexicana ó colección completa de las disposiciones legislativas expendidas desde la Independencia de la República / ordenada por Manuel Dublán y José María Lozano, México, Imprenta del Comercio, 1876-1912, Tomo XIII, núm. 7645, p. 341-342, donde se incorpora la convocatoria al concurso público para el monumento de la primera glorieta dedicada a Cuauhtémoc. El jurado del concurso público estuvo integrado por D. J. S. Bagally, Emilio Dondé Preciat, Manuel Gargollo y Parra, Ramón Rodríguez Arangoiti. Consúltese la versión electrónica en http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080042593_C/1080043418_T13/1080043418_28.pdf

5 Las estatuas de la Reforma. Noticias biográficas de los personajes en ellas representados, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1900, segunda edición, calle de San Andrés no. 15 (Avenida Oriente 51), 323 pp. http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080011240/1080011240.html El libro consigna únicamente las semblanzas de 34 protagonistas de nuestra historia, los dos faltantes son los de Tamaulipas, el general Pedro José Méndez y el abogado y general Juan José de la Garza Cisneros, esculpidos por Federico Homdedeue y colocados en sus pedestales en 1902. Cuando uno recorre físicamente el tramo donde se encuentran las efigies se percata que hay dos más, correspondientes a figuras mexiquenses, siendo las de Plutarco González Pliego y León Francisco Guzmán Montes de Oca, que fueran intercaladas en 2006.

6 Pierre Nora: La nation-mémoire, Les lieux de mémoires, París, Gallimard, t. II,  La Nation, vol. 3:, 1986. Donde se desarrolla la idea de que la memoria de Estado es la memoria de la memoria, el triunfo de la reconstrucción conjetural de un pasado imaginado y asumido como verosímil y a partir de allí en calidad de realidad objetiva e irrefutable. Los lugares de la memoria son signos nemotécnicos que indican lo que esperamos del pasado en la actualidad, resultan dispositivos de diseño del porvenir desde una evocación dirigida.

7 Revísese, Campos Pérez, Lara: “Cuauhtémoc, el héroe completo. La conmemoración del último emperador azteca en la Ciudad de México durante el porfiriato (1887-1911)”, en Historia Mexicana, vol.66, no.4, México, El Colegio de México, abril-junio, 2017, p. 1819-1861.  https://doi.org/10.24201/hm.v66i4.3420

8 (¿1466/1467? – 1520). El glifo asociado a este nombre es un tocado real acompañado de una orejera de turquesa. La voz Xocoyotzin, “el joven”, carece de visualidad propia y se usó para distinguirlo de su abuelo Ilhuilcamina, quinto gobernante mexica. Hijo de Axayácatl, el sexto hueytlatoani, y hermano de Cuitláhuac, su sucesor en el trono.

9 “El del asa de barro”, guerrero tlaxcalteca de origen otomí (1497-1522/1527) que cayera cautivo de Moctezuma Xocoyotzin, noveno hueytlatoani (“el que se muestra enojado”, “el joven”), en las guerras floridas (xochiyaoyotl). En reconocimiento a su valentía le fue ofrecida su libertad, que rechazó por honor, solicitando una muerte digna, así se le permitió combatir, por lo que fue amarrado de la cintura a la plataforma del sacrificio gladiatorio (temalacatl, piedra redonda), armado de un macuahuitl (espada de madera con filos de obsidiana en ambos cantos) y un chimalli (escudo) para que se protegiera. Destripó a ocho guerreros, laceró a otros veinte, hasta que fue vencido y sometido para ofrendarlo a Huitzilopochtli.

10 El 10 de febrero de 1519, la flota de Hernán Cortés abandonó las costas de Cuba, en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 escopeteros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros de auxiliares de la tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Este piquete de veteranos de las guerras de Italia hubiera fracasado de no ser por la valen tía y el número de sus coligados tlaxcaltecas.

11 Malintzin o Malinalli nació entre 1496 y 1501 y su fallecimiento genera todavía más dudas, pues algunos afirman que su deceso se debió a una epidemia de viruela ocurrida en 1528-1529, mientras que el historiador británico Hugh Thomas asevera que, por correspondencia que ha consultado en los archivos de Madrid, se le daba por viva y en activo hacia 1550, por lo que sitúa su muerte un año más tarde. Hija de caciques nahuas del actual Veracruz, a la muerte del padre fue vendida como esclava por el padrastro a un traficante de Xicalango, fue una de 20 doncellas obsequiadas por los tabasqueños a Hernán Cortés tras la batalla de Centla (14 de marzo de 1519). Por sus habilidades lingüísticas fue llamada Tenepal, “quien habla con vivacidad”, hablaba y traducía popoloca, maya chontal, náhuatl y castellano. ​Cabe subrayar que la representación indígena en las obras de Vilar mucho le debe al Lienzo de Tlaxcala y a la Historia Antigua de México (versión en toscano, 1780; traducción castellana, 1824}de Francisco Xavier Clavijero. Véase, Acevedo-Valdés, Esther: Volver a mirar el siglo XIX, documento, p. 32. (https://www.academia.edu/14882967/VOLVER_A_MIRAR_EL_SIGLO_XIX ).

12 Sobre este apasionante mito inacabado, puente entre dos culturas, consúltese: Barjau, Luis: La conquista de la Malinche. La verdad acerca de la mujer que fundó el mestizaje en México, México, INAH/Conaculta/Martínez Roca Ediciones, 2009, 300 pp.

13 Así conocidos por un juego de ingenio que en la voz Dominicanus encuentra las raíces Dominus, en origen maestro convirtiéndose más tarde en propietario y finalmente en señor, y canis, perro. El símbolo de este animal que porta una antorcha en el hocico remite a encender el fuego de Jesucristo por medio de la predicación, de acuerdo con la interpretación que le diera santo Domingo de Silos a la beata Juana de Aza de su sueño premonitorio mientras cargaba en su vientre con el futuro santo Domingo de Guzmán.

14 El decreto de fundación de 15 de abril de 1869, dado en Palacio Nacional por Benito Juárez, estableció la creación del Estado Libre y Soberano de Morelos, con la porción de territorio del antiguo Estado de México constituida por los distritos de Cuernavaca, Cuautla, Jonacatepec, Tetecala y Yautepec, que habían formado el Tercer Distrito Militar. Su primer gobernador fue el general Francisco Leyva.

15 Véase la muy completa monografía de Vergara Soriano, Germán: Pedro Patiño Ixtolinque. El Escultor Insurgente, México, Editorial IZ / Editorial IM, 2016, 57 pp.

16 El nuevo Congreso Constituyente se integró con 114 diputados que se inspiraron en la Constitución de Cádiz, la de Apatzingán, la Carta Magna de los Estados Unidos de América y el Plan de Iguala, para llevar a cabo la redacción del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana de 1824.

17 Esta fuente de Mercurio es una copia del original de Juan de Bolonia que se encuentra en el Museo del Bargello de Florencia. Su Mercurio volador (1564), estatua de bronce del dios mitológico posado sobre un pie y descansa en un céfiro, porta su báculo de serpientes y está representado a la usanza clásica con alas o talares en las sandalias y yelmo. Según la mitología romana era el dios de del comercio. Se ubica en el lado nor-poniente de La Alameda, en paralelo a la plaza de la Santa Veracruz en avenida Hidalgo, sobre un estanque circular.

18 Este industrial francés constituyó en 1836 en Osne-le-Val un taller metal-mecánico y de vaciado en bronce a gran escala dedicada a la producción de mobiliario urbano y fuentes ornamentales para áreas verdes. La empresa se denominó Fundición Val D’Osne. Y justo este nombre es el que aparece en la pieza, de allí que, por ignorancia o estulticia, se creyera que era un apelativo, que derivó en “Valdosine”.

Esta fuente de Mercurio es una copia del original de Juan de Bolonia que se encuentra en el Museo del Bargello de Florencia. Su Mercurio volador (1564), estatua de bronce del dios mitológico posado sobre un pie y descansa en un céfiro, porta su báculo de serpientes y está representado a la usanza clásica con alas o talares en las sandalias y yelmo. Según la mitología romana era el dios de del comercio. Se ubica en el lado nor-poniente de La Alameda, en paralelo a la plaza de la Santa Veracruz en avenida Hidalgo, sobre un estanque circular.

19 Véase, Herrera Moreno, Ethel: La Alameda Central-Ciudad de México, Carlos Blanco fotógrafo, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1992, 8 pp. También confróntese, Ugalde, Nadia y Duerta, María Estela (coordinadoras): Visión histórica y estética de la Alameda de la Ciudad de México, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, Landucci Editores, 2001, 287 pp.

20 Hermano mayor del también arquitecto Federico Mariscal Piña (1881-1971), y autor del magnífico opúsculo que fuera en origen una conferencia organizada por el Instituto Bibliográfico Mejicano, El desarrollo de la arquitectura en México, Méjico, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1901, 46 pp.

21 () tesorero general de la Federación hasta 1899, su residencia fue proyectada y construida por el ingeniero Ventura Alcérreca Villanueva (1893-95).

22 «En su conjunto la producción literaria del siglo XIX mexicano es un reflejo de la sociedad que al mismo tiempo documenta el proceso de invención de esa sociedad. Es claro que la construcción de la identidad nacional es un proceso «desde arriba», es decir que estuvo a cargo de una elite conocedora [más] no fue el Estado relativamente consolidado después de 1867, el que desató la invención de la identidad nacional, sino que fue la invención de la cultura y la identidad nacionales las que abrieron el camino para la consolidación de ese Estado”: Ortiz Monasterio, José: México eternamente: Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 325.

23 González y González, Luis:, México, Cal y Arena, 1989, p. 114.

24 Diario del Imperio, Biblioteca del Archivo Histórico del DF, tomo II, núm. 226, sábado 30 de septiembre de 1865, primera plana, p. 326.

25 Revísese, Acevedo, Esther: “Los comienzos de una historia laica en imágenes”, en Los pinceles de la historia. La fabricación del Estado, 1864-1910, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Museo Nacional de Arte, Banamex, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2003, 285 pp. Además de Uribe, Eloísa (coordinadora): Y todo por una nación. Historia social de la producción plástica de la ciudad de México1781-1910, México, UAM, 1ª edición, 1984; INAH, 2ª edición, 1987.

26 Como botón de muestra, el ordenamiento preveía pensiones para toda su prole, las casadas de 1,500 pesos anuales y las solteras de 3,000, incluido el hijo hasta que cumpliera 25 años o hasta que terminara sus estudios. Consúltese, Vázquez Mantecón, María del Carmen: “Los monumentos al héroe”, en Muerte y vida eterna de Benito Juárez. El deceso, sus rituales y su memoria, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, Serie Historia Moderna y Contemporánea No. 46, 2006, p. 39-64.

27 En esta cripta reposan los restos de: María Guadalupe Juárez y Maza (27 de octubre de 1848-10 de octubre de 1850); Amada Juárez y Maza (13 de septiembre de 1851-23 de octubre de 1853); Francisca Juárez y Maza (1’ de octubre de 1860-17 de julio de 1862); José María Juárez y Maza (4 de diciembre de 1856-8 de diciembre de 1864); Antonio Juárez y Maza (13 de junio de 1864-10 de agosto de 1865); Margarita Maza de Juárez (29 de marzo de 1826-2 de enero de 1871) y Benito Pablo Juárez García (21 de marzo de 1806-18 de julio de 1872, a la sazón titular del Poder Ejecutivo Federal).

28 En materia económica, dispuso el control gubernamental de los bienes del duque Monteleone, canalizando sus rentas al sostenimiento de la educación pública (27 de mayo de 1833); secularizó las misiones de California, destinando sus beneficios a la hacienda pública (17 de agosto de 1833), determina que los bienes y capitales de las misiones de Filipinas se incorporen a la Federación (31 de agosto de 1833). En materia de religión e Iglesia se prohibió al clero regular y secular participar en asuntos políticos (6 y 8 de junio de 1833); fue  liquidada la coacción civil para el pago del diezmo, así como para el cumplimiento del voto monástico (27 de octubre y 6 de noviembre respectivamente); desapareció las sacristías mayores (17 de diciembre de 1833); los inmuebles de la Compañía de Jesús se transfirieron a los estados de la Federación (31 de enero de 1834) y secularizó todas las misiones de la República (16 de abril de 1834). En materia del ejército ordenó el cese de los mandos militares que se manifestaran en contra de las instituciones federales (5 de agosto de 1833); procedió a la reducción del número de efectivos manteniendo exclusivamente las tropas necesarias para salvaguardar la paz, el interés público y el orden interno (11 de noviembre de 1833), disolvió a los sublevados de las fuerzas armadas (15 de noviembre de 1833); constituyó la milicia cívica en el Distrito Federal y los territorios federales (21 de marzo de 1834). En materia educativa, estableció la libertad de imprenta el 2 de abril de 1833; suprimió los colegios religiosos destinándolos a la educación pública (12 de octubre de 1833), canceló la Universidad Pontificia y creó la Instrucción Pública (23 de octubre de 1833), fundó seis instituciones de estudios superiores, formalizó la libertad de enseñanza e instituyó la Escuela Normal de Profesores. Frente a este ambicioso proyecto de modernización secular, laico y democrático, las posteriores Leyes de Reforma palidecen: Ley Juárez (23 de noviembre de 1855) de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios que restringió la competencia de los tribunales eclesiásticos y militares sólo a sus propios asuntos vedándoles intervenir en las decisiones gubernamentales; Ley Lerdo (25 de junio de 1856) de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de Corporaciones Civiles y Eclesiásticas que determinó asignar la propiedad a los inquilinos y arrendatarios por el monto derivado de convertir la renta anual al valor inmobiliario; y la Ley Iglesias (11 de abril de 1857) de Obvenciones Parroquiales que prohibió el cobro obligatorio por ceremonias eclesiásticas (bautismos, bodas, exequias, entre otros) a los pobres.

29 Consúltese Bernal Gómez, Beatriz: “México y las leyes liberales de Maximiliano de Habsburgo”, en Hechos y derechos, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2 de noviembre de 2012. https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/hechos-y-derechos/article/view/6731/8667

30 Fragmentos del entusiasmo retórico frente al poder del Estado y sus instituciones, encarnado en la figura del generalísimo Díaz, de la autoría de Genaro García (1867-1920), redactor protagónico y coordinador de la Crónica oficial de las Fiestas del Primer Centenario de la Independencia de México, México, edición facsimilar de la de 1910, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 1990-1991, 139 pp. + índice. Véase la nota sobre el catafalco del dictador constitucional de México durante el periodo 1857-1872, p.170-176.

31 Rebautizados tras la conquista mexica en náhuatl como tzapotēcah (en singular tzapotēcatl), que significa «habitantes del país del zapote».

32 Tras su caída frente a los mexicas fueron denominados en náhuatl mixtécatl que significa «pueblo de la lluvia»; cabe destacar que los invasores de la Triple Alianza (Excan Tlatoloyan integrada por Mexico-Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan) jamás pudieron hacerse del control, del litoral mixteco y el istmo de Tehuantepec.

33 Escultor carrarese activísimo hasta el final de sus días. En Prato de Arezzo levantó un bellísimo Monumento a Francesco Petrarca (1928).

34 Véase, Favela, Laura: “Los liberales en su Paseo por la Reforma”, en HistoriAgenda, México, UNAM-CCH, tercera época, número 25, julio-diciembre 2011, p. 75-80. https://www.yumpu.com/es/document/read/14758821/numero-25-cch-universidad-nacional-autonoma-de-mexico

35 Escultor catalán, de nombre completo Federico Homdedeue i Bonet (1861-1908), tío de lado materno del extraordinario ensayista, poeta y funcionario Jaime Torres Bodet (), director fundador de la UNESCO (). Véase, Cristina Rodríguez-Samaniego, Cristina y Aragonès Riu, Núria: “Apunts sobre l’escultor Frederic Homdedeu i Bonet (Barcelona, 1861 – Ciutat de Mèxic, 1908)”, en Catalunya-Amèrica: l’art entre el viatge i l’exili (S. XIX i XX), coordinadoras por Irene Gras Valero, Cristina Rodríguez Samaniego, Núria Aragonès Riu, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2018, p. 29-35.

36 Junto con José María Villasana (1848-1904), quien continuaría su oposicionismo mordaz en El Ahuizote, y Jesús T. Alamilla (1847-1881), francotirador de Fra-Diávolo y La Linterna Mágica,  representará la cima de la caricatura política en México que mucho le debe al genio precoz de Constantino Escalante (1836-1868), objetora de conciencia de los excesos autoritarios de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, y promotora del legionario severo que fuera Porfirio Díaz desde el fallido Plan de La Noria (8 de noviembre de 1871) y el triunfante Plan de Tuxtepec (10 de enero de 1876). Alejandro Casarín alcanzaría los grados de Teniente Coronel y Coronel de Infantería en el Ejército Permanente de México.

37 En los laterales: Centéotl, Tláloc y Chalchiuhtlicue, deidades de la vida y la fertilidad; en otro Xochiquetzal, Camaxtli y Yacatecuhtli, dioses del matrimonio / sexualidad, la guerra / la esperanza y el comercio. Al centro de la fachada: en un tramo los gobernantes Izcoatl, Nezahualcoyotl y Totoquihuatzin; en otro los hueytlatoque fallecidos en la defensa de Tenochtitlan, Cacamatzin, Cuitlahuac y Cuauhtemoc.

38 Véase nota no. 30. García, Genaro: op. cit., documentos números 118, 119, 120, p. 74-78 del Apéndice

39 Revísese, Noelle, Louise y Schavelzon, Daniel: “Monumento efímero a los héroes de la Independencia (1910). Federico Mariscal”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, número 55, volumen XIV, mayo, 1986, p. 161-169. http://orion.esteticas.unam.mx/anales/index.php/analesiie/article/view/1262/1249

40 Compuesta en honor y memoria de su amigo el pintor orientalista Henri Regnault (1843-1871) quien falleciera en el curso de la guerra franco-prusiana (1870-1871) durante la Batalla de Buzenval, el compositor formó parte del 4’ batallón del Sena como simple soldado de la Guardia Nacional.

41 Véase, García, Genaro: op. cit., documentos números 1124, 125 y 126, p. 82-89 del Apéndice.

42 Confróntese con Historia del Siglo XX, Madrid, 2000, Editorial Crítica, 616 pp. (Título original: The age of extremes: The short twentieth century, 1914-1991.)

43 En la década de los cuarentas se fundaron dos Centros Populares de Enseñanza Artística Urbana: Santiago Rebull, bajo la dirección de Gabriel Fernández (en San Antonio Abad) y Saturnino Herrán con Fernando Leal a su cargo (en Nonoalco). Asimismo, existieron escuelas en Iztacalco, San Ángel, los Reyes Coyoacán, Cholula, Taxco, Monterrey, Michoacán y Acapatzingo.

44 Revísese, Arteaga, Agustín: Guillermo Ruiz y la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, Conaculta, 2010, 104 pp.

45 Consúltese, González Matute, Laura: Escuelas de Pintura Al Aire Libre y Centros Populares de Pintura, México, INBA, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (CENIDIAP), Colección Artes Plásticas, Serie Investigación y Documentación de las Artes, número 2, 1987, p. 125 y ss.

46 También hay una diapositiva de las mismas puertas del exconvento de La Merced de la colección de Manuel Toussaint en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Ficha de control: IIE: AFMT:TE244, fotografía de Pedro Cuevas, vista frontal, soporte acetato de celulosa, color POS COL, 1994.

47 Citado en el libro-catálogo de la exposición Ignacio Asúnsolo, Precursor De La Escultura Moderna En México, México, Museo Nacional de Arte, Secretaría de Cultura, INBA, 1985,

48 Ignacio Asúnsolo produjo en 1923 un retrato en bronce de Germán (Gutiérrez) Cueto.

49 A los costados del “Manco de Celaya” se despliegan los comentarios pomposos: (izquierda): «Paladín de las instituciones, abatió el pretorianismo, su genio militar lo elevó hasta las cimas insuperables que en la América nuestra sólo alcanzaron Morelos y Bolívar»; (derecha): «Estadista de la Revolución, restituyó la tierra a los campesinos, consagró la libertad de pensamiento, dignificó a los trabajadores y con la escuela iluminó el alma de las multitudes».

50 Raquel Tibol: «Asúnsolo se mantuvo lejos de las convulsiones populares; peso a ello fue el cumplido retratista de los más opuestos líderes del proceso político mexicano: Filomeno Mata, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán… De casi todos ellos fue amigo o los trato muy estrechamente” (p. 22): Ignacio Asúnsolo escultor. 1890 – 1965, Ariel Zúñiga Laborde y Raquel Tibol autores, México, Museo Nacional de Arte, Secretaría de Cultura, INBA, 2013, 120 pp.

51 Desfile sangriento, México, A. del Bosque,1936, 259 pp. Hay reedición: Alessio Robles, Vito: Desfile sangriento (publicado junto con Mis andanzas con nuestro Ulises y Los Tratados de Bucareli), Porrúa, Biblioteca Porrúa Historia, número 71, México, 1979, 388 pp. El libro abunda en la violencia perpetrada en contra de obregonistas, responsabilizando a Calles, sin limitarse al magnicidio. Revísese, Emma Leticia Herrera García, Emma Leticia; Mc Phail Fanger, Elsie; y Salazar Torres, Citlalli: “El monumento a Álvaro Obregón, arte y política. Una obra y un héroe mutilados”, en Argumentos. Escritos críticos de la sociedad, México, UAM-Xochimilco, volumen 22, número 61, 2009, septiembre-diciembre, p. 193-221.

52 (1896-1961), maestro de José Villagrán García (1901-1982) y junto con él, auténticos precursores de la arquitectura moderna en México. Para cuando concluye el “salvamento” de una fracción de la estructura sobreviviente en el Monumento a la Revolución (1938) buena parte de sus obras claves ya se materializaron: Centro Educativo Benito Juárez (1922); la remodelación del edificio del Banco de México (1928); la Secretaría de Salubridad y Asistencia (1929); el Hotel del Prado (en colaboración con Mario Pani Darqui, 1933); y el Hotel Reforma (en colaboración con Mario Pani Darqui, 1934). En muchos de sus proyectos invitó a colaborar, a cargo de la escultura ornamental, a Manuel Centurión (1883-1952), entusiasta del art déco.

53 Véase, Guzmán Urbiola, Xavier y Franco Calvo, Enrique: Oliverio Martínez 1901-1938, México, Museo Nacional de Arte, INBA, Gobierno del Estado de Coahuila, 2012, 119 pp.

54 Salvo los relieves en bronce que representan a los gobernantes de la Triple Alianza: Tenochtitlan (Izcoatl), Texcoco (Nezahualcoyotl) y Tlacopan (Totoquihuatzin), más otro del último hueytlatoani mexica, Cuauhtemoc, que son de la imaginación y fábrica del multimencionado Jesús Fructuoso Contreras Chávez.

Tiresias y la ceguera como condición necesaria de la profecía

Tiresias y la ceguera como condición necesaria de la profecía

Luis Ignacio Sáinz

La memoria es la vista del ciego.

Oráculo de Delfos.

 

En la Hélade la incomprensión y acaso la desconfianza mediaban los vínculos entre dioses y mortales, y tales nudos requerían la intervención de inteligencias superiores, situadas por encima de las pasiones terrenales y olímpicas, para desatar esos puntos ciegos generadores de caos y ruido. Uno de los más afamados vectores de sentido en semejantes diálogos de sordos fue Tiresias de Tebas, fruto del pastor Everes y la ninfa Cariclo favorita de Atenea, dueño del don de la profecía adquirido por castigo. La μαντική o arte de la adivinación podía manifestarse a través de medios asaz diversos: la hieroscopia, examen del hígado (lóbulos, vesícula biliar y vena porta) de un animal recién degollado; la oniromancia, interpretación de los sueños; la astrología, estudio de los desplazamientos de los cuerpos celestes; o el éxtasis apolíneo al beber néctar y ambrosía, masticar el laurel o agitarse en el trípode (asiento-trono de la Pitia).

 

Grabado de Johann Ulrich Krauß (1655-1719). «Tiresias golpeando a las serpientes» en «Las metamorfosis» de Ovidio en 226 láminas (Die Verwandlungen des Ovidii : in zweyhundert und sechs-und zwantzig Kupffern,ca. 1690).

Según las fuentes variarán las razones de la sanción, coincidiendo todas en la pérdida de la vista. La Biblioteca mitológica de Apolodoro, no el famoso gramático sino alguien que usó su nombre para gozar de su prestigio, rescata la versión fragmentaria de Ferécides de Atenas, consistente en una intromisión no sabemos cuán deliberada por parte del arúspice o augur de joven, quien pilló a la célibe Atenea dándose un baño granjeándose dicha indiscreción la ceguera. Empero, la predilección por la madre mitigó los efectos de la condena, si bien sus ruegos no desvanecieron la pena dada la moraleja del refrán “a palo dado, ni dios lo quita”. En compensación liberó una serie de dones: la purificación del oído para comprender el lenguaje de las aves, la longevidad frisando con la inmortalidad durante siete generaciones, la entrega de un cayado de madera de cornejo macho (Cornus mas, variedad mediterránea) que funciona a modo de brújula perfecta permitiéndole moverse sin riesgo alguno, y la conservación de sus pericias en el Hades (a donde por cierto lo fuese a consultar Odiseo para lograr su regreso a Ítaca). A lo largo de esta suma de los avatares divinos y sus colisiones con humanos, se ofrece el despuntar del cronista del porvenir:

 

 

Había entre los tebanos un adivino, Tiresias, hijo de Everes y de la ninfa Cariclo, del linaje de Udaeo el Espartoi [uno de los hombres que nacieron de la siembra que hizo Cadmo de los dientes del dragón o de la serpiente gigante de la fuente Castalia], que se había quedado ciego. Sobre la pérdida de la vista y sobre su don de profecía corren diversas explicaciones. Unos dicen que fue cegado por los dioses por haber revelado a los hombres lo que ellos, los dioses, querían mantener oculto; en cambio Ferécides cuenta que lo cegó Atenea, pues a Cariclo, querida por Atenea… vio a ésta totalmente desnuda. la cual entonces le puso las manos en los ojos y así lo dejó ciego, y cuando Cariclo rogó que le devolviera la vista, ya no pudo hacerlo, pero en cambio limpiándole los oídos le concedió poder comprender totalmente el lenguaje de los pájaros y le regaló un bastón de madera de cornejo, con el que caminaba como si viera. Sin embargo, Hesíodo dice que por haber visto unas serpientes copulando en los alrededores del Cileno y por haberlas golpeado se convirtió de hombre en mujer, pero habiendo contemplado en otra ocasión a las mismas serpientes copulando, se transformó de nuevo en hombre. Por ello Hera y Zeus, que discutían si gozaban más las mujeres o los hombres, le preguntaron a él, que respondió que el coito constaba de diez partes, una sola parte de diez goza el varón, en cambio, la mujer sacia su espíritu gozando las diez. Por ello Hera lo cegó [por develar su secreto] mientras Zeus le otorgó el don de profecía 1

 

El manuscrito aludido de Hesíodo está irremediablemente perdido en caso de haber existido y de ser evidencia material del pasado tendríamos que inquirir si en su geografía se consignaron pormenores de las transmutaciones del vidente. Se le atribuyó la gesta del agorero Melampo (Melampodia, Μελαμποδεια), poema épico donde se cree que se incluían trances y anécdotas del propio Tiresias y de Calcante. También se le supone la composición de un tratado sobre la Ornitomancia (οἰωνίζομαι), la observación de los augurios de las aves que nuestro poeta y filósofo, rival de Homero, practicaba guiado por un lazarillo.

Tiresias funciona a modo de alfa-omega, representa un ciclo perfecto, ya que las modalidades del tiempo: el de la memoria, el oportuno y el de la espera no mellan su ser, se sitúa por encima de las circunstancias, las sobrevuela. Por si fuera poco, su identidad transita de un género a otro, evidenciando que en su caso son polos virtuales, más o menos efímeros, lo suficientemente duraderos (siete otoños) para aprehenderlos de raíz, valorarlos, ejercerlos y olvidarlos. Se asevera en una variante endilgada al embustero Ptolomeo Queno 2, que en su modalidad femenina de origen sedujo al mismo Apolo (Febo), gemelo de Artemisa (Diana), guardiana de la vida salvaje y la virginidad, desistiéndose de su propio deseo, provocando la ira del siervo de las artes, la belleza y la armonía, patrono de las musas y podestá de los oráculos de notable refinamiento, quien lo mutaría en varón para que padeciera la urgencia del apetito carnal. Sorprende la agudeza, pues, en efecto, dada la menor gratificación del placer masculino, mayor será su “glotonería erótica”, frente a una aparente “saciedad femenina”.

Tiresias, el luminoso transexual, y la ceguera como condición necesaria de la profecía: “por la lumbre quitada, le dio saber lo futuro y alivió, con la honra, la pena”.

 

Tiresias, femenino y masculino, aplastando las serpientes. A partir de Hendrick Goltzius, holandés (Mühlbracht, 1558 – 1617, Haarlem). Robert Willemsz de Baudous, impresor flamenco, 1574/75 – ca. 1655. Versos de G. Rykius (¿?). Esta versión de «Metamorfosis» de Ovidio cuenta con 20 ilustraciones del manierista Goltzius para cada uno de los dos primeros libros, ocho más para el tercero y otras cuatro para el cuarto entre 1589 y 1590; el resto de las imágenes son de la edición de 1615, resueltos por Baudous.

1 Apolodoro: Biblioteca mitológica, edición de José Calderón Felices, Libro III, Madrid, Akal, 1987, p. 85-86.

2 Extraña historia o Historia nueva o Historia paradójica, que el patriarca de Constantinopla Focio (s. IX), elevado a la dignidad de los altares de la Iglesia Ortodoxa, en su Biblioteca o Myriobiblion (Inventario y enumeración de los libros que he leído) lo analiza registrándolo como el número 190 de 280 códices (o mejor 279, porque el número 89 [Gelasio de Cesárea, siglo IV: Continuación de la Historia de Eusebio Pánfilo] se ha perdido). https://www.tertullian.org/fathers/photius_copyright/photius_05bibliotheca.htm#190

 

P. Ovidii Nasonis: Metamorphoseon, Libri I-VII, (Liber Tertius 316-338), introducción, versión rítmica y notas de Rubén Bonifaz Nuño, Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Clásicos, 1979, p. 62-63.

Ovidio: Metamorfosis, Libro III; 316-338.

Y mientras eso en las tierras por la ley fatal es cumplido,                    316

y salvas son las cunas de Baco dos veces nacido,

cuentan que acaso Jove, alegrado con néctar, sus cuitas

graves había dejado, y con la ociosa Juno, indolentes

juegos había movido, y: “Mayor, en verdad, es el vuestro                    320

̶ había dicho- que el placer que toca a los machos.”

Ella niega. Plació indagar cuál sea del docto Tiresias

la sentencia; ambas Venus eran conocidas a éste;

pues en la verde selva dos cuerpos de magnas serpientes

que se apareaban, había ultrajado con un golpe de báculo,              325

y de varón en mujer convertido (¡admirable!), pasado

había siete otoños; en el octavo, de nuevo a las mismas

vio, y: “Si tanta es la potencia de la llaga dada a vosotras

-dijo-que de su autor mude en la contraria la suerte,

hoy también os heriré.” Golpeadas las mismas serpientes,                330

la forma anterior regresó y vino la imagen nativa.

Este árbitro, pues, tomado en el pleito jocoso, los dichos

de Jove confirma; la Saturnia, grave más que lo justo

y no en la proporción con la causa se había dolido, se dice,

y los ojos de su juez condenó a eterna noche.                                  335

Mas el padre omnipotente (pues a dios ninguno le es lícito

hacer vanos los hechos de un dios), por la lumbre quitada,

le dio saber lo futuro y alivió, con la honra, la pena.                         338

 

 

Metamorphoseon, Liber Tertius, 316-338.

Dumque ea per terras fatali lege geruntur                            316

tutaque bis geniti sunt incunabula Bacchi,

forte Iovem memorant diffusum nectare curas

seposuisse graves vacuaque agitasse remissos

cum Iunone iocos et ‘maior vestra profecto est,                    320

quam quae contingit maribus’ dixisse ‘voluptas.’

illa negat. placuit quae sit sententia docti

quaerere Tiresiae: Venus huic erat utraque nota.

nam duo magnorum viridi coeuntia silva

corpora serpentum baculi violaverat ictu                               325

deque viro factus (mirabile) femina septem

egerat autumnos; octavo rursus eosdem

vidit, et ‘est vestrae si tanta potentia plagae’

dixit, ‘ut auctoris sortem in contraria mutet,

nunc quoque vos feriam.’ percussis anguibus isdem           330

forma prior rediit, genetivaque venit imago.

arbiter hic igitur sumptus de lite iocosa

dicta Iovis firmat: gravius Saturnia iusto

nec pro materia fertur doluisse suique

iudicis aeterna damnavit lumina nocte;                                  335

at pater omnipotens (neque enim licet inrita cuiquam

facta dei fecisse deo) pro lumine adempto

scire futura dedit poenamque levavit honore.                         338

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